jueves, 9 de agosto de 2012

¿DÓNDE ESTÁ EL REINO DE DIOS?



¿Cuál es el Reino de Dios? ¿Dónde se encuentra? ¿Es que hay más de un Reino de Dios? Se habla mucho del Reino de Dios deslavazadamente, se le menciona muchas veces sin venir a cuento y sin explicar el porqué, y esto produce confusión entre los fieles a los que muchas veces, este tema se les hace enrevesado y por ello se plantean las preguntas que encabezan este escrito. Trataremos de dar respuesta a las tres preguntas

De entrada y en términos generales, hay que asegurar que solo existe un único Reino de Dios y que este reino siempre se encuentra, dónde Dios se encuentra. Nuestra mente habituada a las limitaciones que le impone la materia de su cuerpo, no capta rápidamente cualquier problema que se le presente en el que no intervenga el tiempo y el espacio y tiende siempre en el primer momento a pensar como materia y no como espíritu. Por ello siempre tiende a tener una visión antropológica de Dios, es decir a pensar que Dios es una persona como nosotros mismos. Pero Dios al ser espíritu puro, por un lado, carece de ubicación en el espacio, ya que es solo la materia, la que necesita ubicarse en el espacio y por otro lado Él, tampoco está sometido al dogal del tiempo como como le sucede a todo lo que es propio del orden del espíritu, todo lo espiritual vive en la eternidad, solo la materia que es siempre corruptible, está sometida al tiempo, el espíritu al ser eterno es incorruptible.

Por todo lo anterior el Reino de Dios, es eterno e incorruptible, porque el Reino de Dios es Dios mismo, dónde está Dios está su reino. Por ello si solo existe un Dios, solo existe un Reino de Dios. Su reino es el mismo y está siempre donde Él está. Pero como Dios tiene el don de la ubicuidad, Dios está en el cielo y en todas partes, pero especialmente reside en la intimidad de las personas que viven en su gracia y amistad: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada”. (Jn 14,23). Es el principio de inhabitación de Dios, que es como decir que el Reino de Dios está en el alma humana. Somos templos vivos de Dios. San Pablo en la primera epístola a los corintios machaconamente nos dice y repite: “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario”. (1Co 3,16-17). Y más adelante insiste: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo”. (1Co 6,19-20). Para Salomón la presencia de Dios en la intimidad de nuestro ser es como recibir un beso del Espíritu Santo y así lo manifiesta en el Libro del Cantar de los cantares, donde se puede leer: “¡Que me bese ardientemente con su boca! Porque tus amores son más deliciosos que el vino”. (Ct 1,2).

Indistintamente, el Señor en los evangelios nos habla del Reino de Dios, unas veces refiriéndose al Reino de Dios en los cielos, así por ejemplo, cuando emplea la hipérbole del camello y el ojo de la aguja y dice: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios”. (Lc 18,25) y otras veces cuando se refiere al Reino de Dios en nuestros corazones y así nos dice: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. (Mt 6,33).

Una persona escribió una vez: “Dos reinos hay en mi corazón el tuyo y el mío. Hasta que el mío no sea completamente derrotado por el tuyo, yo no podré ser feliz”. Todos los que vivimos en gracia y amistad de Dios, somos templos de Dios vivo, pero ello no debe de ser suficiente para nosotros; nuestro deber es encontrarlo ahí dentro de nuestro ser en lo más profundo de nuestra alma donde el habita, porque solo encontrándole a Él, es cuando se habrá consumado nuestra completa felicidad, cuando los ojos de nuestra alma hayan logrado captar los reflejos de amor que emanan de la Luz tabórica. Si, el Reino de Dios inhabita en nuestro ser, pero mientras no lleguemos a encontrarlo, nunca habremos logrado entregarnos de verdad a su amor. Por ello buscarlo siempre constantemente, porque esa búsqueda nos alentará siempre a amarlo más. Cuanto más amemos más fácil será el encuentro y no busquemos similitudes o experiencias ajenas, todos somos criaturas diferentes y para cada uno de nosotros, Él tiene la forma distinta y especial de relacionarse con cada uno de nosotros. Todos somos conocidos y amados de Él de una forma única, y por separado.

Henry Nouwen a este respecto escribe diciendo: En nuestra sociedad ser elegido siempre implica que hay otros que no lo son. Pero esto no sucede con Dios. Dios elige a su Hijo para revelarnos a nosotros que nosotros también somos elegidos. En el Reino de Dios no hay competencia ni rivalidad. El Hijo de Dios comparte su elección con nosotros. En el Reino de Dios cada persona es preciosa y única, y a todos se les ha dado ojos para ver la elección de otros y regocijarse en ella”.

Pero desgraciadamente no todo el mundo vive en gracia de Dios y el reino se encuentra lejos de aquellos que no viven la amistad y gracia de Dios, es por ello que la Iglesia como escribe Joseph Rohr, tiene una misión que se extiende más allá de si misma. Su misión es la extensión del Reino a todas las personas y la transformación del mundo en el Reino de Dios. Por esta razón, la tradición católica ha sido siempre de transformación social, tanto la transformación social en el interior de la Iglesia como la de la sociedad fuera de la Iglesia.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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