Respecto al tema planteado ayer - sobre las hostias que caen al suelo durante la comunión -, de
todos los comentarios ha habido uno que es el que creo que tiene razón. Un
sacerdote escribió que él siempre a ese recipiente lo había llamado piscis. Pues bien, así me lo enseñaron
también a mí en el seminario. Pero siempre me quedó la duda de si ese nombre
era un término local, que quizá no se usaba fuera de la diócesis.
Muchos me
han preguntado que qué pienso de la comunión en la mano. Pues mi postura es muy
sencilla: sentire cum Ecclesia,
sentir con la Iglesia. Si la Iglesia lo permite, punto final. Cada uno puede
tener sus propias preferencias e, incluso, argumentar por qué prefiere una
forma frente a la otra. Eso es completamente lícito. Pero lo que no es lícito
es afirmar que algo permitido por la Iglesia de forma oficial es
intrínsecamente malo.
Hay gente
que dice que Jesús ha dicho en supuestas apariciones (falsas sin duda) que de
ningún modo se puede permitir la comunión en la mano. Pero, de hecho, los que
dicen eso no han escuchado a Jesús. Lo que han hecho es leer un e-mail que
decía que Jesús había dicho eso. Claro, no es lo mismo.
Jesucristo
nos advierte contra el pecado, pero nunca hace la guerra a los obispos. Ningún
reino dividido puede sobrevivir. Jesús apoya a los obispos por la sencilla
razón de que los obispos son sus enviados, sus mensajeros, sus administradores.
Un obispo puede irse al infierno. Pero Jesús nunca llamará a la desobediencia
contra un obispo: lo que ataréis en la
tierra, será atado en el Cielo.
Sabéis lo
que amo mi sotana. Pues bien, si mi obispo me ordenase que no la llevase, no la
llevaría.
Me
preguntaba hoy una persona que qué pienso de los tatuajes. Bueno, prohibidos
por la moral no están. Pero el cuerpo es templo del Espíritu Santo. Es como
hacer una reforma en el cuerpo sin marcha atrás. Mi cuerpo está blanquito del
todo, sin el más pequeño tatuaje bajo la sotana negra. Y así pienso morirme. Lo
que no descarto algún día es operarme la vista. Pero quiero que la técnica
avance un poco más. Dentro de unos, digamos, siete años igual me animo. Siempre
he tenido mucha confianza en el avance de la técnica. Dentro de siete años,
igual entras en la consulta, dejas el sombrero, te vas a sentar y el cirujano
te dice: no se siente en la silla, ya le hemos operado mientras dejaba eso
en la percha, puede marcharse.
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