El joven lloraba amargamente. Le explicaba al Anacoreta que era débil i siempre caía en los mismos defectos. Tras dejarlo desahogarse, el anciano le dijo:
- Hijo mío. No te desesperes ni te menosprecies. Fuerte no es el que nunca cae, sino el que sabe levantarse tras cada caída. Te admiro por tu fortaleza. Y no dudes, que cada vez que te levantas eres más fuerte. Así conseguirás mantenerte cada vez más tiempo en pie.
Y le invitó a rezar Vísperas con él.
Joan Josep Tamburini
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