El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba
el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús
le preguntaron:
– ¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua?
Entonces envió a dos de sus
discípulos, diciéndoles:
– Id a la ciudad. Allí encontraréis
a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y al amo de la casa donde
entre le decís: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con
mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una
habitación grande, dispuesta y arreglada. Preparad allí la cena para
nosotros.
Los discípulos salieron y fueron a
la ciudad. Lo encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la
cena de Pascua.
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Mientras cenaban, Jesús tomó en sus
manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos,
diciendo:
– Tomad, esto es mi cuerpo.
Luego tomó en sus manos una copa, y
habiendo dado gracias a Dios se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les dijo:
– Esto es mi sangre, con la que se
confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos. Os aseguro que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba vino nuevo en el
reino de Dios.
Después de cantar los salmos, se
fueron al monte de los Olivos."
En el Evangelio vemos muchas veces a Jesús sentado a la mesa. No es de extrañar que el último acto que realiza con sus discípulos sea sentarse a la mesa con ellos. Y que nos lo legue como algo que debemos hacer: sentarnos entorno a la mesa. Porque eso es la Eucaristía.
A lo largo de la historia ha
variado la forma de hacerlo. Por eso somos bastante tontos cuando intentamos
defender a macha martillo un tipo determinado de misa. Si se tratara de
seguir al pie de la letra el evangelio, deberíamos celebrar una cena pascual
al estilo judío, que es lo que hizo Jesús. Pero lo que Él quiso dejarnos fue
algo muy distinto.
Para empezar nos dejó el recuerdo
de su entrega total, hasta dar la vida por todos nosotros. Y lo hizo con el
acto de partir y repartir. El pan y el vino son el cuerpo y la sangre de
Jesús si lo repartimos y compartimos. Porque lo que Él quiso es, que nos
amáramos sin condiciones.
Su mesa es una mesa abierta a
todos. Los judíos se escandalizaban porque comía con pecadores, con personas
consideradas impuras, con publicanos traidores al pueblo judío. Es que la
mesa de Jesús es la mesa de todos. A mí no me escandaliza que una misa sirva
para coronar a un rey o que junto al altar se siente un dictador. Lo que a mí
me escandaliza es que si entra un harapiento, o un borracho, o un vagabundo,
se le eche del templo, que no se admita a la eucaristía a los divorciados
vueltos a casar o se expulse a los de orientación sexual distinta. Lo que a
mí me escandaliza es que nuestra Eucaristía no sea la mesa de todos como lo
fue la de Jesús. Que hayamos convertido la asistencia a la Eucaristía en una
obligación, en vez de hacer de ella la fiesta de Unión y Amor de los que le
seguimos a Él, de los que buscamos el Reino en esta tierra.
Si reducimos la Eucaristía a una
obligación o a una devoción personal, no es de extrañar que al salir de ella
sigamos siendo igual de injustos, malcarados, egoístas que antes de entrar.
Leía hoy a Pronzatto, que soñaba
una procesión de Corpus sin custodia, en la que cada uno de los participantes
fuese una custodia. Si al salir de la Eucaristía no somos portadores de
Cristo, no llevamos su luz en nosotros, o bien hemos perdido el tiempo, o
simplemente aquello no era una Eucaristía, no era la Mesa de Jesús, sino un
mero conjunto de ritos.
Mientras nos peleamos por liturgias
de Pío V, latines o no, cara al pueblo o no, en la lengua o en la mano,
ceremonias domésticas o multitudinarias...nuestras iglesias se van vaciando a
ojos vista. Y se vaciarán del todo si de su interior desaparece el Amor sin
condiciones que es Jesús, el Amor sin condiciones que hemos de ser sus
discípulos...Porque la Eucaristía es Pan que se parte y se reparte. Pan que
da sentido a la vida. Pan que nos ayuda a ser solidarios, justos,
misericordiosos. Pan para todos. Pan que cambia nuestra vida. Pan que nos
hace ser otros Cristos...Pan que nos hace amar sin condiciones...
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