Los chicos le regalan una cruz y
un reclinatorio de madera.
Tras la Coena
Domini y el lavatorio de pies a doce jóvenes del correccional de Casal del
Marmo, Francisco se reunió con los internos, quienes le obsequiaron con una cruz y un reclinatorio de madera hechos por ellos
mismos en el centro. Atrás quedaba la novedosa -por el entorno-
ceremonia del Jueves Santo del nuevo Papa, durante la cual les lanzó un mensaje
muy claro: "No os dejéis robar la
esperanza. ¡Siempre con la esperanza por delante!".
En la
homilía de la misa, Francisco explicó el sentido de ese gesto de Jesús con los
Apóstoles que todos los sacerdotes del mundo repiten en Jueves Santo: "Si
el Señor y Maestro lavó los pies a sus discípulos, vosotros debéis hacer lo
mismo. Es el ejemplo del Señor. Entre nosotros, quien está más alto debe estar al servicio de los demás, y de eso
es signo lavarles los pies. Y esto que yo hago lavándoos los pies, y que hago
con amor y me nace del corazón, es también un deber para mí como obispo y como sacerdote. Es una caricia de
Jesús, que vino justo para eso, para servir, para ayudarnos".
El Papa explicó también el sentido del perdón: olvidar los males sufridos: "Si estoy irritado con uno, puedo decirme ´déjalo pasar´ y hacer algo por él. Debemos ayudarnos unos a otros".
La llegada del Papa Bergoglio había sido un motivo de gran fiesta también entre los funcionarios de prisiones y sus familiares, que le esperaban a las puertas del centro. Una vez dentro, toda su atención fue para los cincuenta internos, de los cuales doce, de distintas nacionalidades y confesiones religiosas, fueron elegidos para el lavatorio.
Concelebraron con el Papa el cardenal vicario de la Urbe, Agostino Vallini, y el padre Gaetano Greco, capellán del reformatorio. Les ayudaron dos diáconos y dos seminaristas romanos, uno de ellos colombiano.
El Papa explicó también el sentido del perdón: olvidar los males sufridos: "Si estoy irritado con uno, puedo decirme ´déjalo pasar´ y hacer algo por él. Debemos ayudarnos unos a otros".
La llegada del Papa Bergoglio había sido un motivo de gran fiesta también entre los funcionarios de prisiones y sus familiares, que le esperaban a las puertas del centro. Una vez dentro, toda su atención fue para los cincuenta internos, de los cuales doce, de distintas nacionalidades y confesiones religiosas, fueron elegidos para el lavatorio.
Concelebraron con el Papa el cardenal vicario de la Urbe, Agostino Vallini, y el padre Gaetano Greco, capellán del reformatorio. Les ayudaron dos diáconos y dos seminaristas romanos, uno de ellos colombiano.
ReL
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