Leí una vez esta parábola:
Diez hombres cruzaron un río de aguas turbulentas.
Tras muchos esfuerzos, consiguieron alcanzar la otra orilla. Como la travesía
había sido muy difícil, uno de ellos se puso a contar a sus compañeros para ver
si estaban todos, pero no se contó él y para su sorpresa comprobó que sólo
había nueve. Faltaba uno. Sus compañeros empezaron a contar y todos cometieron
el mismo error. No se contaban a ellos. Efectivamente sólo había nueve. Allí
quedaron sentados llenos de tristeza. Un caminante que pasaba por allí, al
enterrarse de lo que ocurría, se dio cuenta del error y les propuso que se
numeraran según él les tocaba la cabeza. Con gran alegría comprobaron que
estaban todos. Habían encontrado al que faltaba. Cada uno se había encontrado a
sí mismo.
A mí se me ha ocurrido asociar esta parábola a la
Resurrección. Los apóstoles lloraban entristecidos porque les faltaba Jesús.
Hasta que un "caminante" les hizo ver que Jesús seguía vivo en cada
uno de ellos.
A mis amigos agnósticos, que buscan a Jesús, a Dios
a su alrededor, me gustaría hacerles ver que se olvidan de buscar donde
realmente está: en su interior. En ellos mismos. En los hombres.
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