"Es el amor de Dios el que me calienta con el
sol y el que envía la lluvia refrescante.
Es el amor de Dios el que me alimenta con el pan
que como, y es Dios quien también me nutre por medio del hambre y el ayuno.
Es el amor de Dios el que envía los días de
invierno cuando tengo frío y estoy enfermo, y el verano tórrido cuando mis
ropas se llenan de sudor mientras trabajo: pero es Dios quien me envía el
viento suave que viene del río y la brisa que viene del bosque.
Su amor extiende la sombra del sicómoro sobre mi
cabeza.
Es el amor de Dios el que me habla en las aves y en
los arroyos; pero también, detrás del clamor de la ciudad, Dios me habla en sus
juicios y todas estas cosas son semillas que me envía su voluntad.
Si estas semillas arraigan en mi libertad, y si la
voluntad de Dios creciera en ella, me convertiría en el amor que es Él, y mi
cosecha sería su gloria y mi alegría.
Y me uniría con miles y millones de personas
liberadas en el oro de un inmenso campo que adora a Dios, cargado de mieses,
sobreabundante de trigo".
("Nuevas semillas de contemplación",
Thomas Merton)
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