lunes, 29 de abril de 2013

DE NICOLÁS DE DAMASCO, EL CRONISTA QUE TANTO HABRÍA APORTADO SOBRE JESÚS DE HABERNOS LLEGADO SU OBRA


Del notable historiador de la época en la que nació Jesús, Nicolás de Damasco, es muy poco lo que conocemos, pero sí lo suficiente como para saber de la importancia de su obra y que, de haber llegado a nuestros días, es mucha la valiosa información que nos habría aportado sobre el contexto en el que nace Jesús, y puede que hasta de las pretensiones dinásticas que pudiera tener por entonces la familia del Rey David a la que Jesús pertenecía, quien sabe si también de la matanza de los inocentes de la que sólo conocemos a través de esa fuente histórica que es el Evangelio de Mateo, y de tantas otras cosas…

Lo cierto, sin embargo, es que nada nos ha llegado de ningún escrito salido de su mano, y cuanto de él y de su obra sabemos, lo conocemos por las menciones que de ambos realizan otras fuentes que sí han llegado a nuestros días, así Suidas, así Ateneo, así Flavio Josefo…

Todo esto dicho, sí sabemos que nace en Damasco hacia el año 64 a.C.; que su padre se llamaba Antípatro; que tenía un hermano de nombre Ptolomeo que bien podría ser funcionario y amigo de Herodes; que aunque no parece ser un judío convicto y sí en cambio un convencido aristotelista, vivió unos veinte años en Jerusalén; y que murió en Roma hacia el año 6 d. C., es decir hacia el momento en el que Jesús tenía unos diez años, teniendo él unos setenta.

Nicolás llega a situarse muy cerca de Herodes el Grande, tanto que Flavio Josefo, que menciona su nombre en innúmeras ocasiones, llega a llamarle en su libro de las Antigüedades “el historiador que estaba a su servicio” (Ant. 16, 7, 1) y a decir de él que lo que decía era para “halagar a Herodes” (Ant. 14, 1, 3).

Parece que es el propio Herodes el que el anima a escribir sobre historia. En todo caso, acompaña al gran rey idumeo en su último viaje a Roma, mostrándose en tal ocasión como suerte de maestro o tutor del rey. Ya antes, en el 14 a. C., lo había acompañado a Asia Menor para visitar a Marco Agrippa, ocasión en la que los buenos oficios de Nicolás parecen inclinar al romano a no despojar a los judíos de los privilegios de los que gozaban, ocasión que Josefo aprovecha para realizar esta mención que demuestra que conoce bien la obra de Nicolás y que ésta contiene mucha información:

“Si alguien quiere conocer el detalle de los hechos, lea los libros ciento veintitrés y ciento veinticuatro de la Historia de Nicolás” (Ant. 12, 3, 2).

Cuando Herodes incurre en la ira de Augusto por su campaña contra los árabes, por cierto, mencionada en el Nuevo Testamento (2 Co. 11, 32-33; Hch. 9, 23-24), manda a Nicolás a Roma en el año 7 a. C., consiguiendo éste no sólo recuperar el favor imperial, sino hasta el castigo de los enemigos de Herodes.

Según recoge la “Historici Græci Minores” en el fragmento de la autobiografía de Nicolás del que se hace eco (op. cit. 1, 141), el historiador y consejero de Herodes se mostró contrario a la ejecución de los hijos de Herodes, Alejandro, Aristóbulo y Antípatro, ordenadas por su propio padre poco antes de morir.

Nicolás será también leal consejero de Arquelao, hijo de Herodes el Grande que hereda la tetrarquía más importante que deja su padre, la de Judea. Con él viaja a Roma para defender sus derechos frente a los de sus hermanos. Queda claro que Nicolás gozó de la estima del Emperador Augusto

También la Mishná y el Talmud judías contienen referencias a Nicolás de Damasco, a quien se refieren como “Niḳalwasin”.

Luis Antequera

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