"Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del río Jordán, y el Espíritu lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días, y el diablo le puso a prueba. No comió nada durante aquellos días, y después sintió hambre. El diablo le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
– La Escritura dice: 'No solo de pan vivirá el hombre.'
Luego el diablo lo llevó a un lugar alto, y mostrándole en un momento todos los países del mundo le dijo:
– Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países, porque yo lo he recibido y se lo daré a quien quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
– La Escritura dice: 'Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.'
Después el diablo lo llevó a la ciudad de Jerusalén, lo subió al alero del templo y le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque la Escritura dice:
'Dios mandará a sus ángeles para que cuiden de ti y te protejan. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna.'
Jesús le contestó:
– También dice la Escritura: 'No pongas a prueba al Señor tu Dios.'
Cuando ya el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de él por algún tiempo."
El texto de hoy nos presenta a Jesús en el desierto. Dice el fragmento, que es el Espíritu el que lo conduce allí. Y lo que encontrará en el desierto es la tentación. Jesús se encuentra ante las tres tentaciones que recibe todo hombre, antes y ahora. Ante Jesús se presentan los tres enemigos del Hombre: el ansia de poseer, el ansia de poder y el utilizar a Dios, a la religión, en nuestro propio provecho. Nos basta con observar la sociedad actual, la corrupción, los artimañas para conseguir el poder y el estado de las Iglesias y la utilización de las religiones como excusa para la guerra, para darnos cuenta, que estas son nuestras tentaciones.
Jesús responde claramente. El poseer, el dinero, simbolizado por las piedras convertidas en panes, no dan la felicidad, ni solucionan los problemas de este mundo.
El poder corrompe y debe estar sometido a la voluntad de Dios. Es decir, ha de servir para procurar el bien del hombre.
Utilizar la religión para el propio provecho es tentar a Dios. Es utilizar su nombre en vano. Desgraciadamente lo hacemos demasiado a menudo. Jesús, durante su vida, utilizó el nombre de Dios para curar, sanar, devolver la vista, perdonar...Nunca en su propio provecho.
Las tentaciones de Jesús son las tentaciones de la Humanidad. Si somos de verdad sus discípulos, debemos superarlas como Él lo hizo. Si somos cristianos no podemos basar nuestra vida en tener cosas, ni en el poder sobre los demás. Pero todavía menos, desvirtuar la religión, convirtiéndola un un arma contra los demás y en causa de injusticia, odio y persecución.
En todo caso, las tentaciones nos ayudan a reconocer nuestros límites, a vernos débiles y frágiles. Pero, a la vez, a tener la seguridad de que con Él podemos vencerlas, porque ya las venció durante su vida en este mundo...
Joan Josep Tamburini
Reconforta encontrarse en Internet con un blog cuyo centro neurálgico, centífrugo y centrípeto, es Cristo.
ResponderEliminarYo también, modestamente, aficionado al arte, al cine, a la música, al pensamiento, a la creación literaria, pretendo mantener un blog militante cristiano.
Saludos hasta Perú.