lunes, 2 de julio de 2012

HISTORIAS SOBRE MARÍA # V


Es célebre la historia de Santa María Egipciaca, que se lee en el Libro Primero de la Vida de los Padres.

A la edad de doce años huyó de la casa de sus padres  y se fue a Alejandría, llevando una vida licenciosa llegó a ser el escándalo de esa ciudad. Pasados dieciséis años ofendiendo a Dios, se le antojó ir a Jerusalén, en donde, celebrándose entonces la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, quiso ella entrar a la Iglesia, más por curiosidad que por devoción; pero al hacerlo, sintió que invisiblemente la empujaban hacia atrás. Probó por segunda vez y también le sucedió lo mismo, y asimismo le sucedió la tercera y cuarta vez.

Colocándose entonces la infeliz en una esquina del atrio, comprendió que era Dios quien la sacaba de la Iglesia por su mala vida. Afortunadamente, levantó los ojos, y viendo una imagen de María pintada en el atrio, se volvió llorando hacia Ella y le dijo:

-Oh Madre de Dios, apiádate de esta pobre pecadora. Veo que por mis culpas no merezco que me mires; pero Tú eres el refugio de los pecadores: por el amor de Jesús, tu Hijo, ayúdame y permite que pueda entrar en la Iglesia, pues quiero cambiar de vida e ir a hacer penitencia donde Tú me indiques.

He aquí que entonces oyó una voz interior, como si la Virgen Santísima le respondiera, diciéndole:

-Ya que has acudido a Mí y quieres cambiar de vida, entra en la Iglesia, que la puerta ya no estará cerrada para ti.

Entró la pecadora, adoró la Cruz y lloró amargamente. Volvió entonces a la imagen y le dijo:

-Señora, aquí me tienes lista para obedecerte: dónde quieres que me retire para hacer penitencia?

-Anda ve – contestó la Virgen – pasa el Jordán y encontraras el lugar de tu descanso.

Se confesó, comulgó, pasó el río y llegó al desierto en donde comprendió que era el lugar de su penitencia.

En los primeros diecisiete años que la santa permaneció allí, qué asaltos no le dieron los demonios para hacerla caer de nuevo?; pero ella no hacía más que encomendarse a María, y Esta divina Madre le alcanzó fuerza para resistir todas las tentaciones durante aquellos diecisiete años, después de los cuales cesaron los combates.

Finalmente, a los cincuenta y siete años de permanecer en aquel desierto, hallándose a la edad de ochenta y siete años, por providencia del Señor la halló el abad san Zósimo: le contó al Santo toda su vida, y le rogó volviese allí el año siguiente a llevarle la Santa Comunión. 

Volvió efectivamente el santo abad, y le administró la Sagrada Eucaristía, y ella después le replicó la súplica de que otra vez fuese a visitarla. Volvió allí el santo abad y la halló muerta circuido (envuelto) el cuerpo de luz y a la cabeza escritas estas palabras: “Entierra en este lugar el cuerpo de esta miserable pecadora, y ruega a Dios por mi”

La sepultó, habiendo venido un león a cavar la tierra, y volviendo al monasterio, refirió las maravillas de las divinas misericordias que Dios había usado con esta infeliz penitente.

San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia

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