jueves, 19 de julio de 2012

¿SOMOS TEMPLOS VIVOS DE DIOS?





Y esto es, lo que nos lo dice San Pablo: “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario”. (1Co 3,16-17). En esta primera epístola a los corintios, San Pablo nos pone de manifiesta la tremenda importancia que tenemos, como templo que somos, donde inhabita la Santísima Trinidad. Y es tal la importancia, que San Pablo le da a esta realidad, que otra vez se la repite a los Corintios cuando les dice: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo”. (1Co 6,19-20). Y sigue insistiendo en esta realidad en otras epístolas (2Co 6,16-18) y (2Tm 1, 14). El caso es que San Pablo no hace otra cosa que recordarnos las palabras del Señor cuando nos dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada”. (Jn 14,23).

Escribe Jean Lafrance y nos dice que: “Dios quiere hacerse conocer por todo hombre que lo busque, más allá de las ideas y de los sentimientos que tengamos de El. La fe nos asegura que Dios ha llegado al fondo del corazón del hombre y allí ha hecho su morada”. Pero a Dios, aunque no se le ve con los ojos de nuestra cara, se le puede reconocer en su acción, en nuestras almas y para ello hemos de tener conciencia plena de que Él, se halla en nuestro interior y es ahí donde debemos de tratar de encontrarle. Hallar a Dios dentro de nuestro ser, aun siendo una realidad que Él se encuentra ahí, y que de esta realidad gozan todas las almas de las personas que viven en gracia de Dios, no siempre y por todos se tiene conciencia de esta maravillosa realidad. San Agustín se lamentaba de no haber encontrado al Señor dentro de sí y escribía: “Tarde te hallé, estabas dentro de mí y yo de te buscaba fuera”. Lafrance escribe: “El cristiano vive, pero no es consciente de lo que lleva en él, es un adormecido que deja dormitar en su corazón las energías del Espíritu. El Señor no viene a nuestro encuentro desde fuera, sino que es un mendigo de amor que llama desde dentro. El Espíritu Santo gime en el fondo de nuestro corazón y espera la liberación de un nuevo nacimiento”.

Antes de avanzar más en este tema, conviene no olvidar, varios principios fundamentales para el desarrollo de la vida interior de un alma y tratar de encontrar al Señor en el interior de nuestro ser. Primero.- Si no vivimos en gracia de Dios es imposible avanzar. La santísima trinidad no inhabita en un alma que no está en gracia. Segundo.- Al igual que nuestros cuerpos son todos diferentes, también lo son nuestras almas, por lo que las experiencias de vida interior de un alma es siempre distinta de las demás. Por ello nadie aprecia ni toma consciencia de ser templo vivo de Dios de la misma forma, porque su íntima relación con Dios es también siempre, distinta. Tercero.- En el desarrollo de la vida espiritual todos tenemos que ser muy pacientes, nunca tener prisa y siempre esperar al mismo tiempo que hemos de ser constantes. El Señor no va a funcionar de acuerdo con nuestros deseos e impaciencias, sino solo cuando a Él le parezca oportuno, porque solo Él sabe cuando estamos maduros para poder recibir una gracia determinada. Por ello nunca nos debemos de obsesionar, por tratar de conseguir, encontrar al Señor en nuestro ser, o adquirir la vía contemplativa, como si esto fuese un escalón o mérito que da derecho a colocarse una medalla.

Lo importante es amar, amar y amar al Señor, y lo demás siempre se nos dará por añadidura, si es que nos conviene recibir lo que queremos alcanzar. Pero eso sí, nunca tirar la toalla, como recomienda Santa Teresa. Pero si no logramos alcanzar lo que queremos, esto nos humillará y la aceptación de esa humillación, puede ser que tenga a los ojos del Señor, un valor muy superior, más que el bien de carácter espiritual que no logramos alcanzar, porque el Señor que es quien otorga los dones, no estima pertinente darnos lo que deseamos alcanzar. Nuestra humildad en aceptar la negativa que nos humilla, quizás sea un bien espiritual, mucho mayor que el que deseábamos alcanzar.

Y hablando de Santa Teresa, nuestra carmelita descalza universal, ella nos escribe: “…, porque para buscar a Dios en lo interior (que se halla mejor y más a nuestro provecho, que en las criaturas, como dice San Agustín que le halló después de haberle buscado en muchas partes) es gran ayuda cuando Dios hace esta merced. Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de si a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre la verdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros mismos; más no es esto, que esto cada uno lo puede hacer (con el favor del Señor se entiende todo), mas lo que digo es de diferente manera”. Por supuesto que es de diferente forma, pero cada alma la apreciará siempre también de diferente forma y de acuerdo con el grado de amor que esta alma le tenga al Señor. Porque la búsqueda de Dios sea esta en términos generales o en el específico de hallarlo en nuestro interior es un problema de amor, porque la búsqueda de Dios, no se alcanzan con el conocimiento, sino con el amor”.

Jean Lafrance, nos dice que: “La vida trinitaria es la esencia misma de la oración contemplativa. Orar es tomar conciencia de las nuevas relaciones que existen entre las Personas de la Trinidad y tú, es dejarte arrastrar por el movimiento mismo de la vida trinitaria. Como dice San Irineo: el Espíritu viene a apoderarse de Ti y te da al Hijo, y el Hijo te da al Padre”.

Lo nuestro es desear, desear con toda la fuerza de nuestro ser, tal como nos dice San Juan de la Cruz: “Desea a Dios con todas la fuerzas de tu corazón, pero no pongas nunca la mano sobre Él para captarle. Sólo entonces vendrá a Ti…. Solamente el deseo obliga a Dios a bajar. No puedes subir hacia Él porque la dirección vertical te está radicalmente prohibida. No hay escala con la cual la inteligencia pueda llegar a alcanzar a Dios”.

Después de mirar largo tiempo e intensamente hacia el cielo, Dios bajará y te llevará consigo. Siempre es él quien te busca, tú solo si amas lo suficiente serás, el encontrado. Y entonces según nos dice San Juan de la Cruz, “Dios estará presente en el alma de una manera tan real pero a la vez tan sutil que la persona ya no lo encuentra como antes solía. La búsqueda se hace más difícil y confusa por las siguientes razones: 1º.- El alma se empeña en ir tras algo de Dios en lugar de buscarle en si mismo. Tiene interés en sentir algo en la oración, en tener consuelos en la vida espiritual, en saber con certeza en que momento o grado de su desarrollo interior se encuentra. 2º.- Lo sigue buscando en las manifestaciones sensible, en recuerdos agradables, etc... 3º.- Todavía lo sigue buscando, utilizando su propio esfuerzo, siguiendo su propia iniciativa. Sigue intentando alcanzar a Dios, en vez de quedarse disponible para acoger a Dios”.

Pero si uno llega a esa altura tal como dice Lafrance: “A partir del momento en que un hombre ha adquirido verdadera conciencia de que lleva en él el fuego de la zarza ardiendo o el agua viva prometida por Jesús a la samaritana, está “amenazado” por la santidad, incluso en su cuerpo”. Pero esta, maravillosa situación, tal como dice Thomas Mertón: “En verdad no se concederá a aquellos que voluntariamente se alejen de Dios, que reduzcan toda su vida interior a cumplir con rutina unos cuantos ejercicios de piedad y actos externos de adoración y servicio, llevados a cabo como un deber. Estas personas procuran evitar el pecado y respetan a Dios como a un amo, pero su corazón no le pertenece, pues no está realmente interesado en Él si no es con la intención de asegurar el cielo y evitar el infierno, pero en la realidad de los hechos sus mentes y sus corazones están absorbidos en sus propias ambiciones, preocupaciones, comodidades, en sus placeres y en todos sus intereses, ansiedades y temores mundanos. Invitan a Dios a entrar en sus interioridades confortables solo para que les resuelva las dificultades y les otorgue sus recompensas”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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