jueves, 25 de abril de 2013

¿QUÉ HAY PEOR QUE EL MONOTEÍSMO?


La de veces que hemos oído aquello de que el monoteísmo es tiránico y engendrador de violencia. Los nuevos ateos, muy convencidos, nos preguntan, un poco al estilo de Lutero: ¿qué puede haber más aterrador que un Dios que los sabe y lo ve todo y ante el que tendremos que rendir cuentas?

La respuesta que da Peter Leithart en el último número de la revista Touchstone es simple: muchos dioses. Los antiguos politeístas vivían en un clima de terror continuo mientras intentaban calmar a las docenas de dioses que, cada uno de ellos por separado, podían mostrarse vengativos con los seres humanos. El terror a ganarse el enojo de uno de sus muchos dioses les helaba la sangre. Así, no es de extrañar la liberación que sintieron cuando les dijeron que esos dioses no eran nada, que como dice el salmista, ni pueden ver (y así no pueden encontrarte), ni pueden caminar (y así no pueden darte caza) ni pueden oler (o sea, que no pillan una). Se entiende lo que decía Chesterton al respecto, para el paganismo politeísta el monoteísmo era demasiado bonito para ser verdad. Por cierto, esto refuta aquello tan manido de que los hombres hemos creado la religión para vivir tranquilos; lo cierto es que si algo aportaban las antiguas religiones era inquietud e intranquilidad.

La otra alternativa, la de que no hay nada una vez hemos muerto, la del nihilismo puro, no es menos perturbadora e inhumana.

Quizás muchos verían algo de luz si comprendiesen que ese Dios que lo sabe todo y lo ve todo no es un francotirador, sino un padre bueno y amoroso, dispuesto a las locuras más grandes con tal de hacer felices a sus hijos. Y además descubrirían que el monoteísmo sigue siendo profundamente liberador, ahora no tanto de ídolos de oro como de los ídolos de nuestro tiempo, empezando por el de la opinión pública.

Jorge Soley

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