Setecientos años de custodia.
No es el oro del Banco de España ni los códigos de lanzamiento nuclear del Pentágono. Pero sí un querido símbolo de la Cristiandad.
Este viernes 28 de septiembre se celebra la festividad de San Wenceslao, duque de Bohemia, mártir en el año 938 cuando tenía 30 años. Recibió muerte - nada menos - de su madre y su hermano.
Hijo de padre cristiano (Wratislao, duque de Bohemia) y madre pagana (Dragomira), fue educado en la fe y la devoción (sobre todo a la Santísima Virgen) por su abuela Santa Ludmila, quien se cree fue bautizada por San Metodio.
MADRE CRUEL Y PERVERSA
A su hermano Boleslao, sin embargo, le educaron en un fanático paganismo. Cuando Wratislao murió, Dragomira
empezó a conspirar sin piedad sin recato para que la corona recayese en su hijo menor, y evitar que su primogénito evangelizase el país. Pero Wenceslao, ahora duque de Bohemia, era muy querido por todos y las intrigas no eran sencillas.
Cuando Radislao, azuzado por Dragomira, invadió Bohemia para arrebatarle el trono, Wenceslao le propuso un combate personal para evitar una matanza de soldados. Cuando se aprestaban a la lucha, Radislao vio dos ángeles flanqueando al duque de Bohemia. Cayó a sus pies y le pidió perdón.
Rabiosa ante el fracaso, Dragomira concibió un nuevo plan. Bolislao engañó a su hermano, le alejó de sus fieles, y en un descuido le apuñaló hasta matarle. Él y sus cómplices desmenuzaron luego el cuerpo de Wenceslao.
Su fama de santidad, que ya era grande por las obras que había emprendido para cristianizar Bohemia, moralizar la vida social y ayudar a los más necesitados, se dobló con el martirio. Con el paso de los años fue proclamado patrón de Bohemia y canonizado. Sus restos mortales reposan en la catedral de San Vito en Praga, un templo cuya construcción fue ordenada por él y es uno de los más hermosos ejemplos del gótico centroeuropeo. Allí trasladó sus restos el mismo Boleslao, tres años después de su crimen, arrepentido de la bajeza cometida.
SIETE LLAVES, SIETE PERSONAS
Toda la catedral de San Vito, en sus frescos y vidrieras, refleja la devoción a un santo que es además considerado héroe nacional checo. El centro lo ocupa su tumba.
En la capilla que la acoge, una pequeña puerta conduce a una escalera de acceso a la Cámara de la Coronación, que guarda las joyas de la corona bohemia. La más querida de todas ellas, símbolo de la Cristiandad (el trono al servicio del altar), la Corona de San Wenceslao, fabricada en 1347 por orden del emperador Carlos IV en homenaje al santo, mártir y rey. Veintidós monarcas checos se coronaron con ella: el último, Fernando I, encarnación de la monarquía austro-húngara.
La protección para este tesoro es absoluta. Tras la puerta de la Cámara de la Coronación hay una segunda puerta que esconde una custodia de hierro. Ambas puertas tienen un total de siete cerraduras, que se abren con siete llaves que custodian siete personas distintas: el presidente checo, el primer ministro, el arzobispo de Praga, el presidente del Congreso, el presidente del Senado, el deán de la catedral de San Vito y el alcalde de Praga.
Sólo nueve veces a lo largo del siglo XX estas siete personas se reunieron para dejar paso al tesoro, acentuando con esa excepcionalidad el carisma sacral de quien empuñó cetro y espada al servicio de su pueblo, de la Europa cristiana y de Dios.
C.L. / ReL
Que gran historia. Me ha gustado mucho conocerla y lo agradezco. Dios le bendiga por su ingente producción bloguera, buen signo de la nueva evangelización. ABRAZOS.
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