miércoles, 3 de octubre de 2012

EL MOVIMIENTO CONTÍNUO


Nos encontramos en la sociedad del movimiento continuo. La quietud, el silencio, el reposo... se consideran cosas sin valor, cuando no negativas. Pero, nuestro activismo, ¿no será sino una huida hacia adelante, un no querer mirar la verdadera realidad de lo que vivimos y de lo que somos? C. Haroche en su libro "L'Avenir du sensible" escribe:

"El inmovilismo ha llegado a ser un insulto, como si el hecho de agitarse permanentemente fuese una cualidad. La idealización del movimiento perpetuo es un mecanismo de defensa contra la angustia del momento presente. Al no soportar el mundo tal cual es, la persona se proyecta hacia el futuro según el principio de la alucinación del deseo. Al diferir siempre la satisfacción en el tiempo, no tiene necesidad de confrontarse con lo real."

Y nos equivocamos si sólo aplicamos este texto a la juventud. El adulto también es a menudo hiperactivo. Trabajar sin cesar para poder adquirir más cosas. Buscarse mil actividades para estar el menos tiempo posible en casa y no enfrentarse así a la realidad de unos problemas familiares...Vacaciones con múltiples viajes y actividades de las que se ha suprimido el descanso con los nuestros...

Nuestra sociedad necesita urgentemente pararse. Preguntarse sobre qué es realmente lo que está haciendo, lo que está buscando, lo que desea conseguir... Necesitamos tiempo para nosotros y para los nuestros.

Para acabarlo de arreglar la sociedad nos bombardea con mil reclamos. Llamadas constantes a cosas de las que podemos prescindir perfectamente, pero que nos quieren hacer creer que si las rechazamos somos poco menos que extraterrestres. Además nos instan a contestar inmediatamente: "Llame ahora..."

La palabra "renuncia" no está de moda. Hemos olvidado que muchas veces, renunciar nos libera. Nos ayuda a ser nosotros mismos. Si no, somos seres colonizados por las ideas, los deseos, las necesidades que nos imponen los demás.

Necesitamos urgentemente momentos de paz. Momentos de calma y sosiego que nos permitan encontrarnos con nosotros mismos y con nuestros seres más queridos. Momentos que, para los creyentes, son también momentos de encuentro con Dios...

Joan Josep Tamburini

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