domingo, 26 de mayo de 2013

DEL ABOGADO DEL DIABLO


Todos, incluso sin mucho rigor, hemos utilizado alguna vez la expresión que da título a nuestra entrada de hoy, para describir a aquella persona que defiende una causa indefendible o de difícil o poco argumentable defensa, o más correctamente, las que contradicen la buena fama de una persona.

Algunos saben que, además, “abogado del diablo” se le llama también a la persona encargada de buscar aquellos motivos que desaconsejan la canonización de una persona, en esa especie de juicio contradictorio en el que consiste una canonización. Pero ¿qué más sabemos sobre este curioso personaje?

Pues bien, el que comúnmente llamamos “abogado del diablo” no es otro que el que oficialmente se conoce en derecho canónico como Promotor Fidei, Promotor de la Fe en español. Consiste su función precisamente en la aportación de cuantos argumentos puedan impedir que alguien cuya causa se instruye suba a los altares, y es, de hecho, uno de los más importantes oficiales de la Sagrada Congregación de Ritos creada en 1587 por el Papa Sixto V (1585-1590) para tratar los procesos de beatificación y canonización. Y eso que consta la presencia de un promotor fidei, incluso antes, en la canonización de San Lorenzo Justiniano, bajo León X (1513-21). En 1631, Urbano VIII hará obligatoria su presencia para la validez de cualquier acto relacionado con un proceso de beatificación o canonización.

Algunos promotores de la fe han llegado lejos en la vida de la Iglesia. Tal es el caso de Prospero Lamertini, que lo fue durante veinte años, quién terminará sus días como papa de Roma, reinando con el nombre de Benedicto XIV entre los años 1740 y 1758. No por casualidad, como vemos, debemos a este gran papa la monumental obra “Sobre la Beatificación y Canonización de los Santos”, una de las obras de referencia por lo que a todo lo relacionado con su título se refiere.

Luis Antequera

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