En el orden espiritual, hay una tercera conversión, o mejor, una trasformación del alma que recuerda lo que fue el día de Pentecostés para los apóstoles, cuando, después de haber estado privados de la presencia del Señor, que había subido al cielo, fueron iluminados y fortalecidos por el Divino Es¬píritu,
La vida interior de los siervos de Dios, vemos en sus padecimientos interiores y en sus progresos esta profunda purgación de los sentidos y del espíritu, de modo que todas sus facultades se hallan al fin totalmente sometidas a Dios, que tan presente ven en el fondo de sus almas.
La Vía de perfecta unión con Dios, propia de aquellos que, "se esfuerzan por unirse a Dios y gozar de él, y desean par¬tir de este mundo para morar con Cristo".
Cuando el alma es dócil al Espíritu Santo se convierte en árbol bueno que se da a conocer por sus frutos.
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