"En el año quincea del gobierno del emperador Tiberio, Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo gobernaba en Iturea y Traconítide, y Lisanias gobernaba en Abilene. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. Por aquel tiempo habló Dios en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, y Juan pasó por toda la región del río Jordán diciendo a la gente que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados. Esto sucedió como el profeta Isaías había escrito:
Se oye la voz de alguien que grita en el desierto:
- ¡Preparad el camino del Señor; abridle un camino recto!
Todo valle será rellenado, todo monte y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados y allanados los caminos escabrosos.
Todo el mundo verá la salvación que Dios envía."
Lucas nos presenta hoy la figura de Juan Bautista. Lo hace citando un texto de Isaías que nos invita a preparar el camino a la llegada de Jesús.
Nos quejamos de la ausencia de Dios en nuestro mundo. Pero, ¿preparamos el camino para su llegada?¿Hacemos de nuestra sociedad un lugar donde Dios pueda hacerse visible? Protestamos porque se quieren eliminar los símbolos religiosos de los lugares públicos y reducir la religión a algo estrictamente privado. Pero, ¿son los objetos, los edificios, las manifestaciones públicas, las que muestran la presencia de Dios?¿Es así como abrimos caminos al Señor?
La preparación empieza por nosotros mismos. Somos nosotros los que debemos cambiar. Campañas, grandes eventos, ceremonias, documentos...no sirven de nada, si no empezamos por cambiar nuestro interior. Hemos de empezar por entrar en lo profundo de nuestro corazón. Necesitamos silencio y meditación. Allí descubriremos, qué es lo que debemos cambiar para que Jesús pueda establecer su morada en nosotros. Necesitamos un corazón puro, para ser sinceros con nosotros mismos y reconocer nuestros defectos para poder avanzar.
Si cada uno de nosotros descubre ese mundo interior al que sólo podemos llegar mediante la oración, entonces podremos abrirnos hacia los demás y cambiar nuestra sociedad. Es a partir de una profunda vida interior, que podemos descubrir a Dios en los demás, en los sencillos, en los pobres, en los que sufren... en todos los hombres.
Preparar el camino al Señor, comienza por preparar nuestro interior. Nuestra lucha por la justicia. nuestra búsqueda de un mundo mejor, nuestra entrega a la causa del más débil, será un fracaso, sino está arraigada en una profunda vida interior.
Nuestra sociedad no nos ayuda a buscar momentos de interiorización. Es un trabajo que nos corresponde a cada uno de nosotros. El camino al Señor, se prepara con silencio, buscando la paz en nuestro interior. Es allí donde descubriremos cómo hemos de cambiar, qué hemos de hacer en la sociedad, para que sea la sociedad del Señor. Desde lo profundo de nuestro corazón saldrá la fuerza que nos permitirá cambiar nuestra vida, convertirnos. Que es lo que nos pide Adviento...
Joan Josep Tamburini
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