El Alcázar de Toledo
Sucedió en la guerra civil española (1936-1939). La ciudad de Toledo había sido ocupada totalmente por los comunistas, pero quedaba por dominar el Alcázar de Toledo, que había sido la Academia militar para oficiales. Allí se refugiaron un total de 1.100 hombres con 800 mujeres y niños. Los atacantes los cercaron con diez mil soldados, pero no pudieron vencerlos. ¿Por qué? Los 1.100 hombres del Alcázar eran “soldados de María”, se habían consagrado junto con su coronel Moscardó a María y Ella, la vencedora de mil batallas, los defendió hasta el último momento. Humanamente es inexplicable cómo pudieron resistir 71 días de asedio. Pero María velaba por ellos. Organizaron el Rosario perpetuo, día y noche, ante la imagen de la Virgen. Dos veces al día se reunía toda la guarnición para rezar el rosario y así pudieron resistir a pesar de que dinamitaron el Alcázar con cargas explosivas subterráneas, a pesar de la falta de agua y de alimento y de que se acababan las municiones.
A los 72 días de asedio el General Franco les mandó ayuda y fueron liberados. Al ser preguntado el Coronel Moscardó cómo había sido posible vencer en lucha tan desigual, decía: “Preguntádselo a María. Ella era la Generala del Alcázar. Ella daba valor a nuestros corazones. Ella nos salvó”.
El Legionario y las Tres Avemarías
Ocurrió también en la guerra civil española. Un legionario rezaba todas las noches tres avemarías delante de sus compañeros. Éstos le decían: Tú dices que eres ateo y, sin embargo, rezas todos los días a la Virgen tres Avemarías. ¿Por qué? Y él contestaba: mi madre antes de morir me hizo prometerle que todos los días rezaría tres Avemarías a la Virgen y yo soy un hombre de palabra y lo cumplo. Una noche, a las dos de la mañana, se fue a ver al capellán del batallón y le dijo: Padre, presiento que voy a morir y necesito confesarme. Se confesó y con la conciencia tranquila se fue a dormir. Al día siguiente, una bala le traspasó el corazón. Las tres Avemarías le habían obtenido de María la gracia de la conversión.
Convertido del Comunismo
Douglas Hyde, famoso periodista inglés en su libro “Yo creí” cuenta su conversión después de 20 años como miembro activo del Partido Comunista inglés. “Una mañana sucedió algo. Entré en una iglesia católica y me senté en el último banco. Entonces entró una joven de unos dieciocho años, pobremente vestida y no muy agraciada. Al pasar por mi lado vi la expresión de su rostro, parecía gravemente preocupada. Con paso decidido avanzó por el centro de la Iglesia hacia el altar, después giró hacia la izquierda, encaminándose a un reclinatorio en el que se arrodilló delante de una imagen de la Virgen María. Encendió una vela y echó unas monedas en la alcancía... Después de rezar un rato, cuando salía, miré su rostro. Su grave preocupación había desaparecido, parecía tranquila y, sin embargo, yo hacía meses y años que llevaba a cuestas el peso de la mía.
Cuando estuve seguro de que nadie me veía, me encaminé por el centro de la Iglesia, giré al lado izquierdo, eché unas monedas en la alcancía y encendí una vela, me arrodillen el reclinatorio delante de la Virgen e intenté rezar. Pero ¿cómo se rezaba? Yo no sabía rezar. Intenté recordar alguna oración dedicada a Ella de la literatura medieval o alguno de los poemas de Chesterton o Belloc. Pero fue inútil. Mientras tanto la vela se iba consumiendo, y no se me ocurría nada. Cuando salí, traté de recordar las únicas palabras que había pronunciado y casi me eché a reír. Era la letra de una música del año 20 de un disco de gramófono: “Oh dulce y encantadora dama, sed buena, sed buena conmigo”.
A los pocos días, el 17 de Enero de 1948, telefoneó al colegio de los jesuitas de su barrio y comenzó su preparación para bautizarse con su esposa y sus dos hijos.
San Alfonso de Ratisbona
En la Iglesia de San Andrés delle Fratte de Roma se lee en la capilla de la Virgen: “El 20 de enero de 1842 Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo vino aquí judío empedernido. La Virgen se le aparecíó como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano. Extranjero: lleva contigo este precioso recuerdo de la Misericordia de Dios y de la Santísima Virgen”.
Un amigo suyo, Teodoro de Bussieres, convertido del protestantismo, le había entregado una medalla “milagrosa” y una copia de la oración “Acordaos” de San Bernardo, para que la rezara todos los días. Aquel mismo día 20 de enero de 1842 su amigo Teodoro había escrito en su diario: “Alfonso sigue en su obstinación. Su espíritu siempre burlón, sus pensamientos completamente terrenos”.
A la una de la tarde se va a la Iglesia de San Andrés a rezar y se encuentra casualmente con Alfonso y le invita a entrar. Algo maravilloso pasó allí. Cuando su amigo extrañado se lo preguntó, le dijo: “Lo que tengo que decir, sólo lo puedo decir de rodillas”. Fueron juntos a ver al P. Villefort y, entonces, sacó su medalla y besándola dijo: “La he visto, la he visto. Estaba yo en la Iglesia hace unos minutos y me sobrecogió una turbación indecible. Todo el edificio desapareció de mi vista, vi un gran resplandor y en medio de aquel resplandor sobre el altar se me apareció erguida, espléndida, llena de majestad y de dulzura la Virgen María tal y como está pintada en la medalla y me sonrió, no me dijo nada, pero yo lo comprendí todo”. Actualmente Alfonso es un gran santo de la Iglesia: San Alfonso de Ratisbona, sacerdote.
San Pedro Celestino
Escribió: “Recuerdo que, siendo niño de corta edad se me introdujo en el ojo derecho una astilla de madera. La herida que recibí fue tal que al cabo de poco tiempo no podía ver en absoluto. Los médicos diagnosticaron la mayor gravedad y dijeron que el ojo derecho estaba perdido irremisiblemente. Pero mi madre llena de confianza en la Santísima Virgen me llevó a una de sus iglesias en donde permanecimos toda la noche. Pues bien, a la mañana siguiente mi ojo estaba completamente curado y no había señal alguna de la herida”.
Unidos por María
El diario francés La Croix del 12 de Septiembre de 1915 narraba el siguiente suceso: “En el campo de batalla yacía gravemente herido un soldado francés y junto a él también gravemente herido un soldado alemán. El francés sacó con mucho esfuerzo un crucifijo que tenía en el bolsillo, lo besó y empezó a rezar el Avemaría en latín. El alemán también se unió y rezó con él el Avemaría. Después el francés le tendió su crucifijo, el alemán lo besó, se dieron la mano y así unidos y rezando murieron. Dos soldados enemigos, unidos por María, muriendo como hermanos”.
Alexis Carrel
Fue un gran médico (1873-1944), premio Nóbel de Medicina. En su libro “Un viaje a Lourdes” narra el comienzo de su conversión al catolicismo. Fue a Lourdes y vio a una mujer, María Ferrand, moribunda. La trasladó sobre una camilla delante de la Gruta de la Virgen y de su corazón angustiado salió este deseo: “Quisiera creer. Virgen María, curad a esta muchacha. Haced que viva y haced que yo crea”. Y ante sus ojos asombrados ocurrió el milagro. Y escribió: “Eran las tres de la tarde cuando María Ferrand dijo: “¡Estoy curada!”. Se le dio una taza de leche y se recuperó. El dolor y la tumefacción habían desaparecido. Era una cosa imposible, acababa de realizarse un milagro”. Aquella misma noche se pasó un buen rato de oración en la basílica, pidiendo la fe que necesitaba y decía: “Virgen santa, mi deseo más grande y la meta de todas mis aspiraciones es creer, dadme la fe”. Y así, poco a poco, fue recuperando la fe perdida y se convirtió.
Milagros en Lourdes
El primer milagro reconocido oficialmente ocurrió el mismo año de las apariciones, en 1858. Un minero Pierre Bouriette de Pic du Jer, ciego del ojo derecho desde 1938 fue a rezar a la gruta y se lavó con el agua que había surgido milagrosamente y se curó. El Dr. Dozous que lo comprobó dijo: “Si un rayo hubiera caído a mis pies no hubiera sido mayor mi espanto”.
En 1945 se reconocieron 4.372 casos de curaciones, aunque hasta ahora, sólo 67 casos han sido considerados milagrosos o inexplicables para la ciencia, según la comisión internacional de médicos.
Otro de tantos milagros ocurrió el 2 de Junio de 1950 a Evasio Ganora, italiano, que desde hacía más de un año tenía la enfermedad de Hodkins, que ataca al sistema nervioso linfático. Después de meterse en la piscina fue instantáneamente curado.
Esto mismo podríamos decir de los grandes santuarios marianos del mundo. Donde la presencia de María se hace tan palpable que Jesús hace muchísimos milagros físicos y espirituales por intercesión de su Madre María, a quien como buen hijo no puede negarle nada, porque quiere hacerla feliz, concediéndole todo lo que pide. Por eso, se le ha llamado a María con razón la Omnipotencia suplicante.
Virgen de las Lágrimas de Siracusa
En este santuario hay una lápida con esta inscripción: “Aquí, con lágrimas durante cuatro días, (29 de Agosto al 1 de Septiembre de 1953) y después en todas partes, derramando continuos prodigios de curaciones, la Virgen María Madre de Dios, con admiración de todo el mundo abrió los abundantísimos tesoros de su Corazón misericordioso”. Una de las curaciones más importantes fue la de Miss Comunismo o Miss Unitá (órgano del partido comunista italiano) curada de meningitis tuberculosa. Conversiones importantes fueron las de los comunistas Vincenzo Mincella y Leopoldo Caminiti.
La Virgen del Pilar
En este Santuario de Zaragoza hay dos grandes bombas en sendas columnas del templo, recordando que en la guerra civil los comunistas quisieron destruir este santuario mariano, el más importante de España, y las bombas no explotaron. Allí María sigue manifestando su presencia con continuos milagros y conversiones.
Uno de los más grandes milagros ocurrió el 29 de Marzo de 1640 a Juan Pellicer, natural de Calanda (Zaragoza). Le había sido amputada una pierna hacía dos años y cinco meses y todos los días pedía limosna a la puerta del templo del Pilar y se ungía el muñón con aceite de la lámpara que ardía en honor de la Virgen. Aquella noche se despertó con los dos piernas enteras y parecía que le había sido colocada su misma pierna, ya que tenía todavía las cicatrices producidas por el mordisco de un perro.
Este milagro, llamado de la resurrección de la carne o milagro de Calanda, fue consignado por escrito en acto público por el Notario de Mazaleón y se encuentra este documento actualmente en el despacho del Alcalde de Zaragoza. El Arzobispo de aquel tiempo D. Pedro Apaolaza después de haber nombrado una comisión para investigar el caso, el 27 de Abril declaró: “Pronunciamos y declaramos que a J. M. Pellicer le ha sido restituida milagrosamente su pierna que antes le habían cortado”.
Iguales testimonios dieron grandes personajes de la época, como el Jefe de la Diplomacia española Gaspar de Bracamonte, Conde de Peñaranda, en juramento del día 9 de Mayo de aquel mismo año.
La curación de una Niña
Tuvo lugar el 24 de Diciembre de 1985 en el pueblo Fuente Barrios. Después de recorrer varios hospitales de Badajoz, Sevilla y Madrid el diagnóstico era encefalitis possarampionosa, tetraparexia, coma, deterioro progresivo, alteraciones del ritmo respiratorio y respiración atáxica. Estaba desahuciada. Los últimos meses había perdido los sentidos y la movilidad y vivía a base de oxígeno y suero.
Aquel día de Navidad, a las diez de la noche estaba su madre y una vecina, rezando el rosario por su curación como todos los días, cuando de pronto despertó como de un sueño profundo, se sentó en la cama y pidió de comer. Su madre le quitó las sondas, le trajo un plato de lentejas que se comió tranquilamente, después de meses que no comía absolutamente nada.
Este milagro fue publicado por todos los medios de comunicación de España.
Un pagano que se hizo católico
Un misionero jesuita escribía en la revista “Misiones Belges” un caso que él había conocido. Se trataba de un joven militar indio, teniente de una compañía. Su capitán Carlos Tonnerre era ferviente católico y con frecuencia le hablaba de nuestra fe. Un día le hizo prometer que iba a rezar todos los días las tres Avemarías para obtener la conversión de la Virgen María. Y así lo hizo. Una mañana fue muy temprano a la capilla católica para hablar con el sacerdote y hacerse católico. ¿Qué había sucedido?
La noche anterior había llegado muy cansado al Campamento y se echó a descansar en su litera, vestido como estaba, y se quedó dormido sin rezar las tres Avemarías acostumbradas. A media noche se despertó sobresaltado y encendió una linterna. No vio nada en especial, pero tenía la sensación de que no estaba solo. De nuevo se acostó para dormirse y se acordó de las tres Avemarías. Haciendo un esfuerzo se levantó y las rezó y en aquel momento se quedó espantado. Una serpiente muy venenosa aparecía por debajo de su almohada. Tuvo tiempo de agarrar su espada y cortarle la cabeza. Y dice: “Entonces, viéndome a salvo comprendí que debía mi salvación a la Madre de Dios y, postrado, recé otras tres Avemarías, tomando la firme resolución de abrazar la religión católica”.
El General Riego
Fue tristemente célebre por sus maldades. Cuando iba a ser ahorcado, mandó llamar a un sacerdote y le dijo: “Padre, mi vida entera ha sido un tejido de iniquidades. Pero cuando era niño mi santa madre me llevaba todos los días a la Capilla del Rosario de Santo Domingo de Oviedo (España) y allí, de rodillas, rezábamos juntos el rosario y desde entonces jamás he dejado un solo día de rezarlo, como se lo prometí a mi madre”. María le obtuvo en el último momento la conversión. Ella nunca se deja ganar en generosidad.
Un sacerdote apóstata
Jerónimo de Comtes fue un sacerdote que apostató de nuestra fe y se hizo anglicano. Él nos cuenta: “Nunca se me borrará de mi memoria el delicioso recuerdo de un domingo en que visité la Iglesia de Ntra. Sra. de las Victorias de París. Había entrado por curiosidad y con un poco de disgusto, pero me entraron muchas ganas de llorar y una amargura tan terrible que no sabía qué hacer. Levanté los ojos para mirar la imagen de la Virgen y un rayo de consuelo inundó mi alma. Allí comenzó la vuelta al seno de la Iglesia Católica”. Después se hizo religioso franciscano y murió como un santo.
Un ladrón arrepentido
En la ciudad de Chota (Cajamarca-Perú), un abigeo, ladrón de ganado, que era el terror de la comarca por ser también un matón, fue emboscado por un grupo de campesinos que le pegaron 20 tiros y lo dejaron moribundo. Su mujer lo llevó como pudo al hospital, pero los médicos no pudieron hacer nada por él. Su madre, que era una buena mujer, muy devota de María, corrió a buscar a un sacerdote, temiendo que muriera sin arrepentirse. El sacerdote de la parroquia pensó que, siendo tan gran pecador, era inútil. Pero tanto le insistió su madre que acudió. Al acercarse al moribundo éste le dijo: “Padre, confiéseme, quiero cambiar de vida”. Se confesó, se arrepintió y murió como un santo.
Y ahora podemos preguntarnos: ¿Cuánto habría orado su buena madre por él? Si no hubiera tenido tan buena madre ¿se hubiera salvado? Las oraciones de una madre nunca pueden se desoídas por Dios. Y las ORACIONES DE SU PROPIA MADRE MARIA ¿podrán ser desoídas? Por eso, podemos decir sin temor a equivocarnos: “Un fiel devoto de María nunca será defraudado en su esperanza de salvación”.
Y así como los niños gritan en los peligros espontáneamente, así nosotros debemos invocar a María en los momentos difíciles de nuestra existencia y Ella acudirá a socorrernos.
San Juan Bosco decía: “Repasad las páginas de la tradición cristiana, interrogad las historias del cristianismo en todos los reinos y países del universo y por doquiera encontraréis a María, viniendo en socorro de sus afligidos hijos”. La devoción a María es signo de predestinación. Que Ella sea tu guía y la estrella que te conduzca hasta Dios. Que sea para ti la Madre amorosa que te consuela y te lleva de la mano hacia JESÚS.
CONCLUSIÓN
Procuremos tomar en serio nuestra vida y no olvidemos de que existe el infierno, como Nuestro Señor Jesucristo se lo hizo ver a los tres pastorcitos de Fátima o a Sta. Teresa de Jesús. Ella nos dice que fue tal su impresión que “por librar una sola alma del infierno pasaría por muchas muertes de muy buena gana”. Que la ilusión de ir al cielo nos estimule a ser buenos. Allí viviremos en Comunidad con Jesús, María y con y todos los santos y ángeles. Y será tanta nuestra felicidad que “ni el ojo vio ni el oído oyó ni vino a la mente del hombre lo que Dios tiene preparado a los que le aman (1ª Cor 2, 9). “Estoy seguro que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación de la gloria que ha de manifestarse en nosotros” (Rom 8, 18).
Y ahora mira atentamente el mar. Verás el cielo azul, la tierra y las gaviotas que vuelan raudas por el litoral en un día de calma sin igual. Eso es lo que el Señor desea para ti, que no te arrastres por las cosas materiales de la tierra, sino que seas feliz y que vueles más alto hacia la meta soñada del firmamento azul (cielo). ¡Ojalá que tu vuelo enseñe y ayude a otros a volar y que siempre vueles tú en Comunidad!
Que seas santo y feliz. Es mi mejor deseo para ti.Tu hermano y amigo,
Ángel Peña, agustino recoleto, O. A. R.
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