Es esta una frase que más de una vez la hemos escuchado…, o bien nos la han dicho cuando éramos pequeños, o bien la hemos escuchado de un padre o una madre a su travieso hijo. Pero sin embargo la frase, no responde a ninguna realidad y denigra la figura del Padre amoroso, que es Dios y que jamás usa el castigo. Y así es, porque de tal tamaño es el amor que Dios nos tiene, que aún pudiendo hacerlo jamás nos castiga y no cabe duda que sobrados motivos tiene para hacerlo una y otra vez. Dios es amor y solo amor y el que ama no castiga. Él busca y tiene otros medios para que caminemos hacia Él que es su mayor deseo. La fuerza del amor es superior a toda otra fuerza incluso a su antítesis que es el odio y precisamente es la fuerza de su amor lo que siempre emplea el Señor y donde nosotros creemos ver castigo, fuera ya de este dichos mundo, comprenderemos que lo que estimábamos como castigo de Dios todo era una dulce expresión de su amor para que caminásemos hacia Él.
La mayoría de la gente, incluidos creyentes practicantes, tiene en su visión, una idea y mentalidad, muy equivocada acerca de quién es Dios, y cuáles son las reacciones de Él, frente a nuestras conductas, cuando estas o bien son depravadas, o bien son amorosas hacia Él. Para poder acercarnos a tener una idea, de lo que más se ajusta a estas cuestiones, hemos de comenzar desde una correcta base de quién es Dios, porqué nos ha creado y que es lo que Él espera de nosotros.
Esencialmente, todo gira en torno a un concepto y si prescindimos de él es imposible entender nada. Me estoy refiriendo al amor, entendido este con su carácter sobrenatural y el natural, en cuanto es este una proyección del amor sobrenatural divino, pues el amor natural humano nuestro, solo es perfecto en cuanto goza de las cualidades del amor sobrenatural divino y se desprende de ese egoísmo con el que nosotros amasamos todo lo que llamamos amor, porque la mayoría de las veces amamos, porque esperamos obtener una compensación de la persona, o del bien amado. En el amor sobrenatural, es de ver que Dios nos ama desinteresadamente, no espera de nosotros ninguna compensación material. Nosotros nada podemos darle que Él nada que ya no tenga.
La esencia de Dios es el amor y solo el amor (Jn 4,16) y como decíamos esta es la razón por la cual todo gira en función del amor. Por razón de amor hemos sido, todos creados. Para Etienne Brot, “Ese Dios trinitario, acostumbrado desde toda la eternidad a un amor interpersonal de pureza perfecta, ha sido, pues, totalmente desinteresado en su obra creadora, no pensando en modo alguno en Si mismo, en su recreo o en su satisfacción personal, sino únicamente en el bien y en el interés de sus criaturas a las que quiso dar todo lo que Él es y todo lo que tiene, excepto algo cuya importancia crecerá a raíz del pecado original; no les ha dado, ni les dará jamás, su inalienable naturaleza de Creador. Serán pues criaturas eternamente felices y se beneficiarán de Sus dones no por naturaleza, sino por la gracia”.
También Edward Leen nos aclara más el tema diciéndonos: “El primordial propósito de la creación fue que la perfección infinita de Dios se pusiera de manifiesto en otros seres que debían de ser reflejo de su existencia y de su belleza. Entre estos seres tenía que haber algunos que fueran imágenes de la vida consciente de Dios, de su vida de conocimiento y amor.…. La grandeza y la felicidad de los seres inteligentes consisten en la fidelidad con que reflejan las perfecciones de Dios en sí mismos. De ahí se deriva que la gloria de Dios y la felicidad de la criatura fiel son materialmente, aunque no formalmente idénticas. Su propósito al crear a los ángeles y a los hombres fue el de hacerles felices con su propia felicidad. Ellos no tienen más que admitir esa felicidad admitiendo a Dios en sus almas”.
Cada hombre, cada uno de nosotros hemos sido creados directamente por Dios. Entre el infinito de imágenes que existirían y que existen en la mente divina, entre una infinitud de almas, que Dios podía escoger para crear, Él nos ha elegido a nosotros y posiblemente una mayoría de imágenes de las indicadas, jamás serán llamadas a la existencia, nos dice el sacerdote norteamericano Leo Trese.
En el Kempis, podemos leer: “Sobre todo me mostraste la ternura de tu amor entrañable al crearme, cuando yo era pura nada; y, cuando andaba errante tan lejos de Ti, y me volviste a Ti para que te sirviera, ordenándome que te amara”. Y San Agustín decía: “¿Qué había hecho para existir? (…). Por tanto, si nada era antes de existir, de ningún modo pude merecer la existencia”.
El amor en Dios es el todo de todo. Nosotros, como hemos visto, hemos sido creados pues, por pura razón de amor, y Dios nos ama de una forma que no podemos imaginárnosla y tiene el vehemente deseo de que le amemos, para que así demostrándoles nosotros nuestro amor a Él, podamos ser eternamente felices compartiendo su gloria. Más de una vez he escrito que todos estamos aquí para superar una prueba de amor, porque el amor es el que nos da, el pasaporte que necesitamos para poder entrar en el Reino de Dios.
Como ya antes decíamos, Dios no castiga ni en esta vida ni en la otra. En esta vida ve con alegría y con tristeza que unos caminan en el amor hacia Él y otros les dan la espalda, pero no castiga, sino que como quiere que todo el mundo se salve, voluntad salvífica universal del Señor, con todos nosotros, tanto los que le amamos, como con los que no le aman, utiliza los bienes y los males que nos suceden y que Él permite, no para castigarnos sino para atraernos hacia Él. Dios nos quiere de una forma y de una cuantía tal, que no podemos ni imaginárnosla, y por ello utiliza los bienes que recibimos, y los males que soportamos no por razón de haber sido estos creados por Él, Dios no crea el mal, sino que este es siempre el fruto, bien directamente de nuestros propios pecados, o bien de los pecados de los demás. Porque no olvidemos la frase que dice: La gente en este mundo se salva y se condena en racimos, Ya que existe una indudable interdependencia entre todos nos otros, y el bien como el mal que realicemos personalmente le afecta a todo el cuerpo místico de Cristo, por esto se dice que: La gente en este mundo se salva y se condena en racimos.
En la otra vida, tampoco Dios castiga a nadie. El que se va al infierno, va libremente y por su propio pie sin que nadie le empuje, pues al no aceptar el amor que Dios continuamente le ha estado ofreciendo, el reprobado, al llegar al más allá, se ha salido del ámbito de amor del Señor, y esa falta de amor, ese vacío de amor en su ser, automáticamente se le convierte en la antítesis del amor que es el odio. Carece ya del amor que es pasaporte para acceder al Reino de Dios, al cual ha renunciado, al no aceptar el amor que Dios, que hasta el último momento de su vida le ha estado ofreciendo el Señor. En esta situación él comprende que su único camino es entrar en el reino del odio y las tinieblas, que se llama infierno. Las cosas son así, el que quiera que las acepte y el que no quiera aceptarlas, que luego no vaya diciendo, que: Yo no sabía que esto es así. La vida no es como El Corte inglés donde caben las devoluciones y si no estás contento con tu compra, te devuelven el dinero.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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