...Dios nos guía exclusivamente por inspiraciones personales.
Discernimiento de Espíritus II
Segunda parte, se publicó el Lunes,25 de marzo 2013
Discernimiento de Espíritus.
Primera parte, se publicó el Domingo,24 de marzo 2013
Para Saber discernir hay que mirar lo que Dios, nos ha dejado y dicho a través de Cristo y de la Iglesia además que por los deberes y responsabilidades propios del estado de vida.
Dios nos guía exclusivamente por inspiraciones personales.
El ha hablado públicamente a través de hombres inspirados y sobre todo, a través de su hijo Jesucristo.
Por lo tanto, los preceptos que ellos nos han dejado forman una especie de marco dentro del cual debemos vivir nuestra vida cristiana. El que una inspiración sea contraria a estas enseñanzas nos esta indicando de partida que ella no proviene de Dios.
Si tenemos dudas acerca del modo de interpretar alguna enseñanza de la escritura, podemos, además de examinarla personalmente, consultar con personas calificadas y muy en especial, con nuestra comunidad.
La comunidad cristiana mas importante es la Iglesia, ella nos proporciona una orientación segura en cuanto al sentido de la enseñanza de Cristo cuando se pronuncia solamente respecto de algún punto de nuestra Fe.
Del mismo modo, algunas tradiciones, que son mantenidas firmemente por la iglesia a través de los años, tienen el carácter de juicios de la comunidad con un gran peso de autoridad.
Una forma también clara de esta inspiración eclesial son los documentos que nos dan la jerarquía de la iglesia en ellos encontramos una interpretación certera de las escrituras y los signos de los tiempos.
También los deberes de estado constituyen criterios muy valiosos de discernimiento.
Dios no nos pedirá nunca nada que esté en contra de nuestras opciones fundamentales de vida y nos impulsará a obedecer a las personas que tienen autoridad sobre nosotros, librándonos así de hacer opciones egoístas o subjetivas.
Así, la prontitud para obedecer a una autoridad legítima suele ser una de las señales mas seguras de que se está guiado por el Espíritu de Dios. Sin embargo, si lo que se ordena es un pecado, no se debe obedecer. Los mártires nos dan un ejemplo: Prefirieron morir antes que pecar.
Además, si lo que se ordena intranquiliza profundamente a quien busca con sinceridad la voluntad de Dios.
El asunto debe examinarse con más detención. Se debe buscar consejo y orar para discernir con mayor claridad.
Como indicaron Pedro y Juan a las autoridades judías, no es justo obedecer a los hombres cuando Dios esta claramente indicando un camino contrario a lo que ellos ordenan ( Hech. 4,19 ).
Es verdad que en las vidas de los santos encontramos llamados que reciben la oposición de la autoridad y que requieren de decisiones a veces muy dolorosas. Sin embargo, el Espíritu Santo inspira en general a obedecer y la prontitud en hacerlo es uno de los signos de que alguien está realmente dejándose guiar por él.
El que una inspiración se conforme a los criterios objetivos señalados no significa que ella venga de Dios. Tenemos que completar el discernimiento mediante los criterios subjetivos.
CRITERIOS SUBJETIVOS
Los más importantes entre éstos son la Paz, el Amor, el Gozo y la Humildad.
El criterio más seguro parece ser la Paz. Cuando nos estamos moviendo de acuerdo a la voluntad de Dios hay una profunda paz dentro de nuestros corazones.
En cambio cuando estamos fuera de ella, persisten en nosotros el desasosiego y una sensación de frustración.
La causa de esto es que la Paz es el resultado de un orden correcto y el estar de acuerdo con el plan de Dios establece este orden fundamental.
Otro signo subjetivo es el Amor. Lo que proviene de Dios está, en último término, impulsado por el Amor. Cuando nos sentimos llamados a hacer algo que nos significará enfrentamiento con alguien, debemos detenernos a examinar si el Amor el que nos mueve a algún impulso surgido de nuestra imperfección.
El gozo es otra señal de que estamos en la voluntad de Dios. A veces, después de haber tomado una decisión, experimentamos un delicado gozo interior que nos da seguridad de haber elegido bien.
Esta es una señal que nos permite distinguir muchas veces la verdadera santidad de la falsa, ya que, en una vida cristiana auténtica, el gozo estará siempre presente aun en medio del sufrimiento.
Un cuarto signo es la humildad, virtud absolutamente necesaria para acercarnos a Dios y poder ser usados por él.
Así, si tenemos una inspiración que nos llevará a mayor humildad, a desaparecer ante los hombres antes que a destacarnos, hay base para pensar que viene de Dios.
Todas las veces que nos sintamos inspirados a acercarnos a personas importantes o famosas o a llamar la atención sobre nosotros mismos, debemos tener cuidado.
Cuando Dios llama a personas a ocupar cargos destacados, les da la gracia necesaria para mantenerse en humildad.
La paz, el amor y el gozo y la humildad que vienen de Dios son muy diferentes de los que provienen de causas humanas y, a medida que una persona va profundizando su vida en el Espíritu, se hace más capaz de usar estos criterios subjetivos de discernimiento que, en cualquier obra de Dios, aparecerán juntos.
Por ejemplo, si experimentamos un gran gozo acompañado de inquietud, podemos inferior que no es un gozo del Señor.
Por último, quiero señalar la importancia de conocernos bien para poder detectar cuándo una inspiración es del Señor, ya que hay en nosotros ciertas características de temperamento y ciertos defectos que nos inducen continuamente a tomar actitudes determinadas.
Al tener una inspiración, conviene examinar si concuerda con los impulsos que generalmente tenemos y muchas veces nos daremos cuenta de que viene de Dios porque nos lleva a hacer algo completamente desacostumbrado en nosotros.
Tomando en cuenta los criterios señalados podemos confiar en que descubriremos lo que el Señor quiere de nosotros y en que el Espíritu se encargará de mostrarnos caminos que naturalmente no veríamos o rechazaríamos.
ACTITUDES PREVIAS
Más importante que uno u otro criterio, es la disposición con que nos abocamos a hacer discernimiento. Hay tres actitudes previas, que son básicas: sin ellas no reconoceremos la acción del Espíritu Santo en nosotros.
La primera es conformidad con la voluntad de Dios. Nuestra voluntad tiene que estar sometida a la de él. Lo que más impide un recto discernimiento es nuestra voluntad que está empeñada en algo que Dios no quiere.
Somos ingeniosos para persuadirnos de que Dios quiere lo que nosotros ya queremos.
Entonces somos ciegos y sordos a la inspiración de Dios.
La segunda actitud básica es el recogimiento. Cuando el alma está agitada con muchas preocupaciones, no puede percibir la acción suave del Espíritu.
Es necesario recogerse, ponerse en la presencia de Dios, para que la paz de él nos serene. Entonces nos aquietamos como un lago en que la más leve brisa se hace manifiesta en la superficie del agua.
La tercera actitud básica es la disposición de esperar el momento del Señor. La impetuosidad por seguir nuestros impulsos es uno de los más grandes obstáculos para ser guiados por el Señor; también es una señal de que el impulso no viene de él. Dios no nos presiona con violencia; invita suavemente y nos guía; de modo que necesitamos orar frecuentemente y esperar para estar seguros de que es él quien nos llama.
Cuando estamos en su camino, nuestra actividad es apacible, sin apuros, lo que nos hace sensibles a los tiempos que él nos indica, y a las materiales de proceder: sin brusquedades ni durezas con nuestros hermanos.
La prepotencia, la violencia, la impaciencia, la irreflexión, la ausencia de oración ... indican que no nos está guiando el Espíritu Santo.
La inspiración inicial fue quizás de él, pero hemos perdido el contacto con él y podemos estar bajo el influjo de nuestros impulsos, o aun del espíritu del mal.
Esperar las indicaciones del Señor no significa postergar lo que él nos está pidiendo.
La cobardía y la flojera de seguir la inspiración divina nos dejan tristes, porque nos hemos separado de Dios, de alguna manera. En este caso, debemos pedir perdón y nuevas fuerzas.
El nos pondrá de nuevo en el buen camino.
Entendemos por “espíritus” un impulso, un movimiento o una inclinación interior de nuestra alma hacia alguna cosa que, es buena o mala. Así, si alguien está inclinado a mentir, decimos que tiene el espíritu de mentira, si está inclinado interiormente a mortificar su cuerpo, decimos que tiene el espíritu de penitencia.
Según su origen, los espíritus pueden reducirse a tres: el espíritu divino, el espíritu diabólico y el espíritu humano.
San Bernardo dice que no es fácil distinguir entre los movimientos interiores que vienen de la naturaleza humana y los que vienen del demonio. Y luego añade que no importa distinguirlos porque ambos tienden al mal.
Hasta aquí he dado el “espíritu” a los movimientos interiores que nos inclinan al bien o al mal; pero también se llaman “espíritus buenos” o “espíritus malos” a los orígenes de los movimientos. Así, hablamos de Dios y de los ángeles como “espíritus buenos”; y llamamos al demonio “espíritu malo”.
Como hemos mencionado el discernimiento de Espíritus, consiste en detectar el origen de los movimientos interiores que nos inclinan al bien o al mal.
Hay un discernimiento-virtud, que se adquiere con la experiencia y la reflexión. Consiste en un juicio prudente sobre el origen de las inclinaciones que siente el hombre.
Hay también un discernimiento-carisma, el cual es un Don del Espíritu Santo, para reconocer los orígenes de los movimientos interiores del alma.
Al discernimiento-virtud, permite reconocer a los espíritus por las características que presentan. Para este objetivo ayudarán las observaciones siguientes:
Los caracteres del espíritu divino en el orden de las ideas.
El espíritu divino siempre enseña la verdad; no puede inspirar la falsedad ni el error:
“Yo les enviaré el Espíritu de Verdad que proviene del Padre” (Jn 15,6);
“El Espíritu de Verdad los guiará a ustedes hasta toda la verdad” (Jn 16,13)
El espíritu divino jamás sugiere a nuestra mente cosas inútiles, infructuosas,vanas e impertinentes. Dice la escritura: “Aquí estoy contra los profetas –oráculo del Señor – que profetizan sueños engañosos ... y extravían a mi pueblo con sus mentiras y jactancias” (Jer 23, 32).
“Tienen visiones ilusorias y hacen predicciones engañosas esos que andan diciendo: “Oráculo del Señor”, sin que el Señor los haya enviado”.
El espíritu divino siempre trae luz a nuestras mentes, porque “Dios es Luz, y no hay en él tinieblas” (1 Jn 1, 5);
“La Palabra era la Luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9);
“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12)
El espíritu divino aporta docilidad a la inteligencia, es decir, disposición para aprender de parte de otros. Así leemos:
“El Señor me abrió mi oído, y no me resistí ni me volví atrás” (Is 50, 5).
“El que te instruye no se ocultará más ... Tus oídos escucharán detrás de ti una palabra: éste es el camino, síganlo, aunque se hayan desviado a la derecha o a la izquierda” (Is 30, 20-21)
El espíritu divino hace discreto el entendimiento para proceder con prudencia y acierto en las dificultades de cada día.
La sabiduría “Enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza y nada es más útil que esto para los hombre en la vida” (Sap 8, 7)
El espíritu divino infunde pensamientos de humildad. Esto lo vemos en Moisés que exclama:
“Perdóname Señor, yo nunca he sido una persona elocuente ... yo soy torpe para hablar” (Ex 4, 10);
Jeremías dice: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar porque soy demasiado joven” (Jer 1, 5);
Isaías se humilla: “Soy un hombre de labios impuros” (Is. 6, 4); y la Virgen María: “He aquí la esclava del Señor” (Lc 1, 38)
Caracteres del espíritu malo en el orden de las ideas.
Es un espíritu de falsedad. El demonio no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando miente habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8, 44);”Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor11, 14)
Sugiere cosas inútiles, ligeras e impertinentes. Cuando el demonio no logra insinuar la falsedad, procura fomentar los pensamientos inútiles. “Jesús dijo ... les aseguro que en el día del juicio, los hombres rendirán cuenta de toda palabra vana que hayan pronunciado” (Mt 12, 32) Y por Ezequiel nos dice Dios: “¿No es verdad que ustedes tienen visiones ilusorias y hacen predicciones engañosas cuando dicen: “Oráculo del Señor” sin que yo haya hablado?” (Ez 13, 7)
Persigue al alma con tinieblas, inquietudes, escrúpulos y perplejidades penosas; el resultado es oscuridad. Así “los paganos se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos y tienen la mente oscurecida” (Ef 4, 17-18).
Y Jesús advirtió: “Ten cuidado de que la luz que te guía no sea en realidad tinieblas” (Lc 11, 35)
Lleva a obstinación, al rechazo de la palabra de Dios. Jesús reprende la dureza de los fariseos: “ustedes no pueden escuchar mi palabra porque quieren cumplir los deseos del padre de ustedes que es el demonio” (Jn 8,43-44)
Lleva a la indiscreción y a los excesos. Jesús reprende esto con sus palabras:“ustedes pagan el diezmo de la menta, del aneto y del comino, mientras que descuidan la re actitud la misericordia y la fidelidad .. ¡Guías ciegos; que filtran el mosquito y se tragan el camello! (Mt 23, 23-24)
Infunde siempre pensamientos de vanidad y de orgullo, aun en medio de las acciones virtuosas y santas. Jesús dice de los fariseos: “aman los primeros asientos en las comidas y las primeras sillas en las sinagogas. Quieren ser saludados en las plazas, y honrado con el trato de maestros” (Mt 23, 6-7)
Caracteres del espíritu divino en el orden de los impulsos y de los actos de la voluntad
Infusión en el alma de un estado de paz. Jesús dice: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo” (Jn 14, 27)
Infunde una humildad no afectada, sino sincera. Jesús nos dice: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). San Pablo escribe: “Fruto del Espíritu es ... mansedumbre (o humildad)” (Gál 5, 22-23)
Una firme confianza en Dios y una santa desconfianza en sí mismo. Jesús nos exhorta: “Confíen; yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33); “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado” (Mt 9, 22).
Pero, por otra parte, en la parábola del fariseo y del publicano, reprende a los que, desconfiando de sí mismos, ponen toda su confianza en Dios (Lc 18, 9-14)
Una voluntad dócil y fácil para doblegarse y ceder a lo que viene de Dios, directamente o en los consejos de otros. Así Jesús aprueba a los que serán “dóciles para ser enseñados por Dios” (Jn 6, 45); y dice a los apóstoles: “El que a ustedes oye, a mí me oye, y el que a ustedes rechaza, a mí rechaza”(Lc 10, 16)
La rectitud de la intención en el obrar. Jesús dice: “cuando tu ojo es simple (es decir, cuando buscas únicamente la voluntad de Dios), entonces todo tu cuerpo está iluminado” (Lc 11, 34)
La paciencia en los dolores y penas: “Fruto del Espíritu es el amor ... la paciencia” (Gál 5, 22); y el apóstol exhorta: “como elegidos de Dios ... practiquen la paciencia” (Col 3, 12
La mortificación voluntaria de las inclinaciones desordenadas. Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mt 16, 24). San Pablo confirma lo mismo: “Los que pertenecen a Cristo Jesús, han crucificado sus pasiones y sus malos deseos” (Gál 5, 24)
La sinceridad, veracidad y simplicidad. Así leemos: “Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no” que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del demonio” (Mt 5, 37);
“Renuncien a la mentira y digan siempre la verdad a su prójimo, ya que todos somos miembros, los unos de los otros” (Ef4, 25)
La libertad del espíritu. Porque ... “donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3, 17).
Esta libertad consiste en estar libre del demonio y de los vicios, ya que “todo el que peca es esclavo del pecado” (Jn 8, 34)
El deseo de imitación de Cristo. “El que no tiene el Espíritu de Cristo, no puede ser de Cristo ... En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8, 9.29)
Una caridad “paciente, servicial, desinteresada”, como la describe san Pablo (1Cor 13, 4-6)
Caracteres del espíritu malo en el orden de los impulsos y de los actos de la voluntad.
Inquietud, turbación y confusión. “Obras de la carne son ... enemistades ... discordias ... envidias” (Gál 5, 19-21)
“Eramos esclavos de los malos deseos y de toda clase de concupiscencias” (Tit 3, 3);
“El diablo es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44)
Un orgullo manifiesto o una falsa humildad. La verdadera humildad está llena de luz sobrenatural que hace conocer claramente los pecados propios, pero con paz y confianza en Dios; en cambio, la falsa humildad disimula los pecados, o bien, los hace ver con amargura, turbación, depresión.
San Pablo escribe que, apartados de Dios, los hombres se vuelven insolentes, arrogantes, vanidosos... rebeldes, insensatos, desleales, insensibles, despiadados” (Rom 1, 30)
La desesperación o la desconfianza o la vana seguridad, pero no la verdadera confianza en Dios.
Así Jesús le advirtió a los apóstoles que Satanás pretendía atacarlos (Lc 22. 31),
pero Pedro presume de sí: “aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré jamás ... Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (Mt 26, 33-35)
La obstinación para no obedecer a las autoridades legítimas, ni ser sincero con ellas. Por esto el salmista exhorta: “no endurezcan ustedes su corazón, como en el tiempo de la Rebeldía, día de la Tentación en el desierto” (Sal 95,8; Heb 3, 8)
La mala intención aun en las obras aparentemente buenas. Jesús reprende este vicio: “!Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ... ¡Ay de ustedes ... que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero dentro llenos de huesos muertos y de podredumbre!” (Mt 23, 25-27)
La impaciencia frente a los sufrimientos; el descontrol ante los obstáculos y contradicciones. Véase la conducta de Saúl que no puede sufrir la popularidad de David: 1 Sam 18-19.
La excitación de las pasiones, como la envidia de Caín, la voluptuosidad en Salomón, la codicia de los bienes ajenos en Acab (Gén 4, 2-10; 1 Re 11, 3-10;21, 1-16)
La doblez, el engaño, la mentira. Como enseña Jesús: “el demonio fue homicida desde el comienzo, y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44)
Las servidumbres y apegos que atan la libertad. Jesús dice: “les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado” (Jn 8, 34). Jesús desata a la mujer encorvada que “Satanás tuvo aprisionadas durante dieciocho años” (Lc. 13,16)
El alejamiento de Jesucristo, la indiferencia hacia él, la autosuficiencia. “El alejamiento de su Señor es el comienzo del orgullo en el hombre” (Sir 10, 12); y el orgullo es el pecado típico de Satanás. A él se aplican las palabras de rebelión: “no serviré” y “pondré mi trono en la altura ... Me haré como elAltísimo” (Jer 2, 20; Is 14, 13-14)
El falso celo por el bien de los demás. Este celo está lleno de impaciencia, de desprecio y de orgullo. Así fue el celo de Saulo: “respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor”, e “iba de casa en casa y arrastraba a los hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel” (Hech 9, 1; 8, 3)
Algunos espíritus sospechosos Estos espíritus tienen toda la apariencia de bien, pero pueden ser malos. Hay que examinarlos con cuidado.
Los principales son:
El espíritu que, después de la elección de un estado de vida, anhela otro estado. El apóstol dice: “que cada uno permanezca en el estado en que se encontraba cuando Dios lo llamó” (1 Cor 7, 20).
Débense examinar las razones que mueven a un cambio de estado, en lugar de un mejor servicio de Dios en el estado en que se está.
El espíritu que lleva a cosas desacostumbradas, singulares y que no son propias de su estado. Débese examinar cómo se cumplen, ante todo, los deberes del estado.
El espíritu que, en el ejercicio de las virtudes, anhela cosas extraordinarias. Débense examinar su amor y abnegación en el servicio ordinario de los demás.
El espíritu de grandes penitencias exteriores. mortificación interior, sencillez y humildad. El espíritu que busca consolaciones espirituales sensibles. Débense examinar la corrección de los defectos habituales y la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios, aun cuando no hay consolaciones sensibles.
El espíritu de gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, palabras oídas de Dios, tactos en el cuerpo, estigmas. Débense examinar la sencillez, humildad, abnegación en el servicio de los demás, obediencia a sus superiores y directores espirituales.
Aplicaciones en la vida diaria en los que debemos aplicar el Discernimiento.
EN LA ORIENTACIÓN PRINCIPAL O ESTADO DE VIDA
Al elegir mi estado de vida, solamente hay una cosa realmente importante:
Buscar y hallar lo que Dios quiere que yo haga en esta decisión. Yo sé que su llamado es fiel; me ha creado para encontrar mi felicidad y mi salvación en su servicio.
Todas mis decisiones tienen que estar de acuerdo con esta Voluntad del Señor.
Es fácil que yo me olvide de esta finalidad de mi vida, como se olvidan muchas personas en circunstancias semejantes.
Hay muchos, por ejemplo, que eligen el matrimonio, que es un medio, y solamente después procuran el servicio de Dios dentro del matrimonio; aunque este servicio debería haber sido lo primero, porque es el fin del hombre.
Igualmente hay quien elige una carrera por el dinero, o por el éxito apetecido; sólo después piensan en el servicio de Dios.
Todas ellos ponen a Dios y su servicio en segundo lugar; y quieren que Dios los bendiga después que ellos han buscado su propio gusto.
En otras palabras, invierten el orden de las cosas: buscan que Dios (que es el fin) intervenga como medio para ayudarlos en lo que han elegido.
Conviene, pues recordar que todo mi objetivo en la vida debería ser buscar primero el servicio de Dios, en el estado de vida u orientación básica que El quiera para mí.
Con este objetivo en vista puedo deliberar y buscar la luz del Señor para saber si El quiere que yo me case o no, si elijo una carrera u otra, si mi vida de apostolado será como laico o religioso o sacerdote.
Todos estos son medios que he de elegir según la Voluntad de Dios.
Mi propósito debe ser: elegiré la orientación de mi vida como un medio para servir a Dios, y solamente por inspiración del Señor que me guía en su servicio y mi salvación.
EN LA DEDICACIÓN DE MIS ESFUERZOS
Muchas veces, en un retiro, me encuentro no con la elección de un estado de vida – porque ya lo tengo elegido – sino con la reforma o mejoramiento de la vida que ya llevo.
Esto se puede aplicar a un estado como matrimonio, sacerdocio, vida religiosa, o también a una carrera o actividad profesional que ya ejerzo. La pregunta clave. es: ¿Distribuyo bien mi tiempo y mis esfuerzos?
Para reformarme me servirán los pasos siguientes:
Debo recordar ante todo el principio fundamental, a saber: que mi existencia, estado de vida, trabajo, descanso, todo; ha de ser para servicio y alabanza de Dios.
PRIORIDADES
En seguida conviene hacer una lista de las cosas en que debo emplear mi tiempo, ordenándolas bajo varios títulos:
Como ser humano: sueño, comida, recreación, visitas a familia y amigos.
Como cristiano: oración, lectura y formación, apostolado.
Como miembro de una familia: responsabilidades, convivencia.
Como trabajador: obligaciones de trabajo, formación, convivencia.
Como responsable, según mis posibilidades, del bien común, local y nacional.
Cada persona desarrolla una serie de actividades y goza (o padece) de obligaciones diversas. Es importante detallar en este cuadro, todas las actividades en que debería yo emplear mi tiempo, según lo siento en el Señor, y precisar cuánto tiempo debería dedicar a ellas en la semana, en el mes, o en algún tiempo del año. Probablemente no cabe todo en el tiempo de que dispongo.
PLANIFICACIÓN
Después debo examinar mi lista para subrayar lo que merece primera prioridad, para reducir el tiempo dedicado a cosas menos importantes.
Quizás haya que suprimir algunas de las cosas que hago ahora, o recortarlas, porque hay otras cosas más importantes. En lo posible haré un plan de mi semana, mes, año, en que todo lo que es primera prioridad ocupe un espacio adecuado.
OFRECIMIENTO
Una vez hecho mi plan de reforma, la preguntaré al Señor en la oración.
Con mucha confianza le diré, que no quiero ni busco cosa alguna, sino en todo y por todo, la mayor alabanza y gloria de El mi Dios y Señor.
Le pediré que me ilumine, pensando que tanto más aprovecharé en todo lo espiritual; cuanto más saliere de mi propio amor, querer e interés, para estar disponible a la voluntad de El.
Terminaré dando gracias porque cuento con la ayuda del Señor, y con un Padre nuestro.
A modo de conclusiones o de aplicaciones en la vida diaria se presentan cinco esquemas relacionados con el discernimiento en la vida práctica.
Estos son:
EN LA ORIENTACIÓN PRINCIPAL O ESTADO DE VIDA
Al elegir mi estado de vida, solamente hay una cosa realmente importante: buscar y hallar lo que Dios quiere que yo haga en esta decisión. Yo sé que su llamado es fiel; me ha creado para encontrar mi felicidad y mi salvación en su servicio.
Todas mis decisiones tienen que estar de acuerdo con esta Voluntad del Señor.
Es fácil que yo me olvide de esta finalidad de mi vida, como se olvidan muchas personas en circunstancias semejantes.
Hay muchos, por ejemplo, que eligen el matrimonio, que es un medio, y solamente después procuran el servicio de Dios dentro del matrimonio; aunque este servicio debería haber sido lo primero, porque es el fin del hombre.
Igualmente hay gente que elige una carrera por el dinero, o por el éxito apetecido; sólo después piensan en el servicio de Dios. Todas estas personas ponen a Dios y su servicio en segundo lugar; y quieren que Dios los bendiga después que ellos han buscado su propio gusto.
En otras palabras, invierten el orden de las cosas: buscan que Dios (que es el fin) intervenga como medio para ayudarlos en lo que han elegido.
Conviene, pues recordar que todo mi objetivo en la vida debería ser buscar primero el servicio de Dios, en el estado de vida u orientación básica que El quiera para mí.
Con este objetivo en vista puedo deliberar y buscar la luz del Señor para saber si El quiere que yo me case o no, si elijo una carrera u otra, si mi vida de apostolado será como laico o religioso o sacerdote. Todos estos son medios que he de elegir según la Voluntad de Dios.
Mi propósito debe ser: elegiré la orientación de mi vida como un medio para servir a Dios, y solamente por inspiración del Señor que me guía en su servicio y mi salvación.
EN LA DEDICACIÓN DE MIS ESFUERZOS
Muchas veces, en un retiro, me encuentro no con la elección de un estado de vida – porque ya lo tengo elegido – sino con la reforma o mejoramiento de la vida que ya llevo. Esto se puede aplicar a un estado como matrimonio, sacerdocio, vida religiosa, o también a una carrera o actividad profesional que ya ejerzo. La pregunta clave es: ¿Distribuyo bien mi tiempo y mis esfuerzos? Para reformarme me servirán los pasos siguientes:
Principio fundamental
Debo recordar ante todo el principio fundamental, a saber: que mi existencia, estado de vida, trabajo, descanso, todo; ha de ser para servicio y alabanza de Dios.
PRIORIDADES
En seguida conviene hacer una lista de las cosas en que debo emplear mi tiempo, ordenándolas bajo varios títulos:
Como ser humano: sueño, comida, recreación, visitas a familia y amigos
Como cristiano: oración, lectura y formación, apostolado.
Como miembro de una familia (o comunidad religiosa): responsabilidades, convivencia.
Como trabajador: obligaciones de trabajo, formación, convivencia.
Como responsable, según mis posibilidades, del bien común, local y nacional.
Cada persona desarrolla una serie de actividades y goza (o padece) de obligaciones diversas. Es importante detallar en este cuadro, todas las actividades en que debería yo emplear mi tiempo, según lo siento en el Señor, y precisar cuánto tiempo debería dedicar a ellas en la semana, en el mes, o en algún tiempo del año. Probablemente no cabe todo en el tiempo de que dispongo.
PLANIFICACIÓN
Después debo examinar mi lista para subrayar lo que merece primera prioridad, para reducir el tiempo dedicado a cosas menos importantes.
Quizás haya que suprimir algunas de las cosas que hago ahora, o recortarlas, porque hay otras cosas más importantes. En lo posible haré un plan de mi semana, mes, año, en que todo lo que es primera prioridad ocupe un espacio adecuado.
OFRECIMIENTO
Una vez hecho mi plan de reforma, la preguntaré al Señor en la oración. Con mucha confianza le diré que no quiero ni busco cosa alguna, sino en todo y por todo, la mayor alabanza y gloria de El mi Dios y Señor. Le pediré que me ilumine, pensando que tanto más aprovecharé en todo lo espiritual; cuanto más saliere de mi propio amor, querer e interés, para estar disponible a la voluntad de El.
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Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
www.iterindeo.blogspot.com
Publicado por Wilson f.
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