Esto es, lo que todos equivocadamente
pensamos, que siempre tendremos tiempo de arrepentirnos. Pero la realidad es
otra muy diferente. El arrepentimiento es un acto de amor, un bien que
pertenece al orden del espíritu y como todo bien espiritual, se posee en
distintos grados de fuerza o incluso llega un momento en que es tan débil que
incluso no se posee. Vamos a tratar este tema de una gran importancia para
todos nosotros.
Unos
vivimos en gracia de Dios, sumergidos en las aguas de su amor, en unas aguas
muy profundas, algunos tan profundas que, los que así viven, si saliesen a la
orilla no sabrían como respirar, con el aire tan viciado que este mundo nos
ofrece, pues lo suyo es respirar solo con el amor que el Señor les da. Otros
viven también sumergidos en las aguas del amor de Dios, pero no en aguas tan
profundas de forma que alguna vez hacen una escapada a la orilla y respiran
alguna bocanada del aire viciado del mundo, pero enseguida se ahogan y vuelven
a las profundas aguas del amor divino.
Otros
viven siempre habitualmente en la orilla y se han acostumbrado de tal forma a
los placeres que les da el viciado aire mundano, que saben que un día han de
ser llamados por el Señor y que cuando esto ocurra, si quieren no condenarse,
han de estar en el interior de las aguas del amor de Dios, pero piensan que
siempre hay tiempo de arrepentirse, pues aunque sea en el último momento, la
misericordia de Dios es infinita y ya tendré tiempo de arrepentirme. Si, ellos
ya saben, que no tendrán una gran gloria, sino que se va a salvar, si es que se
salvan por los pelos y su vasija, esa vasija que todos construimos aquí con
nuestras demostraciones de amor al Señor, para que esta sea grande y el Señor
nos la llene arriba de gracias, ella será para esta clase de personas, una
canija vasija, pero me es igual, se dicen ellos, porque; más vale pájaro en
mano que ciento volando y en todo caso; que me quiten los bailado.
Y
aún tenemos una cuarta categoría de personas, que son las que viven en el
interior y que nunca se han acercado ni siquiera a la orilla, por que lo suyo
es negar: Negar la existencia de Dios y su amor, negar la existencia del mar de
amor que el Señor nos ofrece, negar la existencia del infierno, negar inclusive
en un inexplicable contrasentido la existencia del demonio, sobre el cual
llegan a crear sectas en las que se le invoca, inclusivemente para su
adoración.
Dios
creador absoluto de todo lo visible y de lo invisible, es un Ser cuya esencia
es el amor, y el amor, todo el amor que existe en el universo visible y en el
invisible a nuestros ojos corporales, aunque no a los de nuestra alma, emana
siempre de Dios, porque Dios y tal como nos escribe San Juan evangelista:
“Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en É1”. (1Jn
4,16) Y todo lo que realiza el Señor es por razón de amor; por razón de amor
nos creó y todo lo que hace por cada uno de nosotros o permite que nos ocurra
solo tiene la finalidad de que vayamos a Él, a la búsqueda de su amor, a que ya
en esta vida nos sumerjamos en las aguas de su amor. Por otro lado es de
considerar aquí, una de las cualidades del amor cual es la reciprocidad. El
amor actúa siempre con reciprocidad, nosotros amamos más a quien más nos ama, y
el Señor en su amor también es recíproco, porque siempre ama más al que más le
ama.
Pero
dicho lo anterior y entrando en la contestación al título de esta glosa, es de
ver que no, que no siempre vamos a estar en posición y con la posibilidad de
arrepentirnos y sin arrepentimiento no hay misericordia divina, ni posibilidad
de salvación. Y ello es, por la sencilla razón de que el arrepentimiento en sí,
es un acto de amor y si no hemos amado lo suficiente y seguimos menospreciando
en esta vida el amor que el Señor continuamente nos está ofreciendo, sin darnos
cuenta nos estamos cerrando las puertas de nuestra eterna salvación, por que al
reducir nuestra capacidad de amar a límites negativos, estamos perdiendo
nuestra capacidad de arrepentimiento.
Son
muchas las personas que viviendo lejos de las aguas del amor de Dios en el seco
interior de tierra sin agua de amor alguna, y piensan que cuando llegue el
momento ya tendrán tiempo de arrepentirse y lo que no saben, es que en esos
finales momentos satanás echa toda la carne en el asador, para que no haya
arrepentimiento posible, no sea que se le escape la pieza. Desgraciadamente son
muchas las personas que como nunca han amado, no saben como arrepentirse y en
esos momentos de debilidad corporal que se tiene cuando se esta muriendo, ya se
encarga su demonio particular, en alejar de esa alma con un pie puesto ya en el
infierno, las ideas de arrepentimiento y amor a Dios necesarias, para alejar al
demonio. Porque hay un cierto principio que nos dice: Como si vive se muere.
Ayer
por la tarde, con el sol en lo alto, aparqué el coche al lado de un parterre de
tulipanes, era una belleza verlos en distintas tonalidades, todos ellos con los
pétalos abiertos al calor del sol. Esta mañana a la siete y media hacia frío y
aparqué el coche en el mismo lugar, todos los pétalos de los tulipanes, estaban
recogidos, formando unos capullos de diferentes colores, me quedé un rato
contemplando esta simple belleza como otras muchas de las que el Señor,
diariamente nos esta ofreciendo. Todos nosotros ahora, vivimos sumergidos en el
amor de Dios y consideramos que es natural todo lo que vemos y que nos pasa. Es
natural la belleza de las flores, de los árboles, de los pájaros, de las
ardillas, de los animales, de los montes, de los arroyos, de los ríos…etc. Pero
todo esto, fruto del amor del Señor a nosotros, pero solo podremos apreciarlo y
saborearlo, en cuanto tengamos reciprocidad, aunque solo sea una poquita, y
respondamos a ese amor que Dios nos da y nos permite arrepentirnos, porque
arrepentirse es amar y si no amamos nunca podremos arrepentirnos.
Tristemente
esta es la razón por la que los condenados en el infierno jamás podrán salir de
allí, porque han perdido la capacidad de amor que se les ha transformado en
odio y no pueden arrepentirse.
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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