Símbolo del
amor infinito
Así como el
mes de mayo está consagrado a la Virgen María, junio lo está
al Sagrado Corazón de Jesús. «Tesoros de la Fe» trató en diversos números este magno tema.1 En esta oportunidad, presentamos algunos datos y reflexiones
que enriquecen su conocimiento.
al Sagrado Corazón de Jesús. «Tesoros de la Fe» trató en diversos números este magno tema.1 En esta oportunidad, presentamos algunos datos y reflexiones
que enriquecen su conocimiento.
Paulo
Roberto Campos
En la Sagrada Escritura, encontramos mencionada casi
mil veces la palabra “corazón”. Un ejemplo del Antiguo Testamento: “Les daré
otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón
de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 11, 19); y del Nuevo
Testamento: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios” (Mt 5, 8).
CORAZÓN:
SÍMBOLO DEL INFINITO AMOR DE DIOS POR LOS HOMBRES
Profundamente
vinculado al símbolo que el corazón representa, está la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En primer lugar, al simbolizar el
amor infinito de Dios por el género humano: “El Corazón de Jesús forma parte de su adorable persona. Entre los
elementos integrantes de la persona de Cristo, ninguno hay tan a propósito como
el corazón para ser objeto de un culto especial, porque simboliza la obra de
amor infinito llevada a cabo en obsequio nuestro por el Verbo hecho hombre en
el misterio de la Encarnación y Redención; por tanto, el culto tributado al
Sagrado Corazón de Jesús es culto tributado a Jesucristo en calidad de amante
del hombre”.2
La encíclica de Pío XII, Haurietis Aquas - considerada
el documento por excelencia sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, y de lectura
indispensable al respecto - fue escrita con la finalidad de exponer los
fundamentos teológicos de ese culto, y publicada en el centenario de la
institución de la fiesta litúrgica del Corazón de Jesús en toda la Iglesia. Ese
memorable documento pontificio enseña que: “El Corazón de nuestro Salvador
en cierto modo refleja la imagen de la divina Persona del Verbo, y es imagen
también de sus dos naturalezas, la humana y la divina; y así en él podemos
considerar no sólo el símbolo, sino también, en cierto modo, la síntesis de
todo el misterio de nuestra Redención. Luego, cuando adoramos el Corazón de
Jesucristo, en él y por él adoramos así el amor increado del Verbo divino como
su amor humano, con todos sus demás afectos y virtudes, pues por un amor y por
el otro nuestro Redentor se movió a inmolarse por nosotros y por toda la
Iglesia, su Esposa”.3
EL
PRIMERO Y EL MAYOR DE TODOS LOS MANDAMIENTOS
Un escriba de Jerusalén, doctor de la ley, le preguntó
a Jesús cuál era el primero de todos los mandamientos. Ésta fue la respuesta de
Nuestro Señor: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12, 30).
Si una persona ama a Dios de todo corazón, estará
dispuesta a sacrificarse por Él; estará pronta a combatir a aquellos que
atacan y desprecian sus divinas enseñanzas, y hará de todo para reparar las ofensas
que se hacen contra Dios. Cualquier ofensa contra Él, será tomada como algo más
grave que una ofensa personal, y deseará consolarlo ardientemente por el
ultraje recibido.
Ejemplo admirable de esta disposición fue la vida de
Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), enaltecida por Nuestro Señor como
“discípula dilecta de mi Corazón”. A ella se debe - con el apoyo de su director
espiritual, San Claudio de la Colombière - la gran expansión en el siglo XVII,
y en los siguientes, de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, principalmente
bajo dos aspectos: el amor y la reparación a aquel Corazón, ofendido por los
pecados de los hombres de “corazón duro”, “cerrado” a la gracia divina. En Paray-le-Monial,
Francia, Nuestro Señor le pidió a ella que fuese instituida la excelente
costumbre de la comunión reparadora de los primeros viernes de cada mes.
Además de esta gran mística, se podría aludir a muchas
otras almas santas que difundieron actos de piedad para desagraviar al Divino
Corazón. Un ejemplo es el de una simple niña, Jacinta, a quien la Santísima
Virgen, el año de 1917, se apareció en Fátima. Con apenas diez años, ella ya
tenía una clara noción de esto. Poco antes de su fallecimiento, le dijo a su
prima Lucía: “¡Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la lumbre
que tengo acá dentro del pecho y que me hace gustar tanto del Corazón de Jesús
y del Corazón de María!” Palabras sencillas, pero que revelan de qué manera
una niña inocente se abrasaba de amor de Dios y se compadecía de aquellos
Corazones ofendidos.
¡CUÁNTOS CATÓLICOS VIVEN
COMO SI DIOS NO EXISTIESE!
El mundo actual sufre los estremecimientos de un
terrible terremoto moral. Todas las instituciones de la sociedad y del Estado
se encuentran azotadas por profundas crisis. Ciertamente porque el Creador y
Redentor del género humano dejó de estar en el centro de los pensamientos,
hasta se podría decir que en el centro de los corazones de aquellos que se
llaman católicos. Él es ultrajado de todos los modos, llegando a ser destronado
en la sociedad neopagana de nuestros días.
¿Cómo remediar esta catastrófica situación? El Papa
San Pío X nos indicó una solución: “Si alguno nos pidiese una consigna, como
expresión de nuestra decidida voluntad, siempre daremos ésta y no otra:
Restaurar todas las cosas en Cristo”. Para ello, hay una necesidad de re
entronizar al Sagrado Corazón de Jesús en las almas, en las familias, en las
instituciones, en todas las naciones. En una palabra: restaurar la realeza
social y divina de Aquel que es “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap
19, 16). Por lo tanto, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es el remedio
por excelencia.
“HAZ
NUESTRO CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO”
No seamos sordos e ingratos a esta sublime devoción,
correspondiendo al divino amor de Dios por nosotros. ¿Cómo corresponder?
Procurando, por ejemplo, hacerlo todo conforme a sus divinos preceptos, y
evitar todo lo que los contraríe. Así, estaremos purificando nuestros corazones
y asemejándolos a su Sacratísimo Corazón.
Una breve aplicación: por obra de la funesta
Revolución Francesa, el rey Luis XVI fue condenado a la guillotina. Subió al
patíbulo con toda paciencia, pero cuando el verdugo quiso atarle las manos, con
un gesto enérgico no se lo permitió, diciendo que no aceptaría tal humillación.
Su último confesor, el padre Edgeworth de Firmont, entonces le dijo: “Señor,
esta humillación será un trazo más de semejanza entre Vuestra Majestad y
Nuestro Señor Jesucristo”. A lo que Luis XVI respondió: “Si esto le
agrada a Jesús, estoy dispuesto a ser atado”.
Tal respuesta del soberano francés podría ser aplicada
en todas las circunstancias de nuestra vida: estar preparados para hacer todo
lo que le agrada a Jesús; y nada, absolutamente nada que le desagrade. Para
llegar a esta práctica habitual, es muy aconsejable una jaculatoria que se
encuentra al final de la Letanía del Sagrado Corazón: “Jesús, manso y
humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo”.
EL INMACULADO CORAZÓN DE LA
SANTA MADRE DE DIOS
Pidamos esta gracia por intermedio del Inmaculado
Corazón de María y tengamos la seguridad de que seremos atendidos. El fundador
de la Congregación de Jesús y María, San Juan Eudes, comentaba que, de tal modo
las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María
eran inseparables y se unían en una sola y misma devoción, que se podría decir
en singular: “Sagrado Corazón de Jesús y María”.
Terminemos éstas reflexiones para el presente mes,
especialmente consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, con un trecho de la
citada encíclica Haurietis Aquas:
“Para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús
produzca más copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la
humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al
Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la
obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese
inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de
la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban
íntimamente unidos el amor y los dolores de su Madre.
Por eso, el pueblo cristiano que por medio de María ha
recibido de Jesucristo la vida divina, después de haber dado al Sagrado Corazón
de Jesús el debido culto, rinda también al amantísimo Corazón de su Madre
celestial parecidos obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y de
reparación.
En armonía con este sapientísimo y suavísimo designio
de la divina Providencia, Nos mismo, con un acto solemne, dedicamos y
consagramos la santa Iglesia y el mundo entero al Inmaculado Corazón de la
Santísima Virgen María”.4
Notas.-
1. Para profundizar en el estudio del Sagrado Corazón de Jesús, recomendamos
la lectura de los siguientes artículos aparecidos en Tesoros de la Fe, que se encuentran disponibles en nuestra página
web www.fatima.pe:
* Plinio Corrêa de Oliveira, “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres”, no 6, junio de 2002.
* Plinio Corrêa de Oliveira, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, no 18, junio de 2003.
* Helvecio Alves, El Detente del Sagrado Corazón de Jesús, no30, junio de 2004.
* Pablo Luis Fandiño, La devoción en el Perú al Sagrado Corazón de Jesús, no 42, junio de 2005.
* Estandarte de la Victoria contra los males de nuestra época, no78, junio de 2008.
* Pericles Capanema, Fátima y Paray-le-Monial: Una visión de conjunto, no 90, junio de 2009.
2. P. Tomás Pègues O.P., Catecismo de la Suma Teológica, Editorial Difusión, Buenos Aires, 1945, p. 151.
3. Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas – Sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, 15 de mayo de 1956, no 24 in www.vatican.va.
4. Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas, no 36.
* Plinio Corrêa de Oliveira, “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres”, no 6, junio de 2002.
* Plinio Corrêa de Oliveira, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, no 18, junio de 2003.
* Helvecio Alves, El Detente del Sagrado Corazón de Jesús, no30, junio de 2004.
* Pablo Luis Fandiño, La devoción en el Perú al Sagrado Corazón de Jesús, no 42, junio de 2005.
* Estandarte de la Victoria contra los males de nuestra época, no78, junio de 2008.
* Pericles Capanema, Fátima y Paray-le-Monial: Una visión de conjunto, no 90, junio de 2009.
2. P. Tomás Pègues O.P., Catecismo de la Suma Teológica, Editorial Difusión, Buenos Aires, 1945, p. 151.
3. Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas – Sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, 15 de mayo de 1956, no 24 in www.vatican.va.
4. Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas, no 36.
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