viernes, 8 de marzo de 2013

DEL PATRIARCADO DE ETIOPÍA EN LA HISTORIA


Les hablaba el pasado día 6 de febrero de aquel español que llegó a ser ni más ni menos que Patriarca de Etiopía, Andrés Oviedo (conozca aquí su extraordinaria biografía si lo desea) una de esas profesiones, por llamarla de alguna manera, en la que uno esperaría encontrarse cualquier cosa menos a un español. Los españoles somos así ¡qué quiere Vd. que yo le diga! La figura la conocimos bien, pero quedó en el aire una pregunta que formulo ahora: y esto del “patriarcado de Etiopía”… ¿en qué consiste en realidad?

Precisamente este medio se hacía eco hace poco del nombramiento del nuevo o Patriarca etíope –patriarca al que los etíopes llaman el “Abune” por cierto, algo así como “nuestro padre”, raíz ésta presente también en la palabra hebrea “abbá” (papá) que vemos a Jesús pronunciando en los evangelios- en la persona de Mattías, justo cuando Roma se enfrenta a una situación similar al hallarse en las vísperas de designar la persona que regirá sus destinos durante los próximos años.

Pues bien, para entender en qué consiste este patriarcado etíope que desde hace unos días cuenta con un nuevo titular, son varias las cosas que se han de comprender.

Lo primero que se ha de decir al respecto es que el nuevo Abuna gobernará sobre la importante iglesia etíope, la cual es una iglesia separada de Roma desde que el Concilio de Calcedonia del año 451 condenara el monofisismo, es decir la tesis según la cual en Jesús existe una única naturaleza y que esa naturaleza es la divina -no era pues verdadero hombre- que por entonces profesaban, y después han seguido profesando, los cristianos etíopes.

Lo segundo que se ha de decir es que esa iglesia etíope, a pesar de hacerse llamar a sí misma “ortodoxa”, es decir que practica la recta enseñanza (de orto=recto, y doxia=enseñanza), algo que nadie en el mundo es capaz de negar a su propio pensamiento, nada tiene que ver tampoco con las iglesias que reclaman para sí idéntica pretensión e idéntica denominación, es decir las iglesias ortodoxas griega, rusa, constantinopolitana, rumana, búlgara, etc., vinculadas entre sí, pero de las que les separa la misma cuestión dogmática que les separa del catolicismo romano, a saber, la tesis monofisita sobre la naturaleza de Jesús.

Lo tercero que se ha de decir es que esa iglesia etíope tiene una más que cierta vinculación con el mundo de los cristianos coptos, todos los cuales profesan el monofisismo. Unos coptos que ocupan esa región del nordeste de Africa que abarca Egipto, Sudán, Etiopía y Eritrea, es decir, la cuenca del Nilo, y que en ella constituyen una apabullante mayoría entre cuantos practican el cristianismo. Sólo a modo de ejemplo, hablamos de unos 60 millones de coptos monofisitas frente a unos 200.000 copto-católicos en comunión con Roma.

Lo cuarto que se ha de decir es que incluso entre esos cristianos coptos que tienen en común la parte del territorio del planeta que ocupan y la profesión monofisita, las tensiones han existido en todo momento, y sería todo un tema analizar la relación existente entre el Patriarca de Alejandría, líder de los coptos egipcios -ministerio por cierto recientemente renovado también en la persona del nuevo Patriarca Tauadros II-, y el Patriarca de Etiopía, líder de los etíopes, así como el sistema de prelaciones y primacías que observan uno y otro en cada momento de la historia y en la actualidad.

Y lo quinto que se ha de decir es que dichas iglesias, amén de la relación que mantienen respecto de las iglesias europeas, tanto la católica como la ortodoxa, basada en la lejanía, comparten también una especialísima relación con el islam, basada aquí en la inevitable cercanía, ya que por mor de la historia, con él se ven obligadas a compartir el vasto territorio de la cuenca del Nilo, bien que en situación muy diferente según el país del que se trate: son mayoritarios los cristianos en Etiopía; son mayoritarios los musulmanes en Egipto y en Eritrea; y son igualitarios unos y otros en Sudán, donde, por cierto, se ha procedido a la división del territorio, creando una nueva situación por lo que al tema religioso se refiere, que convierte a los cristianos en mayoritarios en Sudán del Sur, y en minoritarios en Sudán del Norte.

Dicho todo lo cual, estamos ahora en mejor situación de comprender lo sucedido en Etiopía, donde los cristianos coptos monofisitas etíopes (ni más ni menos, ni menos ni más) han elegido al nuevo patriarca, -Mattias como se ha dicho-, que ha de regir los destinos de su iglesia durante los próximos años y gobernar sobre una iglesia de nada menos que 45 millones de fieles, una de las iglesias cristianas más importantes del mundo no siendo la católica.

Y ahora la pregunta: y nuestro Andrés de Oviedo del que hablábamos hace poco, Patriarca de Etiopía como se ha dicho… ¿qué tiene que ver con el Patriarca Mattias que acaba de ser elegido? ¿Se halla si quiera en su línea de sucesión?

Muchos de Vds. se andarán barruntando la respuesta. No, rotundamente no. Andrés de Oviedo en absoluto fue el patriarca que se autootorgaron los cristianos coptos monofisitas etíopes de una determinada época en la línea sucesoria del actual, ¡que más habría querido él que poder ser considerado tal, habría significado que su misión se había culminado con el éxito! No, sino que formó parte de un proyecto del Papa Julio III el cual quiso instaurar en Etiopía un patriarcado católico capaz de hacer volver a los monofisitas etíopes al redil del cristianismo romano de la Epistola ad Flavianum(1), vale decir, del catolicismo. Algo en lo que nuestro pobre, heroico y santo compatriota, sin embargo, fracasó, lo que en modo alguno resta mérito a su inmensa figura, pues la dimensión de la obra era demasiada para las escasas manos y apoyos con los que contó. Bastante hizo con entregar su vida a la que se constituyó su nueva patria etíope y con dejar en ella el testimonio de su santidad, aún no reconocida por Roma (¿en qué están pensando los postuladores jesuitas?).

Como Patriarca católico de Etiopía Oviedo no tuvo predecesor, bien que el Papa hubiera nombrado a un portugués, João Nuno Barreto, el cual no llegó ni a tomar posesión de su puesto, algo en lo que Oviedo mostró mucho más coraje y arrojo que él. Y menos aún tuvo un sucesor, pues el proyecto de un Patriarca romano de Etiopía murió con él… como con él había nacido. O por lo menos un sucesor inmediato, porque más de un siglo después volverán a producirse movimientos importantes en Etiopía. Pero eso amigo lector, y como tantas veces les digo, es harina de otro costal, con la que no conviene cocinar aquí y ahora.

Luis Antequera

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