Aquel
atardecer, el joven seguidor, tras las malas noticias de la televisión y de la prensa,
exclamó con tristeza:
-
Verdaderamente Sartre tenía razón cuando dijo que "el infierno son los
otros".
Levantó
inmediatamente la cabeza el Anacoreta y dijo vivamente:
- ¡De
ninguna manera! La experiencia de mi vida me dice todo lo contrario: "nos
salvan los otros".
Hizo una
pausa y prosiguió:
- Cierto que
hay personas que nos hacen daño...pero, hay muchas más que nos tienden una
mano, nos hacen reír, escriben libros que nos gustan, pintan obras magníficas,
ayudan a los demás, curan y cuidan y nos hacen estar orgullosos de la
humanidad...
Miró al
joven y concluyó:
- Además, ¿no seremos juzgados del
Amor? Ese Amor a los otros y ese amor de los otros, es el que nos salva.
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