El Papa estará en el país de los cedros, que colinda con el infierno sirio y la Tierra Santa del interminable e irresuelto conflicto entre Israel y los territorios palestinos.
El próximo sábado será fiesta nacional en la República Libanesa; lo decidió el primer ministro Mikati, como muestra de bienvenida para un ilustre visitante, Benedicto XVI. Pero esta visita pastoral demuestra, desde antes de que se haya concretado, muchísimas dificultades. Con todo y un mini misterio diplomático-mediático. El Patriarca greco-católico Gregorio III Laham, encargado de acoger al Papa, había preparado un discurso en el que pedía el reconocimiento explícito y oficial de un estado palestino. El Patriarca habría expresado al huésped de la basílica de Saint-Paul en Harissa su reconocimiento «por la postura firme y constante de la Santa Sede y de los Papa ante la causa palestina», y justamente partiendo de esta consideración habría dirigido una «petición urgente» a Benedicto XVI: «Que la Santa Sede reconozca al estado palestido, de acuerdo con las resoluciones y las decisiones de la comunidad internacional y conforme a la legitimidad internacional».
El texto con el saludo y la petición de Gregorio III Laham se encontraba en el sitio oficial de la visita papal (www.lbpapalvisit.com), pero, cuando los medios libaneses comenzaron a hablar sobre el discurso, en el que se pedía este «acto valiente de igualdad, de justicia y de verdad» a la Santa Sede para mantener su papel de «pionero de la justicia mundial», fue cancelado del sitio. Probablemente para no crear nuevos problemas diplomáticos en un viaje que el Papa quiere mantener con un carácter lo más espiritual posible. Un gesto de este tipo habría sido una ruptura importante con la tradición diplomática que define al Pontífice como un agente del consenso internacional, más que un “abre-brecha”.
Este misterio también demuestra que la breve visita libanesa del Papa Ratzinger está llena de temas muy delicados. La situación de los cristianos en Oriente ocupará el primer lugar. Sobre todo porque el Papa podrá escuchar los reportes de los obispos sobre la situación de los cristianos en Siria, mucho más dramática de lo que indican los medios de comunicación. Un obispo, que prefirió el anonimato, indicó que en el “mohafazat”, la provincia de Homs, todos los cristianos fueron desalojados por los mujahedines del ejército libre, tal y como había sucedido en la montaña libanesa durante la guerra civil. La mitad se encuentra refugiada en el valle de Nassara, el «valle de los cristianos”; la otra, huyó a El Líbano. Además, lo más preocupante es que Iglesias y monasterios han sido sistemáticamente destruidos, para impedir el eventual regreso de los cristianos.
Según los organizadores locales del viaje, el Papa ha demostrado una enorme valentía al visitar el país en este momento, aunque los políticos locales compiten para demostrar su felicidad ante el evento. Sin embargo, detrás de la fachada oficial, los organizadores no ignoran que este viaje ha asumido casi un tono de desafío, en un momento en el que la región vive una oleada sin precedentes de radicalización islámica y en el que Siria se encuentra en una situación de caos.
Pero es este justamente el objetivo de Benedicto XVI: lanzar un mensaje global, no solo a los cristianos, sino a todos los pobladores de la región. Los cristianos antes que nadie, claro, y justamente por ello este viaje ha sido posible gracias a un trabajo de coordinación global entre la gran diversidad de greco-católicos y greco-ortodoxos de la región. Un mensaje común: no abandonar la propia tierra.
Un dato positivo ha sido la postura que expresó Hezbollah, el “Partido de Dios” local. Mohammad Raad, parlamentario de relieve, se entrevistó con el Patriarca maronita Bechara Rai. «Expresamos nuestra absoluta voluntad para dar la bienvenida al Papa, y todos los libaneses esperan su visita», declaró Raad. También explicó que la visita «ayudará a reforzar la estabilidad de El Líbano».
Autor: Marco Tosatti
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