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La formación en la fe no está completa sin la formación en la moral. Quien tiene su fe clara y sabe cómo actuar para tener una vida buena será verdaderamente feliz, ya que las virtudes persiguen la perfección humana, plenificada en la felicidad.
En encuentra.com tenemos a disposición una considerable selección de artículos que tratan sobre los valores y las virtudes. Estos artículos están al servicio de la formación moral de los cristianos y pretenden aclarar los conocimientos sobre los valores y las virtudes.
Anteriormente estos artículos estaban disponibles en su propia página valoresyvirtudes.com. Estos contenidos han hecho sinergia con encuentra.com gracias al Padre Tomás Trigo, de la Facultad de Teología Universidad de Navarra.
Dejamos los artículos a la disposición de los interesados para que tengan claridad sobre la noción de plenitud humana y puedan llevarla a cabo a través de la práctica.
¿QUÉ ES LA VIRTUD?
“Toda virtud perfecciona la buena disposición de aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia (…) Si es así en todos los casos. la virtud del hombre será entonces aquél hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizará bien la obra que le es propia.”
ARISTÓTELES, ÉTICA NICOMAQUEA II, 6
Muchas veces hemos oído hablar de la virtud entendiendo, seguramente, una disposición para hacer el bien. Entender la virtud de este modo no es incorrecto, pero sí incompleto. Para acercarnos al conocimiento de la naturaleza de la virtud debemos tener en cuenta de quién predicamos la virtud y en función de qué fin existe.
Para lograr esto un gran maestro y esclarecedor es Aristóteles. Este filósofo griego explica con un lenguaje entendible la naturaleza de la virtud y recoge la tradición de los ilustres filósofos anteriores.
LA VIDA HUMANA CON RESPECTO A UN FIN
¿Tiene una finalidad la vida del hombre? Responder esta pregunta ha tomado siglos de desarrollo filosófico. La mayoría de los autores clásicos apuntan que la vida humana tiene sentido, pues si las cosas naturales tienen tendencias propias en ciertos comportamientos, sería raro que el hombre no tuviera una finalidad. Cuantimás teniendo presente que el hombre actúa por libertad y razón moderada en la persecución de ciertas metas que le aparecen buenas.
¿Qué es entonces la finalidad que propone la filosofía clásica? La felicidad como estado pleno del hombre. Esto debe ser entendido en el ámbito de la vida humana natural, pues en el plano sobrenatural existe la plenitud en la bienaventuranza, que implica gracia y virtud. Volviendo al ámbito natural de la plenitud humana, mencionemos que la finalidad en la felicidad da orientación a las acciones de la vida. Cuando nos preguntamos ¿Qué quiero? enfocamos nuestras acciones para conseguir tal fin.
Ahora bien, este fin que es la felicidad ¿Lo podemos elegir nosotros o es un fin impuesto? Sería difícil pensar en una felicidad impuesta, pues en poco notaríamos que ese estado placentero no es felicidad plena. La felicidad se elige voluntaria e individualmente como un proyecto que parte del autoconocimiento. Es decir, si se quién soy yo, cuáles son mis cualidades y cuáles mis defectos, tendré un acercamiento más claro a la felicidad que me propongo como estado pleno.
Es aquí cuando comenzamos a tratar de la virtud. De modo preliminar, ¿Qué es la virtud? Es el medio por el que podemos alcanzar la felicidad en la práctica excelente de las obras humanas.
En fin, la felicidad la podemos presentar como la adquisición plena de la vida buena. Y no hay otra manera de tener una vida buena, en las acciones, en lo intelectual y en la plenitud humana, que practicando acciones buenos, o tratando de ser bueno.
LA VIRTUD, MEDIO Y FIN EN LA FELICIDAD
Ya hemos dicho que la plenitud de la felicidad se alcanza en la plenitud de las acciones humanas. Es necesario saber que el desarrollo de las acciones humanas no basta para la plenitud, ya que hace falta la excelencia de las mismas. Por ejemplo, los atletas saben que el ejercicio físico no basta para tener un cuerpo sano, ya que hay que tener un ejercicio óptimo. No es lo mismo ejercitarse que ejercitarse constante y vigorosamente. Del mismo modo, las acciones morales no valen por sí mismas para el alcance de la plenitud; hace falta desarrollarlas con excelencia.
Entendemos la virtud en varios sentidos. Uno de ellos es el de excelencia. La virtud es excelencia porque, si permanecemos y nos ejercitamos en ella podremos ser excelentes. Este sentido adquiere su sentido pleno desde una óptica de finalidad. Incluso podemos decir que, llegado un tiempo, la virtud se quiere por sí mismas, pues ¿Qué otra cosa mejor deseamos que llegar a ser excelentes? De este modo, la virtud es excelencia que permanece.
Pero, ¿Cómo llegamos a ser virtuosos? ¿Cómo alcanzamos la excelencia en la que deseamos permanecer? “Es difícil llegar a ser bueno” Decía un sabio griego. Cuánto más difícil será “ser buenos” si no podemos “llegar a ser buenos”. La discusión sobre la adquisición de la virtud es tan antigua como la filosofía misma. Sócrates y Platón trataron ampliamente el tema. Aristóteles heredó estas enseñanzas y las sistematizó.
Aristóteles dedica amplias obras a la explicación de cómo los hombres adquieren la virtud. En breve y siguiendo las enseñanzas de este maestro griego, podemos decir que la virtud es un hábito, es decir una disposición, que podemos adquirir con el trabajo constante. Claro que esta disposición se adquiere tomando en cuenta una determinación natural que pueda ser perfeccionada. Por ejemplo, un hombre no puede tener la virtud de saberlo todo. Revisemos un pasaje de Aristóteles en donde queda clara la definición de virtud como medio para alcanzar la excelencia:
“Toda virtud perfecciona la buena disposición de aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia (…) Si es así en todos los casos. la virtud del hombre será entonces aquél hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizará bien la obra que le es propia.” (1)
Como vemos, la virtud es perfección que se adquiere. En este pasaje está clara la naturaleza de la virtud, no así su adquisición. Este problema lo resolveremos en seguida a través del término medio.
LA VIRTUD ES TÉRMINO MEDIO
Si hemos de ser excelentes, debemos saber manejar la vida para su óptima preservación. Para lograr este mantenimiento de la vida, tanto en lo físico como en lo moral, disponemos de la mediación. Por ejemplo, cuando se nos presenta un pastel apetitoso, comemos según nuestra medida: sin exceso que nos indigeste y sin escasez que no nos satisfaga. De un modo semejante, la virtud es una mediación que nos permite mantener la vida de un modo óptimo.
“Pues bien, lo igual es un medio entre el exceso y el defecto. Llamo término medio de una cosa a lo que dista igualmente de uno y otro de los extremos, lo cual es uno y lo mismo para todos. (…)Así, todo conocedor rehúye el exceso y el defecto, buscando y prefiriendo el término medio, pero el término medio no de la cosa, sino para nosotros. (…)Hablo, bien entendido, dela virtud moral, que tiene por materia pasiones y acciones, en las cuales hay exceso y defecto y término medio. Así por ejemplo, en el tener miedo, el tener audacia, el desear, el airarse, el compadecerse, y en general en el tener placer o dolor, hay su más y su menos, y ninguno de ambos está bien.
Pero experimentar esas pasiones cuando es menester, en las circunstancias debidas, con respecto a tales o cuales personas, por una causa justa y de la manera apropiada, he ahí el término medio, que es al mismo tiempo lo mejor, y esto es lo propio de la virtud.
En las acciones, asimismo, hay exceso y defecto y término medio. La virtud, por tanto, tiene por materia pasiones y acciones en las cuales se peca por exceso y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene la alabanza y el éxito, doble resultado propio de la virtud. En consecuencia, la virtud es una posición intermedia, puesto que apunta al término medio.” (2)
En estos pasajes de Aristóteles en su Ética Nicomaquea vemos claro que la virtud, como excelencia, se adquiere con la mediación, que es también una faceta de la virtud. Este ejercicio de mediación depende de cada ser humano. Cada uno decide sobre su mediación virtuosa en función de la vida que desee llevar.
Gabriel González Nares
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