miércoles, 10 de octubre de 2012

NUEVA EVANGELIZACIÓN

 

Parece que a algunos les parece sospechoso el calificativo de Nueva asociado a Evangelización; porque evangelizar significa anunciar el Evangelio, es decir, La Buena Noticia. Y toda noticia lleva ya implícito el concepto de novedad.

Lo que ocurre es que, con el tiempo, el Evangelio, que ya tiene dos mil años, nos parece algo antiguo. Nos puede parecer que está formado por un conjunto de verdades arraigadas, firmemente establecidas, inalterables, inamovibles, refugio contra lo novedoso y perturbador. Pues si alguien ( y ciertamente los hay) cree, que la Nueva Evangelización significa mirar atrás, volver a lo inamovible, rechazar lo que nos perturba, anda muy equivocado.

El Evangelio es la proclamación de algo perennemente nuevo. Jesús fue alguien que perturbó fuertemente a los que le escuchaban, y sobre todo, a los que se tenían por más religiosos. Y por eso lo mataron.

El Evangelio debe llegar a nosotros como algo nuevo, completamente nuevo. Si no, no nos llega en absoluto. Si convertimos el evangelio en tradición, deja de ser evangelio, porque deja de ser noticia.

Evangelizar significa intentar hacer llegar a todos el mensaje de Jesús. Hacer tomar conciencia de este mensaje universal. El Evangelio no habla del pasado. Habla del Reino que es presente y futuro. El Evangelio ha de remover nuestro interior y hacernos responder al amor de Dios que hemos recibido en Cristo.

Evangelizar se hace sobre todo con el ejemplo. No son tanto las palabras, como las vidas de las personas, lo que lleva a admirarlas y a querer imitarlas. Si buscamos con nuestra vida, verdaderamente, el Reino de Dios, la justicia, otros se animarán a seguirnos.

La comprensión del Evangelio exige meditación, silencio, reflexión. No son los actos multitudinarios los que nos cambiarán. Estos pueden producir un fogonazo instantáneo, que desaparece igual que llegó. Es en la lectura meditada, reflexionando a la luz de la vida y de los signos de los tiempos, como lograremos que cale hondo en nuestro interior y que, realmente, nos haga cambiar la vida. Es a partir de este descubrimiento personal, que podremos anunciar la Buena Nueva a los demás y llenar sus corazones de alegría.

Joan Josep Tamburini

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