viernes, 7 de septiembre de 2012

QUEBRAR NUESTRA CONFIANZA EN DIOS



Desde luego que carecemos de confianza en el Señor…, porque resulta que nuestra confianza no la ponemos en Él, sino una veces en nosotros mismos y otras en elementos materiales o humano; en fetiches, amuletos, tarot, astrología, videntes, espiritismo, médiums, supersticiones, oscurantismo, cadenas de oraciones, nigromancia, quiromancia, etc… La superstición es un pecado contra el primer mandamiento, porque atribuye a personas, o a cosas por Dios creadas, unos poderes que sólo pertenecen a Dios. El honor que debía dirigirse a Él, se desvía a una de sus criaturas u objetos por el creado. Todo lo bueno nos viene de Dios; no de una pata de conejo o de una herradura. Y nada malo nos sucede si Dios no lo permite, y siempre lo permite, cuando ve que de algún modo ello contribuye a facilitar nuestro último fin eterno.

 
Por su propia naturaleza, todas esas prácticas, que son esotéricas o que rondan el esoterismo, claramente, quiebran la esencia de la confianza del hombre en Dios y niegan directa o indirectamente, la absoluta intervención del Señor en toda la vida humana, tal como se ve claramente en las palabras de Él mismo, recogidas en los Evangelios: "¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues valéis más que muchos pajaritos”. (Mt 10,29-31). La intervención de Dios en la vida humana es absoluta y total, no existen las casualidades, Dios nos envía los bienes y permite los males, administrando debidamente, bienes y males, con el objeto de que reaccionemos y vayamos hacia el amor, que Él generosamente nos ofrece. Todo lo que sea quebrar nuestra confianza en el Señor, es pecado mortal y quiebra completamente el primer mandamiento de la Ley de Dios, si es que ha habido un pleno conocimiento y una plena deliberación. En caso de no mediar una perfección en el pecado cometido, este pasa a la condición de venial.

Y como pecados veniales, pueden entenderse varias supersticiones, como son los casos de arraigadas supersticiones populares, que tanto abundan en nuestra sociedad materialista: la consideración de los días nefastos y números afortunados, tocar madera y muchos actos y cosas así. Pero, en materia declaradamente grave, es pecado mortal creer en poderes sobrenaturales, de adivinos y espiritistas. Incluso sin creer en ellos es pecado consultarles profesionalmente. Aunque solo nos mueva la curiosidad, es pecado, porque damos mal ejemplo y cooperamos en el desarrollo de estas prácticas pecaminosas.

Durante su peregrinación terrena, la vida de nuestra fe nos obliga a abrazar las incertezas, que la misma fe no nos aclara plenamente, sobretodo, con respecto al más allá donde nos deja todavía abiertas, muchas incógnitas. De ahí nace la prohibición del espiritismo. Ya en el A.T. se prohibían las prácticas espiritistas…. En todos estos casos la prohibición de la magia y de la adivinación se funda en que son vistas como una forma de idolatría, pues implican; confesar que dichas prácticas están por encima del poder de Dios y buscar al margen de Dios, lo que solo a Dios corresponde. En el Pentateuco podemos leer: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti”. (Dt 18,9-12).

Cabe preguntarse: ¿Por qué Dios condenó ya severamente la práctica del espiritismo bajo la ley de Moisés? Por la posibilidad que estas prácticas tienen y que existen de fomentar las invocaciones demoniacas, que pueden ser atendidas y dan lugar a la comunicación, con espíritus malignos, y quienes lo hagan pueden quedar bajo el poder de los demonios. Son muchas las personas que desgraciadamente recurren a los médiums espiritistas para comunicarse con sus seres queridos, que han muerto, pero en realidad, en la mayoría de los casos estas personas son testigos de una superchería, y lo que es peor, puede ser que estén hablando con demonios que fingen ser el muerto.

Todo esto, es un verdadero engaño, porque en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto y así la Biblia nos dice: “Los vivos, en efecto, saben que morirán, pero los muertos no saben nada: para ellos ya no hay retribución, porque su recuerdo cayó en el olvido. Se han esfumado sus amores, sus odios y sus rivalidades, y nunca más podrán compartir todo lo que se hace bajo el sol”. (Ecl 9,5-6) Y en varios salmos de la salmodia también se puede leer, diversos versículos referidos a este tema: “¿Acaso haces prodigios por los muertos, o se alzan los difuntos para darte gracias? ¿Se proclama tu amor en el sepulcro, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se anuncian tus maravillas en las tinieblas, o tu justicia en la tierra del olvido? (Sal 88,11-13). “Los muertos ya no alaban al Señor, ni tampoco a los que bajaron del sepulcro”. (Sal 115,17). “Pues sale su aliento y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Sal 146,4)

Con el espiritismo, satanás quiere perpetuar la gran mentira que le hizo a Eva en el paraíso, cuando le dijo “no moriréis” (Gn 3,4). Y todos nosotros moriremos, eso es algo de lo que absolutamente nadie tiene dudas, moriremos lo mismo que murieron nuestros antepasados. Los muertos ni resucitan ni vuelven del más allá, solo el Señor tiene capacidad para resucitar a un muerto y permitir que un alma retorne a este mundo.

El P. Amorth, conocido exorcista de la diócesis de Roma: “No existen espíritus buenos fuera de los ángeles, ni existen espíritus malos fuera de los demonios. (…). Los difuntos que se presentan en sesiones espiritistas, o las almas de los difuntos presentes en seres vivos para atormentarlos, no son, sino demonios”. El Catecismo de la Iglesia católica, reprueban, todas esta clase de prácticas.

Los mediums espiritistas combinan su anormalidad, que muchas veces es una histeria auto inducida, con la sugestibilidad de las personas y a menudo, con engaño declarado, y pueden preparar escenas capaces de impresionar a muchos que se las dan de ilustrados. La cuestión, es la de que si algunos adivinos o mediums están o no en contacto con el demonio, es esta una cosa que es difícil de ser resuelta satisfactoriamente.

El gran ilusionista Houdini, se jactaba de que no existe sesión de espiritismo que no fuera capaz de poderla reproducirla Él por medios naturales, es decir por medio de trucos y así lo probó en muchas ocasiones.

Es de gran interés, que San Agustín haya llegado a escribir un tratado entero contra las prácticas de adivinación, en él que rechaza de modo muy severo y no admite siquiera, que en un caso extremo, se abra la Biblia al azar para encontrar una regla de conducta inmediata. Cosa esta que es muy típica. La voluntad del Señor para con nosotros, nunca es el fruto de una apertura de una Biblia, ni ningún otro libro religioso al azar, Conocer la voluntad de Dios para con nosotros, no es cuestión de un instante, sino el fruto de la oración y la perseverancia, marginando siempre nuestros deseos y caprichos. Para San Agustín, las supersticiones eran las supervivencias de la idolatría pagana que subsistían, tras el triunfo del cristianismo, como consecuencia de la conversión del emperador Constantino. Entendía San Agustín que también era, superstición todo lo que fuese veneración a una criatura fuera éste ídolo, hombre, demonio, animal, planta, astro u objeto. Estas afirmaciones, fueron retomadas posteriormente por Santo Tomás de Aquino.

En resumen se puede afirmar que para un católico, todo aquello a lo que le demos culto y le reconozcamos poderes o atributos que son específicos de Dios, es superstición, entendido el término superstición en sentido amplio, como toda actividad que merme nuestra confianza en Dios.

El desarrollo intelectual de la humanidad, y sus avances científicos han dado explicación a muchos fenómenos que antes se tenían por supersticiones, pero no por ello, las supersticiones han desaparecido, pues si se trata de quebrar la confianza de las personas en el Señor, el demonio esta siempre a la que salta.

En cuanto a la adivinación del futuro, este solo Dios lo conoce y no existe poder humano que pueda desentrañarlo. Por ello, todo lo referente a la adivinación del futuro de una persona, grupo, entidades o países, es pura superchería.

Todos somos capaces de predecir acontecimientos por los datos que conocemos, aunque no con precisión inequívoca, pues no dominamos los imponderables que se nos puedan presentar. Sabemos a qué hora nos levantaremos mañana, siempre que no olvidemos poner el despertador, y este funcione; sabemos qué probablemente haremos el próximo domingo, siempre y cuando no salga un imprevisto que altere nuestros planes; los astrónomos pueden predecir la hora exacta en que saldrá y se pondrá el sol el 15 de febrero del 2023, si es que el Señor no tiene previsto, que antes se acabe el mundo. Porque sólo Dios es el que puede conocer el futuro con certeza absoluta, tanto en los eventos que dependen de sus decretos eternos como los que proceden de la libre voluntad de los hombres.

Por ello es reprobable, creer en adivinos, aunque estos nos deslumbren, con sus prácticas pues ellos saben combinar la psicología con la ley de probabilidades y con mucha palabrería, son capaces de confundir a personas incluso a personas inteligentes. Tragarse la charlatanería de los adivinos, es quebrar la confianza en Dios adjudicándole a otra persona capacidades que solo el Señor tiene. Ir a los adivinos es un pecado contra el primer mandamiento porque es un deshonor a Dios.

 
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

No hay comentarios:

Publicar un comentario