La foto de hoy muestra la mesa donde se colocan las birretas que el Papa va a conceder a los nuevos cardenales en la ceremonia que tuvo lugar el año pasado. Al lado están los títulos. El titulus es la bula de la que pende el sello de plomo papal. En ese documento se le nombra cardenal titular de una basílica de Roma. Más a la derecha se ve el evangeliario.
Amo a la Iglesia, bien lo sabéis. Pero cuánto me gustaría que todos los pastores fueran hombres espirituales. La inmensa mayoría son hombres buenos, algunos son realmente santos. Lo que más pena me da, hablo con el corazón, es ver que son elevados a los grandes puestos a individuos nada espirituales. Insisto, no son hombres malos. Pero de vez en cuando uno se encuentra con individuos a los que el puesto le cae muy grande. Esto no son excepciones.
Debemos rezar. Debemos ganar gracias que les hagan arrepentirse e iniciar un camino de santidad. En la jerarquía no existen los pecados que las mentes retorcidas de los anticlericales piensan. Son mentes enfermas de iniquidad que ven en todo maldad.
Pero aunque esto no es así, también hay que reconocer que en algunas ocasiones el pastor de pastores no está a la altura de la dignidad de su cargo. En su corazón puede anidar el mundo, aunque esté rodeado de vestiduras que simbolizan la sacralidad.
Nuestra respuesta debe ser la oración, el ofrecimiento de sacrificios.
Los que ahora no se preocupan del Juicio de Dios, algún día llorarán. Algún día comprenderán que era la única cosa de la que debieron haberse preocupado.
Algún día, y hablo del tiempo de purificación, del purgatorio, habrá quien escuchará a un ángel que le dirá: entonces debiste haberte preocupado, ahora es tarde.
Ese ahora es tarde, con qué fuerza resonará, con la fuerza de una sentencia de Dios.
PUBLICADO POR PADRE FORTEA
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