domingo, 24 de junio de 2012

ORACIÓN EN LENGUAS


La Oración en Lenguas es maravillosa.

Como nosotros no sabemos orar como conviene, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad para interceder por nosotros con gemidos inefables. (Rm 8, 26.)

No es el lugar, y ya pasó el tiempo de justificar el Don de Lenguas. Es una realidad en la Iglesia de hoy. Simplemente quiero confesar mi experiencia: he visto muchas más curaciones mientras oro en lenguas que con la oración normal, nos dice el P. Emiliano Tardif.

Un día me invitaron a un programa de televisión en la ciudad de Bogotá, Colombia, pidiéndome que orara por los enfermos; lo curioso es que el programa sólo duraba un minuto, por eso se llamaba “El minuto de Dios”. A mí me parecía demasiado poco y reclamé diciéndoles:

-Ustedes duran tres minutos anunciando cervezas y al Señor le dan sólo un minuto…

Empecé la oración tan apremiado por el tiempo  que oré muy rápido. Al terminar abrí los ojos y vi el reloj: ¡me quedaban todavía treinta segundos! Mi problema entonces era que no sabía qué hacer con tanto tiempo. Oré en Lenguas frente a las cámaras de televisión.

Según testimonio del padre Diego Jaramillo, gran predicador carismático, hubo varias personas que fueron curadas en esa ocasión.

La oración en lenguas facilita que se den palabras de conocimiento o discernimiento carismático. Es cuando estamos más disponibles para que el Señor nos use porque estamos completamente rendidos a Él.

En el Segundo Encuentro Carismático de Montreal, me pidieron hacer la oración por los enfermos. Había unas 65 mil personas en la Eucaristía, la cual era trasmitida por televisión. Oré mucho en Lenguas y vinieron algunas palabras de conocimiento que trasmití tal y como me llegaban.

Una de ellas era así:

-Hay una buena mamá de 74 años que está sentada frente al televisor de su casa. En estos momentos el Señor la está sanando de sus ojos que no pueden ver.

Al terminar se me acercó un sacerdote que me tenía cierta confianza y me dijo:

-¿Pero es que tú estás loco? ¿Cómo anunciar ante 65 mil personas que una mujer ciega está delante del televisor?

Era tan lógica su objeción que no le pude responder. Pero al día siguiente salí a visitar a mi familia a 200 kilómetros de Montreal. Cuando llegué alguien me dijo:

-Padre, cerca de aquí vive la señora que se sanó delante de la televisión.

A mí me dio tanto gusto que fui a visitarla. Se llamaba Joseph Edmond Poulin y efectivamente tenía 74 años. Había enfermado de la retina. Después de un tratamiento especializado, los médicos afirmaron que su enfermedad era progresiva e incurable.

Una amiga le sugirió estar delante del televisor siguiendo la Misa de sanación del Congreso de Montreal.

Cuando hice el anuncio, ella sintió mucho ardor en los ojos.

Yo le pregunté si podía leer a lo cual me contestó negativamente. Entonces añadí:

-El Señor no hace las cosas a medias. Vamos a orar para que usted pueda leer la Palabra de Dios.

Tres días después me llamó por teléfono para comunicarme la alegre noticia de que estaba leyendo la Biblia.

El Don de Lenguas me dispuso para que el Señor comunicara lo que Él estaba haciendo.

P. Tardif

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