jueves, 21 de febrero de 2013

PEDIR O NO PEDIR


"Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.

¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!

Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas."

Los hombres nos vamos de un extremo a otro. O bien, apoyándonos en este texto, convertimos la oración en una lista de peticiones, o hacemos de la oración un acto narcisista en el que nos olvidamos de Dios y buscamos solamente la paz interior, mirarnos plácidamente el ombligo.

Últimamente se ha denostado mucho la oración de petición, hasta el punto de barrerla de la espiritualidad. Sin embargo, Jesús, en este texto, nos dice claramente que hemos de pedir. Pero nosotros olvidamos un detalle. Jesús nos dice que el padre dará a los que pidan. Dará "cosas buenas". ¿Quién sabe qué cosas son las buenas, el padre o el hijo? Normalmente es el padre. A nosotros nos gustaría transformar la oración en una máquina expendedora. Echamos las monedas de la oración, marcamos el producto que deseamos y el Padre nos las concede. Eso es desvirtuar la oración y tener una imagen de Dios totalmente equivocada.

Y aún queda otro detalle. Jesús no se queda en la oración. Pasa a lo que debemos hacer: "Haced con los demás lo que queréis que los demás hagan con vosotros." La oración debe acercarnos siempre al otro. No encerrarnos en nosotros mismos.

Joan Josep Tamburini

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