Colección numismática de la época de Jesús
Piezas de bronce de Herodes Agripa y Poncio Pilato o dracmas del rey Azes de la India, que podría haber sido uno de los de Reyes Magos.
No se puede servir a Dios y al dinero”, insistía Jesucristo.
Pero Él utilizaba las monedas con una función educativa. Con un denario que llevaba la imagen del César proclamó: “Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”, fundamento del pensamiento social occidental, que da autonomía a las realidades políticas.
“El óbolo de la viuda”, signo de los pequeños donativos pero que implican una gran generosidad y riqueza espiritual, o las 30 monedas de plata que recibió el traidor Judas de parte de las autoridades del Templo, forman parte del arquetipo cultural occidental.
Estas monedas, que ayudaban a Jesús a predicar y poner ejemplos, siguen siendo hoy muy evocadoras.
Los arqueólogos han encontrado monedas de la época de Jesúcristo con cierta frecuencia, piezas de metal con 2.000 años de antigüedad, que quizá estuvieron en manos de Jesús, de los Doce Apóstoles, de San Pablo, en la bolsa que administraba Judas…
El editor español Ernesto Serigós ha conseguido reunir muchas de estas monedas del s.I, y las vende en colecciones de 12 monedas con un libro explicativo en una serie limitada de algo más de 100 colecciones. La autenticidad de cada colección va certificada ante notario por especialistas en numismática antigua.
ENTRE ESAS PIEZAS SE ENCUENTRAN:
- monedas de bronce (prutah) de Herodes Agripa I; fue amigo del emperador Calígula, que le entregó algunas regiones en Tierra Santa, y después el emperador Claudio le hizo rey de toda Judea. Tanto Flavio Josefo como Hechos de los Apóstoles (capítulo 12; le llaman “Herodes”) coinciden en que la soberbia se apoderó de él, se mostró vestido de plata ante la multitud, el populacho le aclamó llamándole “dios” y “divino”… y él no hizo ningún gesto para negarlo. Esa misma noche, como por castigo de Dios, murió por alguna dolencia desconocida entre horribles dolores, según recogen ambas fuentes. (No confundirlo con su sucesor, Herodes Agripa II, hermano de Berenice, al que predicó San Pablo hasta que le dijo: "casi me convences para que me haga cristiano", en Hechos 25 y 26).
- monedas de bronce (prutah) de Poncio Pilato, el único nombre propio que recitan en el Credo más de dos mil millones de cristianos, junto al de la Virgen María y el de Jesucristo.
- dracma de Azes II, rey del norte de la India en la época de Jesús, que acuñaba monedas con inscripciones en griego; por su fama de buen viajero y astrólogo hay quien lo quiere relacionar con uno de los Reyes Magos
Los evangelistas, al narrar los gestos y acciones de Jesús, son bastante concretos al mencionar los distintos tipos de monedas que Cristo usaba en parábolas o hechos.
Por ejemplo, en la “Parábola de la moneda perdida” (Lc 15,8-10) se habla de dracmas:
“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”.
La moneda que más aparece en los evangelios es el denario (hasta 14 veces) según la edición de monedas de I-deo. Aparece:
- En la parábola de los trabajadores de la viña (Mt 20,1-16);
- En la primera multiplicación de los panes, donde los discípulos se quejan de que hacen falta unos 200 denarios para alimentar a 5.000 hombres (Mc 6,37);
- En la parábola del buen samaritano, donde el samaritano paga al dueño de la posada 2 denarios para que el posadero cuide del herido (Lc 10,35);
- Y es también la moneda que los fariseos le mostraron a Jesús, cuando le preguntaron si era lícito o no pagar el impuesto a Roma (Mc 12,15) “¿Es lícito dar tributo a César, o no? (…) Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. Ellos le trajeron un denario; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.
El editor Ernesto Serigós considera que la colección que ahora se pone en venta es “un auténtico tesoro arqueológico y numismático” (son auténticas, no reproducciones), una colección única cuyo valor “aumenta con el paso del tiempo” y asegura que “incluso el propio Jesús podría haber tenido una en sus manos, y desde luego, las personas de su próximo entorno”.
P. J. G. /ReL
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