El predicador habló con fuerza sobre la creciente secularización de la sociedad, sobre la descristianización creciente. Su conclusión era que nuestra sociedad ya no era cristiana y que había que volver a cristinizarla. De ahí la urgencia de la Nueva Evangelización.
Al salir, el Anacoreta dijo a su joven seguidor.
- Una sociedad cristiana no es una sociedad regida por el clero, ni siquiera, una sociedad en que todos se declaran cristianos y van a la iglesia. Una sociedad cristiana es aquella que se rige por los valores de Jesús, los valores del Evangelio. Es decir, una sociedad basada en la fraternidad, en el compartir, en la solidaridad. Una sociedad en que todos se consideran hermanos. Una sociedad que no se basa en el dinero y en el poder. Una sociedad en la que priva el servicio sobre la jerarquía.
Miró sonriendo al joven y añadió:
- Como puedes ver, nuestra sociedad no está dejando de ser cristiana. Nunca ha sido cristiana. Nos queda un largo y costoso camino por recorrer. Y debemos reconocer, que sociedades que no se creen, ni quieren creerse cristianas, lo son mucho más, que aquellas que creen serlo por derechos adquiridos.
Suspiró y concluyó:
- Aquel que se cree cristiano suele ser el que está más lejos de serlo. La sociedad cristiana es una utopía. Un horizonte que cada día debemos esforzarnos por alcanzar. Si reducimos lo espiritual, lo religioso a las oraciones, nunca lo alcanzaremos. Si sabemos ver a Jesús en todas las cosas, en todas las personas, en todas las circunstancias...vamos por buen camino.
Joan Josep Tamburini
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