Una
vez que acepto alegremente el hecho de que soy un BURRO, ya no me sorprenden ni
me apenan los errores y estupideces que sigo cometiendo a pesar de tantos años
de formación y tantos y tan nobles esfuerzos.
A
fin de cuentas, soy BURRO; si no hago burradas – que es eso es precisamente lo
que me corresponde – que no se asombre nadie, y menos yo mismo.
Y
de la mismísima manera, todas las personas que tienen el honor de rodearme y
vivir conmigo son también BURROS, y, en consecuencia, todos se comportan como
los BURROS que son y seguirán siendo, y tienen el perfecto derecho de hacerlo
así.
Esa
es la actitud perfecta para conseguir la paz del alma consigo mismo y con todos
los demás. La aceptación plena de mi mismo y de todos los demás acaba con todas
las tensiones y siembra la paz y la felicidad.
CAMBIAR
O NO CAMBIAR?, QUÉ DICE USTED.
Publicado
por: José Miguel Pajares Clausen
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