"Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y dijo:
– Llamadle.
Llamaron al ciego y le dijeron:
– Ánimo, levántate. Te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
– Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– Puedes irte. Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús."
Todos estamos ciegos hasta que no encontramos a Jesús. Bartimeo es nuestro modelo. Está ciego; sin embargo Jesús le dice que su fe lo ha salvado. ¿Dónde ve Jesús la fe en alguien que está ciego sentado junto al camino? Bartimeo no se contenta con pedir la vista. Arroja la capa, da un salto y grita a Jesús: ¡ten compasión de mí! Tres características que demuestran nuestra fe. Tres condiciones para poder ver.
Primero, arrojar la capa. Desprendernos de todo aquello que nos ata, nos retiene encerrados en nosotros mismos, nos impide creer.
Segundo, saltar. Libres ya de estorbos, tener la valentía de lanzarnos hacia lo que todavía no vemos, lo que desconocemos, confiando que al otro lado del salto está Él.
Tercero, reconocernos dignos de compasión. Darnos cuenta de que no somos nada, de que necesitamos su ayuda, de que estamos ciegos. En la tradición ortodoxa, los monjes utilizan la repetición de esta frase, acompasada a la respiración, como la forma de orar constantemente. Es la llamada Oración de Jesús, que encontraréis descrita en el libro "Diario de un peregrino ruso".
También hemos de considerar la actitud de los que le rodean. Primero protestan, quieren hacerle callar. Cuando Jesús lo llama, le ayudan, le dan ánimo. La Fe es una cuestión personal, pero necesita el apoyo de la comunidad. Todos somo responsables de alguna manera, de la fe de todos. Desgraciadamente, demasiadas veces somos un obstáculo para que los otros encuentren a Jesús.
Bartimeo recobra la vista y la consecuencia es clara: siguió a Jesús. El que realmente VE, no puede dejar de seguirlo. Toda su vida depende a partir de ese momento de Él.
¿Tenemos Fe? La respuesta es clara. Debemos examinarnos de si lo hemos abandonado todo, de si hemos saltado confiados, de si nos reconocemos imperfectos, necesitados, ante Él. ¿Realmente vemos?¿Le seguimos sin condiciones? Si realmente se nos han abierto los ojos sabremos encontrar a Dios en la belleza, en la sencillez, en la paz, en la armonía... Pero, también lo encontraremos en el dolor, en el sufrimiento, en la injusticia ajena... Y nuestro seguimiento implicará la lucha para que ese dolor, ese sufrimiento, esa injusticia desaparezcan. Pero hemos de empezar por tirar la capa...
Joan Josep Tamburini
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