En la primera lectura de ayer de los Hechos de los Apóstoles, cuando los discípulos miraban al cielo, se nos dice que unos hombres vestidos de blanco les dijeron: Hombres de Galilea, ¿por qué estáis mirando al cielo?
En algunos lugares, incluso en alguna homilía, la he visto interpretada, como que la contemplación no tiene valor y lo que importa es la acción, en nuestra vida cristiana. No creo que esto sea cierto.
La vida cristiana se basa en dos ejes. Un eje vertical que nos une a Dios, la oración. Otro eje horizontal, que nos une al otro, la acción. Estos dos ejes se alimentan el uno al otro.
La verdadera meditación, la auténtica unión con Dios, nos lleva indefectiblemente a servir al otro, a entregarnos, a amar a los hombres.
La verdadera acción, el verdadero apostolado, la auténtica lucha por la justicia, si no se alimenta de la oración, muere en mero activismo. A mis años, ya he visto demasiadas personas encomiables por su entrega, morir espiritualmente, simplemente por descuidar la oración, el eje contemplativo.
De la misma manera que puede haber personas que confundan la contemplación con un gusto íntimo, que las encierra en ellas mismos y acaban mirándose el ombligo y olvidando a los demás.
La invitación a no mirar al cielo no es una invitación a no ser contemplativos. Es una invitación a encontrar a Dios en este mundo. El místico verdadero es el que sabe unirse a Dios en cualquier momento, a lo largo del día, porque vive profundamente la presencia de Dios. Es aquel que sabe ver a Dios en todo. Y esto sólo se consigue con una vida espiritual profunda. Y eso es esencial para que nuestra acción sea auténtica. Para que nuestra lucha por la justicia sea un acto de Amor, una oración...Marta y María han de ir unidas en nuestras vidas.
Joan Josep Tamburini
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