Este día es uno de los que
rezuman evangelio. No es necesario hacer mucho esfuerzo para contemplar y
escuchar a Cristo que nos entrega su testamento, nos habla desde su corazón humano
y divino del mandamiento nuevo del Amor. Sus palabras, sus gestos, sus
sentimientos impregnan el ambiente de un clima sobrenatural. “Amaos unos a
otros como yo os he amado… Este es mi mandamiento…” Y les lava los pies uno a
uno, y realiza el gran milagro de la Eucaristía para que le podamos comer y
estar siempre con nosotros. Y a los Apóstoles los ordena sacerdotes y les manda
hacer eso en memoria de Él.
Es muy fácil cerrar los ojos y
contemplar la escena, empaparnos de ese clima celestial jamás imaginado por el
hombre. Estamos tocando lo más entrañable del corazón de Dios. Y ese es el
cristianismo, esa es la Voluntad de Cristo: dar su Vida por nosotros, quedarse
con nosotros para siempre. Pero para que esto sea posible hace falta que
acerquemos nuestro corazones y nos encontremos como hermanos.
El Papa Francisco habla de la
“Cultura del encuentro”, y dice: La cultura del encuentro es lo que hace que
la familia y los pueblos vayan adelante… Somos especialmente sectarios,
enseguida armamos el rincón propio… O somos un genio cada uno para organizar y
dirigir, o somos tontos que no sabemos ponernos de acuerdo… Nos cuesta mucho el
encuentro; tendemos más bien a señalar lo que nos separa y no lo que nos une;
tendemos a potenciar el conflicto, en vez del acuerdo. Me animaría a decir que
nos encanta guerrear entre nosotros (Conversaciones con Jorge Bergoglio, pag. 111 y s.
Todo ello es lo más opuesto al amor
que predica Cristo, y que está en el ambiente del Jueves Santo, y en todo el
Evangelio. Y cuando esto ocurre es muy difícil hacer Iglesia, porque cada uno
va a lo suyo. Y esto no quiere decir que vamos a uniformarnos y adoptar todos
el mismo color. Pero sí debe haber una armonía para que haya belleza, como
ocurre en un cuadro, o en un bonito paisaje.
¿Cómo se avanza en una cultura
del encuentro? Por lo pronto reflexionando a fondo sobre lo que es la cultura
del encuentro humano. Una cultura que supone, centralmente, que el otro tiene
mucho para adarme. Que tengo que ir hacia él con una actitud de apertura y
escucha, sin prejuicios, o sea, sin pensar que porque tiene ideas contrarias a
las mías, o es ateo, no puede aportarme nada. No es así. Toda persona puede
aportarnos algo y toda persona puede recibir algo de nosotros. El prejuicio es
como un muro que nos impide encontrarnos… Etiquetamos a la gente para evitar el
diálogo, el encuentro. Y terminamos fomentando el desencuentro… Hay un problema
de comunicación que fomenta tres acciones: la desinformación, la difamación y
la calumnia (Ibídem 113-114).
Está poniendo el Papa Francisco,
en su etapa de Cardenal, el dedo en la llaga que está minando la salud
espiritual y psicológica de nuestro mundo. Pero esto hay que evitarlo
decididamente de nuestro ambiente eclesial. El Pueblo de Dios no puede ser
nunca un ejército en batalla contra sigo mismo. Y tampoco en batalla contra
nadie, sino un pueblo que camina alegre y humilde con la Verdad por delante, y
sembrando amor sincero.
En la celebración de este Jueves
Santo, y en los ratos que pasemos ante Cristo Eucaristía especialmente expuesto
en los monumentos de las Iglesias y capillas, debemos pensar sobre
nuestra actitud hacia los demás, la mía en concreto. Y ver si estoy colaborando
en el encuentro entre mis hermanos los hombres. Y salir dispuesto a
darle un abrazo a la Cruz de Cristo, en donde El rubricó el Testamento de la
última Cena.
Juan
García Inza
No hay comentarios:
Publicar un comentario