El joven
seguidor exclamó:
- ¡Dios es
amor! Luego todo es amor.
Rio el
Anacoreta y dijo:
- Dios es
Amor, pero no todo amor es Dios.
Como siempre
le ocurría, el joven se quedó pensativo ante la respuesta del anciano, y con la
mirada pedía una explicación a su maestro. Tras un silencio, el Anacoreta
prosiguió:
- Los
griegos tenían tres palabras para nombrar el amor: eros, philía y agapé. Eros
es el amor entre hombre y mujer; un amor que no es racional. Philía es el amor
de amistad. Y agapé era una palabra en desuso. Quizá por eso, al traducir la
Biblia al griego, para indicar que el Amor de Dios era algo diferente, lo
tradujeron por agapé.
Entonces el
joven seguidor repuso con preocupación:
- O sea, que
eros y philía son falsos amores.
Volvió a
reír el Anacoreta antes de responder:
- No es eso.
Son incompletos. Se trata de que agapé enriquezca a eros y a philía.
Movió la
cabeza el joven y preguntó:
- ¿Qué es lo
que aporta agapé?
Miró el
anciano a su seguidor y respondió:
- Podría
darte una definición, pero prefiero explicártelo con ejemplos. El problema de
eros y philía es que ambos son posesivos. Ambos dicen: "si quieres ser mi
amado, si quieres ser mi amigo, has de ser como a mí me gusta, como yo quiero
que seas. Si no, dejaré de quererte." En cambio agapé dice: " te dejo
ser como quieras. Te amo por que eres tú, no un reflejo mío..."
Hizo una
breve pausa y añadió:
- Eros y
philía, si no están alimentados por agapé, se vuelven posesivos y destructores.
Amo por el placer que me das. Amo porque sirves a mis intereses y respondes a
mis expectativas. No nos dejan ser nosotros mismos. Mientras que agapé es
donación, aceptación, unión... Ese es el verdadero amor cristiano.
Suspiró y
dijo para concluir:
- ¡Qué lejos estamos de él!...
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