"Éramos 42 parias de la sociedad en el periodo comprendido entre septiembre de 1943 y junio de 1944", recuerda un antiguo coronel de infantería: estudiantes, soldados, políticos "que pasaron nueve meses protegidos" bajo esa institución gracias al "diligente y celoso monseñor Carreira".
UN HOMBRE NOTABLE
SEPTIEMBRE DE 1943: EMPIEZA LO PEOR
Monseñor Carreira reaccionó enseguida, como muchas otras instituciones eclesiásticas: "Ofrecí asilo a pesonas perseguidas por leyes injustas e inhumanas", escribe, siendo su alimentación el primer problema, que resolvió siempre para que nada faltase a sus huéspedes.
"Nunca faltó de nada", afirmó en 1946 Francesco Santostefano, médico, uno de los refugiados. Otro de ellos, Elio Cittone, quien vive todavía, recuerda que los nazis llamaron a la puerta del Pontificio Colegio Portugués de Roma a finales de aquel año, pero Don Joaquim ya había preparado escondites en el edificio, que fueron ocupados. Elio tenía 16 años y se hallaba allí junto con su tío Isaac, anticuario judío. "Le estoy muy agradecido" -evoca el hoy anciano respecto a monseñor Carreira- "y siempre recordaré que me salvó la vida".
La nómina de las personas que se acogieron a su hospitalidad y refugio es muy notable, entre ellos Giuseppe Caronia (1884-1977), médico líder del Partido Popular y rector de la Universidad de Roma al finalizar la contienda; Cesare Frugoni (1881-1978), judío, también médico de prestigio porque lo había sido tanto del dirigente comunista Palmiro Togliatti como del mismo Benito Mussolini; Vincenzo Agado, partisano; el hijo del abogado socialista Antonio Priolo, alcalde de Reggio Calabria bajo la ocupación aliada; Angelo Venturelli, miembro del partido socialista y futuro muñidor de un encuentro entre el histórico líder socialista italiano Pietro Nenni y monseñor Giovanni Battista Montini, futuro Pablo VI; Mario Jacopetti, profesor de la Universidad de Nápoles; los hermanos Francesco y Marcelo Cavaletti, funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Estos últimos sintetizan lo que fue, en palabras del partisano citado, el "oasis" creado por Joaquim Carreira: "Los sacerdotes arriesgaban mucho, y lo sabían".
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