El joven seguidor comentó al Anacoreta:
- Un profesor nos dijo en la Universidad que no había que tener ideales. Que los ideales nos llevan a la frustración.
El anciano tardó un rato en responder. Luego dijo:
- Depende de lo que entendamos por ideales. Si son aspiraciones por encima de nuestras posibilidades, el fin, naturalmente, es el fracaso.
Miró al joven y prosiguió:
- Quizá sea mejor hablar de metas que de ideales. De objetivos a corto o medio plazo que podemos ir consiguiendo y dando cada vez un paso hacia adelante.
Sonrió al decir:
- La clave está en nuestro autoconocimiento. Si no nos conocemos, lo más seguro es que soñemos con ideales inalcanzables, imposibles para nosotros, o, por el contrario, demasiado simples cuando estamos llamados a hacer algo grande. Ambos nos llevarán al hundimiento, a la no realización como personas.
Dejo de sonreír al concluir:
- Pero lo peor que le puede ocurrir a una persona es carecer totalmente de ideales. Entonces la vida no tiene sentido. Se convierte en un ir pasando...Eso nos puede ocurrir a los ancianos. Nosotros no podemos tener grandes ideales, pero sí pequeñas metas, objetivos que den sentido a lo que nos queda de vida. Aunque sea algo tan simple como cuidar cuatro flores, pasear al nieto, esperar con alegría un nuevo día…
Joan Josep Tamburini
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