viernes, 7 de septiembre de 2012

LA VIRGEN MARÍA ES LA MADRE DE DIOS



María, que es verdadera Madre de Jesús, es verdadera Madre de Dios, porque Cristo, nuestro Redentor, es al mismo tiempo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.

María, que es verdadera Madre de Jesús, es verdadera Madre de Dios, porque Cristo, nuestro Redentor, es al mismo tiempo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.

Este es el misterio principal y central de la vida de Santa María, del cual derivan y se fundamentan todos sus privilegios y todas sus perfecciones.

AL DECIR QUE MARÍA ES MADRE DE DIOS SE AFIRMAN DOS VERDADES:

la) María es verdadera Madre;

2a) María es verdadera Madre de Dios.

MARIA ES VERDADERA MADRE

Decir que María es verdadera Madre, significa que Ella contribuyó a la formación de la naturaleza humana de Cristo, del mismo modo que todas las madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque Jesús es verdadero Hombre.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, se encarnó recibiendo de la purísimas entrañas de María, lo mismo que reciben los hijos de sus madres: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, formado de mujer y sometido a la Ley" (Gál. 4,4).

Jesús, en cuanto hombre, toma su cuerpo de María Santísima en el tiempo, y así lo ha expresado la fe de la Iglesia, recogida en el número 16 del Catecismo de San Pío X: "El Hijo de Dios se hizo hombre tomando, en las purísimas entrañas de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, un cuerpo como el nuestro y un alma como la nuestra".

MARIA ES VERDADERA MADRE DE DIOS

Decir que María es verdadera Madre de Dios significa que Ella concibió y dio a luz a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, aunque no en cuanto a la naturaleza divina, sino en cuanto a la naturaleza humana que había asumido.

"María sabe que el que lleva por nombre Jesús ha sido llamado por el ángel Hijo del Altísimo (cfr. Lc. 1,32). María sabe que lo ha concebido y dado a luz sin conocer varón, por obra del Espíritu Santo, con el poder del Altísimo, que ha extendido su sombra sobre Ella (cfr. Lc. 1,35). María sabe que el Hijo dado a luz virginalmente, es precisamente aquel "Santo", el `Hijo de Dios", del que le ha hablado al Ángel" Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater n. 17).

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

La enseñanza de la Iglesia es unánime e ininterrumpida sobre este punto fundamental del dogma católico.

a) Los Símbolos Apostólicos

En todos los Símbolos se afirma que Jesucristo nació de María Virgen. En el Credo confesamos nuestra fe diciendo: Jesucristo, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María Virgen, y se hizo hombre (cfr. Símbolos Apostólicos; Credo Niceno - Constantinopolitano, etc.).

b) El Concilio de Efeso

Este Concilio, en el año 431, definió solemnemente que: "Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema" (Dz. 113).

Los siguientes Concilios repitieron y confirmaron esta doctrina: Conc. de Calcedonia, DZ. 148; Conc. II de Constantinopla, DZ. 218, 256; Conc. III de Constantinopla, DZ. 290; cfr. también DZ. 993, 1462, etcétera.

San Cirilo de Alejandría, expositor principal del Concilio de Efeso escribió: "Me extraña en gran manera que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos trasmitieron los discípulos del Señor. Así nos lo han enseñado también los Santos Padres" (Carta 1,27-30).

LA SAGRADA ESCRITURA

Es conveniente aclarar que la expresión Madre de Dios no aparece, como tal, en las Escrituras, pero sí sus equivalentes: Madre de Cristo, Madre de Jesús, Madre del Señor (cfr. Mt. 1,18; Jn. 19,25; Lc. 1,43; etc.).

a) El Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento aparece María como la mujer que será la Madre del Redentor, el Mesías prometido, en dos textos principalmente:

lo) Cuando Dios habla en el paraíso a la serpiente tentadora: Gén. 3,15, texto que se conoce con el nombre de protoevangelio: "Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, Él te aplastará la cabeza, y tú le acecharás su calcañar";

2o) Cuando Dios recuerda la promesa del Redentor en Is. 7,14: "El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel".

b) El Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento aparece María como la mujer que concibe, da a luz y es Madre de Jesús.

Llegada “la plenitud de los tiempos" (Gál. 4,4) tiene lugar el cumplimiento de las profecías y se afirma su verdadera y propia maternidad:

Lc. 1,31 ss: "He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo, a quien darás por nombre Jesús".

Lc. 1,35: "… lo que nacerá de ti será santo y será llamado Hijo de Dios".

Gál. 4,4: «… envió Dios a su Hijo, nacido de mujer".

Rom. 9,5: "Cristo, que es Dios, procede según la carne…", etc.

1 De los textos de la Sagrada Escritura se desprende clara mente que si uno y el mismo es el que fue engendrado por el Padre desde toda la eternidad y, en el tiempo, fue engendra do por la Virgen Madre, resulta que si ése es el Verbo de Dios, María es la Madre de Dios.

Lo que pertenece a Jesús, o se afirma de Él, pertenece a la Persona misma del Verbo, Hijo de Dios, o debe ser afirmado de Ella; así lo hace el Nuevo Testamento, por ejemplo: Jn. 1.14; Mt. 1,22 ss; Rom. 1,3; 9,5.., Gál. 4,4 ss.

LA SAGRADA TRADICIÓN

Los santos Padres durante los tres primeros siglos afirmaron la realidad, o el hecho, de la verdadera maternidad de María. Así, por ejemplo:

San Ireneo: "Este Cristo, que como Logos del Padre estaba "con el Padre… fue dado a luz por una Virgen".

San Hipólito: "El Verbo descendió del cielo a la Santísima Virgen para que, encarnado en Ella y hecho hombre en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido".

A partir del siglo IV, después de la definición Conciliar, emplean ya el término griego teotókos (Madre de Dios), por ejemplo:

San Atanasio: "Por nosotros, tomada carne de la Virgen María, Madre de Dios, hízose hombre".

San Gregorio Nacianceno: "Si alguno no reconoce a Santa María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios".

San Bernardo escribe: "El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual Él sabía que había de serle conveniente y agradable" (Homilía sobre la Virgen Madre, 2 ).

LAS RAZONES TEOLÓGICAS

1ª. Se dice que una mujer es madre de alguien cuando ha sido por ella concebido y engendrado. La mujer es madre de la persona, la cual es el término resultante de la concepción. La persona es el sujeto a quien compete la generación y el nacimiento. Nunca se dice que la naturaleza humana es engendrada o nacida, sino el hombre, ni jamás se dice que la mujer es madre de alguna naturaleza, sino madre de tal o cual persona.

Lo que es engendrado y nacido de María Virgen es el Verbo de Dios en la naturaleza humana. Ella concibe y da a luz a la Persona del Hijo de Dios, que asume la naturaleza humana, y por tanto, es Dios y es Hombre. El término de la concepción no es una naturaleza humana abstracta, sino una persona concreta. En este caso no se trata de una persona humana, porque Cristo no subsiste por una sustancia creada, sino increada, luego la Persona es divina; como María es la Madre de la Persona, luego María es la Madre de Dios.

2ª. Santo Tomás de Aquino lo explica del siguiente modo:

María, por su divina maternidad, tiene una relación real con el Verbo de Dios hecho carne; esta relación se termina en la Persona increada del Verbo encarnado, pues Ella es la Madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús: es Él, y no su humanidad, quien es el Hijo de María" (S.Th. 111,q.35,a.4).

Cristo, en virtud de la unión hipostática, es una sola Persona divina que subsiste en la naturaleza divina increada y en la naturaleza humana creada que es asumida.

Enseña la filosofía que es verdadera madre aquella de la que, por generación, nace un hijo. Ahora bien, la actividad, o generación pasivamente considerada, exige como término de la generación una forma o naturaleza específicamente igual a la del generante, pero en cuanto al sujeto generado exige un subsistente, que es el supuesto o persona que sustenta, y en quien subsiste la naturaleza generada. De ahí que hijo no se dice de la naturaleza, sino del supuesto en el que subsiste la naturaleza.

María genera a Cristo según la naturaleza humana, pero quien de Ella nace, es decir, el sujeto nacido, no es una naturaleza humana, sino el supuesto divino que la sustenta, o sea, el Verbo. De ahí que si el Hijo de María es propiamente el Verbo que subsiste en la naturaleza humana, María es verdadera Madre del Verbo, supuesto personal de ambas naturalezas, y, por tanto, María es Madre de Dios, puesto que el Verbo es Dios.

El hecho de que el Verbo con su divina naturaleza sea preexistente a la Encarnación no presenta dificultad, pues engendrar no significa crear de la nada, sino educir a un supuesto viviente en una naturaleza específicamente igual a la del generante.

ERRORES CRISTOLÓGICOS Y MARIOLÓGICOS

Con objeto de entender un poco más el dogma de la maternidad divina, si recordamos los principales errores que se han dado en relación a la persona de Nuestro Señor Jesucristo, veremos cómo afectan directamente al recto entendimiento de la maternidad de María.

a) Los docetas, gnósticos y maniqueos

Ellos afirman que Cristo tenía tan sólo cuerpo aparente, o ciertamente real pero traído del cielo, de tal modo que pasó por el seno de María como el agua fluye por un acueducto. En consecuencia, la maternidad de María queda reducida a una maternidad aparente.

b) Los monofisitas

Apolinar de Laodicea y Eutiques afirmaron que en Cristo no hay más que una naturaleza especial formada por la divinidad y la humanidad y, por tanto, Cristo no sería ni de naturaleza divina ni de naturaleza humana; por lo mismo, María no puede llamarse propiamente la Madre de Dios, sino Madre de Cristo o de Jesús.

c) Los nestorianos

Ellos niegan la unión hipostática del Verbo y, por consiguiente, destruyen la unidad de Persona en Jesucristo. Nestorio afirma en Cristo al hombre y al Verbo en Dios, pero unidos moralmente por la inhabitación del Verbo en el hombre; en consecuencia, María solamente puede ser la Madre del hombre Cristo, pero no puede llamarse la Madre de Dios.

Todos estos errores tienen como raíz que buscan conciliar en Cristo la unión de sus dos naturalezas entre sí; pero, como humanidad no puede formar parte de la divinidad puesto q Dios es perfecto en grado absoluto, y ésta no admite cambio composición de ninguna especie; luego, la naturaleza humana sólo puede unirse a la Persona pre-existente del Verbo (c S.Th. III,q.2,a.6 ad 2).

En nuestros días, frente al renacer de las viejas herejías trinitarias y cristológicas, la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha publicado un Documento que sale al paso de esos viejos errores: Declaración para la salvaguarda de la Fe en torno a algunos errores recientes sobre los misterios de la Encarnación y la Santísima Trinidad, 21-II-1972.

Llamar a María Madre de Dios - Dei Genetrix - fue siempre sentir común de los fieles y de la Iglesia, la cual llevó a cabo la definición del Dogma a partir de las controversias de los primeros siglos, que concluyen con las enseñanzas magisteriales en torno a la única Persona de Jesucristo con dos naturalezas, la divina y la humana.

LA PIEDAD MARIANA

La piedad del pueblo cristiano en su veneración a María, Madre de Dios, se ha plasmado en multitud de maneras; ofrecemos aquí tres valiosos testimonios:

1ª. La Antífona de la Antigua Misa de la Maternidad de María dice:

"Dichosa eres, Virgen María, tú que has llevado al Creador de todas las cosas".

2ª. El Himno Alma Redemptoris Mater:

"Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar; socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador.

Virgen antes y después del parto, que recibiste aquel saludo de la boca de Gabriel, ten piedad de nosotros".

3ª. La más antigua de las oraciones marianas:

Sub tutim praesidium.

"Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros. Virgen gloriosa y bendita".

Juan Gustavo Ruiz Ruiz

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