Por el
Vaticano andan los aires revueltos. Luchas de poder, conspiraciones... Ya se
sabe. Juan y Santiago hicieron lo mismo hace dos mil años pidiendo sentarse a
la derecha y a la izquierda del trono y provocando la indignación de los demás
apóstoles.
Tomad un
libro de Historia de la Iglesia un poco serio y veréis que esas luchas han
existido siempre. No es, pues, de extrañar que en dos mil años hayamos cambiado
tan pocas cosas de nuestro mundo.
Hoy leía
este texto de Christiane Singer que intento traduciros lo más fielmente
posible:
"No se puede estar a la vez por el Evangelio y por el fanatismo.
Uno no puede declararse seguidor de Cristo y defender la segregación racial.
Uno no puede creerse de la Iglesia que coloca a los pequeños al lado de
Dios y colocarse resueltamente del lado de los poderosos.
Uno no puede llamarse servidor a la manera de Jesús de Nazaret y
comportarse como un amo.
Uno no puede invitar a la humildad de Hijos y, al mismo tiempo, exigir el
primer lugar.
Uno no puede cantar una Iglesia gozosa y abierta a todos e inventar
condiciones de pureza tales que nadie desee entrar en ella.
Uno no puede anunciar un Salvador venido primeramente para los pecadores y
las ovejas perdidas y acoger solamente a los puros y dignos y conformes. ¿Quién
osa "clasificar" a las mujeres y hombres a la busca de Dios?
Uno no puede gritar que el Evangelio posee el poder de inventar el mundo a
la imagen creadora de Dios y contentarse con reproducir las costumbres
estructuradas del pasado.
¿Señor, dónde encontraré la gracia para vivir en lógica con el Evangelio de
Cristo?"
(Christiane
Singer)
Por suerte, hay muchas personas que
no caen en esas incongruencias y que, sin hacer ruido, siguen los pasos de
Jesús.
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