Comentaba el
joven seguidor la cantidad de gente infeliz que conocía. Sonrió el Anacoreta y
le dijo:
- Con la
felicidad pasa como con los vasos comunicantes. Nuestra felicidad afecta a la
felicidad de los demás y contribuye o no a hacer un mundo mejor. De la misma
manera, la de los demás también afecta a la nuestra. Un pueblo feliz es un
pueblo en armonía, un pueblo que se ama y basa su felicidad en comunicarla a
los demás...
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