Entrevista con Giovanni Maria Vian.
Habla el
director de "L´Osservatore Romano" sobre el escándalo de los
"vatileaks" y la acción de Benedicto XVI para volver a la
tranquilidad.
Giovanni
Maria Vian, director de “L’Osservatore Romano”, el diario oficial de la Santa
Sede, es uno de los más agudos y finos analistas del pontificado de Benedicto
XVI. Interpreta a la perfección el sentir del Papa, al que conoce desde su
etapa de cardenal.
- Profesor Giovanni Maria Vian, usted que es el director de “L’Osservatore Romano”, además de ser historiador del cristianismo, ¿cree que el escándalo de los “vatileaks” demuestre que Joseph Raztinger sea un Papa en permanente ataque?
- Benedicto XVI no rehúye los problemas, sino que los afronta sin temor. Está recorriendo un callejón sin salida. Desde el inicio su imagen ha sido atacada. Fue presentado a la opinión pública como el gran inquisidor, además alemán, “panzerkardinal”, pastor alemán.
Después llegaron obstáculos como la mala interpretación de su lección en Ratisbona, la gracia del obispo lefebvriano Richard Williamson, la polémica sobre el uso del preservativo para prevenir el SIDA y la “tormenta perfecta” de los abusos sexuales del clero. En el caso del negacionista Williamson, el Papa mostró su forma de actuar. Escribió una carta que parece la de San Pablo a los Gálatas y logró girar la situación. No permitió que se destruyera todo lo que hizo para acercar a la Iglesia al hebraísmo. El suyo fue un grito de dolor por una representación lejana de la verdad de los hechos.
- ¿Cómo se comportó el Papa frente a la filtración de documentos reservados?
- Ante los “vatileaks”, Benedicto XVI no negó el problema, sino que indicó que el caso fue usado para describir una situación irreal de tonos sombríos, mientras casi todos los funcionarios vaticanos son leales y ofrecen honestamente su servicio al Papa y a la Santa Sede. Un desplante de orgullo, indicado por el Sustituto Angelo Becciu.
Con respecto a la filtración de documentos, la Santa Sede ha encargado que se aclaren las responsabilidades a un ilustre jurista como el cardenal Julián Herranz y a otros dos purpurados de gran prudencia como Tomko y De Giorgi. Así, el Vaticano procede con pies de plomo y con un respeto escrupuloso de los procedimientos jurídicos. Los que investigan son tres cardenales con más de ochenta años y que no formarán parte de un futuro Cónclave. Por ello son absolutamente libres ante Dios y ante la consciencia. Solo responden al Papa.
- ¿Qué es la “purificación” que puso en marcha Benedicto XVI?
- Es una operación de renovación en continuidad con la historia del cristianismo. Joseph Ratzinger ha insistido muchas veces en que la peor persecución para la Iglesia es el pecado interno. Las mayores dificultades para la Iglesia no consisten en los ataques que recibe desde el exterior, sino en las debilidades humanas de sus miembros.
Por ello, la Iglesia tiene una constante necesidad de renovarse. Con refinamiento histórico y teológico, Benedicto XVI proclama que la fuerza del papado consiste únicamente en la gracia de Dios. Por ello, el Pontífice evoca la escena cuando se le otorga el primado a Pedro, a quien Jesús anuncia la pasión y le pide que siga su obra. Y son las debilidades humanas las que provocan las mayores dificultades de la Iglesia.
- Entonces, ¿no existen intrigas contra la Iglesia?
- Los ataques desde el exterior existen, seguramente, pero, si observamos los dos mil años de cristianismo, la situación es, sin duda, mucho mejor, a pesar de que la Iglesia deba operar a menudo en sociedades secularizadas o descristianizadas. En el siglo XVIII se acuñó en Francia la expresión “des-cristianizar” y la Revolución francesa trató incluso de cambiar el calendario. Fue un fracaso y, si sobrevivió alguna huella del calendario revolucionario, se debe solamente por el golpe de estado napoleónico.
- ¿Hay campañas mediáticas contra la Iglesia?
- La mirada de la Iglesia no es la de los medios masivos de comunicación. Más que campañas en contra de la Iglesia, hay incomprensiones, dificultades recíprocas entre la Iglesia y la comunicación en cuanto a la alimentación del diálogo. La impresión que dan los medios masivos es que el “papa bueno” siempre es el papa muerto. Karol Wojtyla fue atacado duramente durante gran parte de su pontificado. Los que, como Eugenio Scalfari, le habían criticado abiertamente, lloraron la muerte de Pablo VI.
- ¿La Iglesia es enemiga de la modernidad?
- Claro que no. La Iglesia toma distancia de la modernidad cuando la modernidad se convierte en una religión acrítica e irracional. La Iglesia, a partir de la edad moderna, debe afrontar el intento recurrente de entroncar la razón como una divinidad contraria al cristianismo. En realidad, toda la tradición cristiana ha buscado la ayuda de la razón. Entre tantos ejemplos admirables se encuentran la arquitectura teológica de Tomás de Aquino y la transposición poética que de ella hace Dante en la “Divina Comedia”. La Iglesia nunca ha sido enemiga de la ciencia verdadera. De esa ciencia que no se convierte en una elaboración dogmática.
- Profesor Giovanni Maria Vian, usted que es el director de “L’Osservatore Romano”, además de ser historiador del cristianismo, ¿cree que el escándalo de los “vatileaks” demuestre que Joseph Raztinger sea un Papa en permanente ataque?
- Benedicto XVI no rehúye los problemas, sino que los afronta sin temor. Está recorriendo un callejón sin salida. Desde el inicio su imagen ha sido atacada. Fue presentado a la opinión pública como el gran inquisidor, además alemán, “panzerkardinal”, pastor alemán.
Después llegaron obstáculos como la mala interpretación de su lección en Ratisbona, la gracia del obispo lefebvriano Richard Williamson, la polémica sobre el uso del preservativo para prevenir el SIDA y la “tormenta perfecta” de los abusos sexuales del clero. En el caso del negacionista Williamson, el Papa mostró su forma de actuar. Escribió una carta que parece la de San Pablo a los Gálatas y logró girar la situación. No permitió que se destruyera todo lo que hizo para acercar a la Iglesia al hebraísmo. El suyo fue un grito de dolor por una representación lejana de la verdad de los hechos.
- ¿Cómo se comportó el Papa frente a la filtración de documentos reservados?
- Ante los “vatileaks”, Benedicto XVI no negó el problema, sino que indicó que el caso fue usado para describir una situación irreal de tonos sombríos, mientras casi todos los funcionarios vaticanos son leales y ofrecen honestamente su servicio al Papa y a la Santa Sede. Un desplante de orgullo, indicado por el Sustituto Angelo Becciu.
Con respecto a la filtración de documentos, la Santa Sede ha encargado que se aclaren las responsabilidades a un ilustre jurista como el cardenal Julián Herranz y a otros dos purpurados de gran prudencia como Tomko y De Giorgi. Así, el Vaticano procede con pies de plomo y con un respeto escrupuloso de los procedimientos jurídicos. Los que investigan son tres cardenales con más de ochenta años y que no formarán parte de un futuro Cónclave. Por ello son absolutamente libres ante Dios y ante la consciencia. Solo responden al Papa.
- ¿Qué es la “purificación” que puso en marcha Benedicto XVI?
- Es una operación de renovación en continuidad con la historia del cristianismo. Joseph Ratzinger ha insistido muchas veces en que la peor persecución para la Iglesia es el pecado interno. Las mayores dificultades para la Iglesia no consisten en los ataques que recibe desde el exterior, sino en las debilidades humanas de sus miembros.
Por ello, la Iglesia tiene una constante necesidad de renovarse. Con refinamiento histórico y teológico, Benedicto XVI proclama que la fuerza del papado consiste únicamente en la gracia de Dios. Por ello, el Pontífice evoca la escena cuando se le otorga el primado a Pedro, a quien Jesús anuncia la pasión y le pide que siga su obra. Y son las debilidades humanas las que provocan las mayores dificultades de la Iglesia.
- Entonces, ¿no existen intrigas contra la Iglesia?
- Los ataques desde el exterior existen, seguramente, pero, si observamos los dos mil años de cristianismo, la situación es, sin duda, mucho mejor, a pesar de que la Iglesia deba operar a menudo en sociedades secularizadas o descristianizadas. En el siglo XVIII se acuñó en Francia la expresión “des-cristianizar” y la Revolución francesa trató incluso de cambiar el calendario. Fue un fracaso y, si sobrevivió alguna huella del calendario revolucionario, se debe solamente por el golpe de estado napoleónico.
- ¿Hay campañas mediáticas contra la Iglesia?
- La mirada de la Iglesia no es la de los medios masivos de comunicación. Más que campañas en contra de la Iglesia, hay incomprensiones, dificultades recíprocas entre la Iglesia y la comunicación en cuanto a la alimentación del diálogo. La impresión que dan los medios masivos es que el “papa bueno” siempre es el papa muerto. Karol Wojtyla fue atacado duramente durante gran parte de su pontificado. Los que, como Eugenio Scalfari, le habían criticado abiertamente, lloraron la muerte de Pablo VI.
- ¿La Iglesia es enemiga de la modernidad?
- Claro que no. La Iglesia toma distancia de la modernidad cuando la modernidad se convierte en una religión acrítica e irracional. La Iglesia, a partir de la edad moderna, debe afrontar el intento recurrente de entroncar la razón como una divinidad contraria al cristianismo. En realidad, toda la tradición cristiana ha buscado la ayuda de la razón. Entre tantos ejemplos admirables se encuentran la arquitectura teológica de Tomás de Aquino y la transposición poética que de ella hace Dante en la “Divina Comedia”. La Iglesia nunca ha sido enemiga de la ciencia verdadera. De esa ciencia que no se convierte en una elaboración dogmática.
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