viernes, 27 de julio de 2012

UN CAPELLÁN EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE LONDRES




La figura fue introducida por Italia.

ROMA, Miércoles 25 julio 2012.-

En el mundo del deporte la superstición está muy arraigada, por lo que la presencia de un capellán intenta evitar esta dimensión. Y los atletas acaban entendiendo que el sacerdote no es un amuleto sino una presencia amiga. El deporte favorece mucho la relación con la fe, porque es una metáfora de la misma existencia.

Y la ciudad olímpica se transforma para el capellán en un espacio parroquial, donde la figura del sacerdote es apreciada y en la que la variedad de las situaciones lleva a entablar relaciones personalizadas. Publicamos a continuación la entrevista que el capellán del equipo italiano, padre Mario Lusek –ahora en Londres–, concedió a ZENIT.

¿Cómo nace esta iniciativa de enviar un capellán a los juegos olímpicos?

– P. Lusek: El comité italiano decidió llevar por primera vez a un capellán cuando fueron las olimpiadas de Seúl, por lo tanto hace varios años atrás y fue el primer país a introducir esta figura. Una presencia significativa desde el punto de vista del acompañamiento, cercanía, atención de la Iglesia hacia el mundo de los atletas. Mi predecesor, el padre Carlo, participó de cinco olimpiadas y esta es la tercera que me toca a mí.

¿Cómo funciona la figura del capellán?


– P. Lusek: En el interior de la ciudad olímpica existe un centro multirreligioso, con los credos cristianos y de las religiones más difundidas. La figura del capellán es original porque está en el interior de una estructura, junto a los atletas y por lo tanto demuestra una cercanía amiga entre la Iglesia y el mundo del deporte.

¿De quién depende un capellán que va a las olimpiadas?


– P. Lusek: Mi función de capellán es porque soy director de la Oficina de la pastoral del tiempo libre, turismo y deporte de la Conferencia Episcopal Italiana, y por lo tanto existe esta relación institucional entre la Iglesia italiana y el mundo del deporte cuanto tal. Pero también lo promovemos a través del asociacionismo de inspiración cristiana, una presencia capilar en la Iglesia, las parroquias, oratorios y asociaciones, donde nuestra presencia es antigua.

¿Han celebrado ya alguna misa?


– P. Lusek: Con nuestro contingente, el domingo pasado hemos celebrado en la iglesia de los italianos en Londres, y el 30 habrá una celebración en la abadía de Westminster, dirigida a todas las delegaciones católicas.

¿Las otras delegaciones nacionales tienen un capellán?


– P. Lusek: Después de la experiencia italiana, algunas se organizaron, como Polonia, Austria, Alemania, entre otros; y ahora Inglaterra, que tiene el evento en casa.

¿Cómo vive un atleta su relación con Dios cuando tiene que dar lo mejor de sí mismo en el torneo deportivo?


–P. Lusek: Nosotros vivimos una experiencia particular, pues son miles de atletas. En el contingente italiano hay más de trescientas personas, con cultura y experiencias seguramente diversas. El deporte favorece la relación con la fe porque es una metáfora de la existencia. la competición deportiva y espiritual pueden coincidir como perspectiva existencial. De otra parte, el deporte dispone al esfuerzo, al empeño, a la responsabilidad y esto para una lucha de tipo espiritual es también importantísimo. Promueve en el interior de la persona una unidad de sí misma.

¿Por lo tanto Usted trabaja dentro de la ciudad olímpica?


– P. Lusek: Considero a la ciudad olímpica como un espacio parroquial o un oratorio, en donde nadie es indiferente delante de la figura del sacerdote, una figura muy apreciada y aceptada en la que la diversidad de situaciones lleva a entablar relaciones diferenciadas. Aquí se encuentran personas que preguntan, piden, participan en la santa misa. Otros en cambio, se quedan en las relaciones humanas informales, de diálogo y profundización, pero sin hostilidad ni riesgo por la presencia de un sacerdote. Y esto es un factor importante que nos vuelve cercanos y nos hace percibir que la Iglesia está cercana a esta manifestación, que no es hostil sino quiere acompañarla.

¿Se registraron casos particulares o de conversiones?


– P. Lusek: Existen diversas inquietudes interiores que se manifiestan con preguntas y búsqueda. Conversiones repentinas seguramente no, si bien diálogo y medición sí, y en los momentos o lugares más increíbles. De otra parte, tengamos en cuenta que la Iglesia no es la que organiza las olimpiadas, sino que somos huéspedes y se acompaña esta experiencia con una actitud de disponibilidad, de atención. Ponemos en el centro a la persona y dialogamos en profundidad, respetando también las situaciones difíciles que alguien pueda vivir.

¿Cuál es el perfil de un atleta?


– P. Lusek: No nos olvidemos que la mayor parte de los atletas son jóvenes y viven su experiencia con todas las tensiones típicas de la juventud. Por lo tanto son jóvenes inquietos, en búsqueda de algo, y sobre quienes están los ojos de todo el mundo que se espera de ellos lo mejor. Y esto para un joven significa también tensión, ansia y preocupación. Y cuando llega el éxito viene la liberación de esta ansia, en cambio cuando el cansancio aumenta se manifiestan malestares.

En el mundo del deporte ¿queda claro a los jóvenes que el factor religioso no es un amuleto?


– P. Lusek: En el mundo del deporte, la superstición está fuertemente presente, y por ello intentamos evitar esta dimensión a través de una cercanía humana que hace percibir el motivo por el cual estamos a su lado. El sacerdote no es un amuleto, pero sí una presencia amiga que anima, vive la misma experiencia de los hombres en la ciudad olímpica.

¿O sea que el capellán de alguna manera vive también esta experiencia deportiva?


– P. Lusek: Sí, también se entusiasma, se apasiona y comparte las alegrías por las victorias y se desilusiona con las derrotas. Lo importante es entender que la derrota es un modo para recomenzar, y que el derrotado no es un perdedor.

¿Y el hecho que algunos se persignan antes de comenzar?


– P. Lusek: En general no lo hacen por superstición sino como un testimonio de su fe, y esto se transforma en un testimonio público. Soy favorable a esto.

Por Sergio H. Mora

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