lunes, 29 de abril de 2013

¿NOS DA MIEDO LA CONFESIÓN? ¿SENTIMOS VERGÜENZA? EL PAPA FRANCISCO NOS AYUDA


Sin duda, actualmente la confesión es uno de los sacramentos más desconocidos y menos valorados. Hay muchas razones para ello, unas ambientales otras personales e incluso algunas institucionales.

Nuestra sociedad no valora la honestidad y la sinceridad, ya que la “apariencia” es quien reina entre nosotros. Tampoco está bien visto que pidamos perdón a los demás, ya que se interpreta como un signo de debilidad. El culto a la "autoestima" desaconseja que aceptemos nuestros errores. Internamente, no es fácil aceptar que nos equivocamos y además, que hacemos con frecuencia. Preferimos que la sociedad cambie la forma de interpretar nuestras acciones, antes de aceptar que puedan ser erróneas. La deriva relativista se sustenta, entre otras muchas razones, en que nos "sienta mal" aceptar nuestros errores.

La vergüenza es uno de los sentimientos que afloran cuando nos planteamos aceptar nuestros errores. Vergüenza de sentirnos débiles e inferiores a los demás. Por último y por desgracia, el sacramento de la confesión no ha sido promocionado por muchos de nuestros pastores durante años. Gracias a Dios que estamos cambiando lentamente esta tendencia.

La confesión es una herramienta maravillosa, si se realiza convenientemente. Si la adaptamos a las circunstancias personales o de la sociedad, su poder termina por desaparecer. Podemos decir que si convertimos la confesión en algo profano, le restamos proporcionalmente su poder sagrado. Pero ante la confesión siempre aparece un sentimiento complicado de entender: la vergüenza.

El Papa Francisco ha hablado de este problema en una de sus homilías diarias en la residencia de Santa Marta:

“El confesionario no es una lavandería: es un encuentro con Jesús, pero con este Jesús que nos espera, que nos espera como somos. ‘Pero Señor, mira yo soy así…’, me da vergüenza decir la verdad: ‘He hecho esto, he pensado esto’. Pero la vergüenza es una verdadera virtud cristiana y también humana… la capacidad de avergonzarse: No sé si en italiano se dice así, pero en nuestra tierra a aquellos que no pueden avergonzarse se les llama ‘sin vergüenza’, porque no tienen la capacidad de avergonzarse y avergonzarse es una virtud del humilde, de aquel hombre y de aquella mujer que es humilde”.

Alguna persona se escandalizará al oír que la vergüenza es una virtud cristiana. A mi también me extrañó al leer los titulares. Quizás haya que definir mejor las palabras del Santo Padre para diferenciar el sentimiento de temor a confesar nuestros errores, del sentimiento de arrepentimiento. A veces llamamos a ambos sentimientos con el mismo nombre y no son lo mismo. Esta confusión se debe a que confundimos ambas sensaciones, ya que se suelen dar al mismo tiempo.

Una persona incapaz de sentir culpa y arrepentirse, es un sinvergüenza. Una persona que se arrepiente profundamente y que no tiene miedo de aceptarlo ante los demás y ante Dios, tiene andado un camino hacia la santidad. El primero será incapaz de pedir perdón a Dios y a sus hermanos. El segundo vive la humildad de no sentirse más que las demás personas que le rodean.

Creo que la confusión de estos dos enfoques de la vergüenza, nos ha traído más de un problema con el sacramento de la confesión. El Papa Francisco concreta un poco más el tema:

“Es necesario tener confianza porque cuando pecamos tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el justo. Y Él nos sostiene ante el Padre y nos defiende frente a nuestras debilidades. Pero es necesario ponerse frente al Señor con nuestra verdad de pecadores, con confianza, también con gozo, sin maquillarnos… ¡No debemos jamás maquillarnos delante de Dios!. Y la vergüenza es una virtud: bendita vergüenza. Esta es la virtud que Jesús nos pide: la humildad y la docilidad”

La vergüenza que el Papa Francisco nos propone es “humildad y docilidad” ante el Señor. Nunca miedo al Señor y a nuestros hermanos. Dejemos el miedo. Tenemos que cultivar la contrición de corazón y alejar el miedo de manifestar ante Dios y nuestros hermanos que somos falibles, infieles y soberbios. Tenemos que alejar de nosotros el miedo a confesar nuestros pecados y pedir sincero perdón al Señor. Entonces empezaremos a darnos cuenta de la maravilla que se esconde tras el sacramento de la confesión.

Néstor Mora Núñez

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