miércoles, 16 de mayo de 2012

LA VIDA, UN TREN QUE NO PARA


Meditaciones Sembrando Esperanza. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje, el de ida. Tratemos, entonces, de viajar lo mejor posible.

Un día, leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren. Una comparación extremadamente interesante, cuando es bien interpretada. Interesante, porque nuestra vida es como un viaje en tren, llena embarques y desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables, con algunas subidas y bajadas tristes.

Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas que nos harán conocer el viaje hasta el fin: nuestros padres.

Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más: quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto. Pero a pesar de esto, nuestro viaje deberá continuar. Conoceremos otras interesantes personas durante la larga travesía; entre ellos, nuestros hermanos, amigos y amores. Muchos de ellos sólo realizarán un corto paseo, otros, estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas.

En el tren, también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite. Muchos se bajarán y dejarán recuerdos imborrables, otros, en cambio, viajarán ocupando asientos sin que nadie perciba que están ahí sentados.

Es curioso ver cómo algunos pasajeros que queremos, deciden sentarse alejados de nosotros en otros vagones. Esto nos obliga a realizar el viaje separado de ellos, pero no nos impedirá, aunque tal vez con alguna dificultad, acercarnos a ellos. Lo difícil es aceptar que, a pesar de estar cerca, no podremos sentarnos juntos, pues muchas veces otras son las personas que los acompañan.

Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas, triunfos y fracasos. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje, el de ida. Tratemos, entonces, de viajar lo mejor posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando lo mejor de cada uno de ellos, recordando siempre que, en algún momento del viaje, alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entenderlo. A nosotros también nos ocurrirá lo mismo, seguramente alguien nos entenderá y ayudará.

El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cuál estación nos tocará descender. Pienso: cuando tenga que bajarme del tren ¿sentiré añoranzas? Mi respuesta es sí; dejar a mis hijos, amigos, compañeros de trabajo, "alumnos", viajando solos será muy triste. Separarme de los amores de mi vida, será doloroso. Pero tengo la esperanza, de que en algún momento, nos volvamos a encontrar en la estación principal y tendré la emoción de verlos llegar con mucha más experiencia de la que tenían al iniciar el viaje. Seré feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan crecido como buenas personas.

Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando. ¿Quién subirá?, ¿quién será? Me gustaría que tú pensases que el desembarcar del tren, no es sólo una representación de la muerte o el término de una historia que dos personas construyeron y que por motivos íntimos dejaron desmoronar.

Estoy feliz de ver cómo ciertas personas, como nosotros, tienen la capacidad de reconstruir para volver a empezar, eso es señal de lucha y garra, y saber vivir es poder obtener lo mejor de todos los pasajeros.

Agradezco a Dios, porque estemos realizando este viaje juntos, y a pesar de que a veces nuestros asientos no estén juntos, con seguridad el vagón en el que vamos, y el maquinista son los mismos.

A tí, que estás leyendo, te dejo un abrazo enorme, que tengas un gran día y gracias por acompañarme en este viaje.

Autor: P. Dennis Doren L.C.

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