jueves, 1 de marzo de 2012

SE EXALTA TODO LO QUE ES SER JOVEN


Hay que estar agradecidos de nuestra edad, pues la vejez es el precio de estar vivos.

Decir que esta es una época de exaltación de la juventud, no es más que reafirmar lo que
está a la vista de todos.

Se exalta todo lo que es ser joven, todo lo que ayuda a mantenerse joven, llegando a extremos inusitados.

Nadie quiere, ni alaba las arrugas. Es natural que uno quiera lucir lozano. Es natural que uno quiera tener la piel tersa, buena musculatura y lleno de energía, pero.......cada una de estas cosas a su edad y a su tiempo.

Sin embargo, las cosas no siempre fueron así. En los tiempos en que no existía la cirugía estética, ni los tratamientos faciales, la sociedad toda, valoraba la madurez.

Este mundo al revés existió en la Edad Media, una época que por el testimonio de los cuadros y esculturas uno llega a pensar que fue una época de viejos, cuando en realidad fue el imperio de los jóvenes, ya que entonces la expectativa de vida alcanzaría los 30 o 35 años. Era frecuente que los reyes y los Papas llegaban al poder siendo adolescentes.
Según cuenta el historiador español Francisco de Moxó y Montoliu, en su libro “La aventura de la historia”, ese mundo predominantemente juvenil, muchos de cuyos más ilustres representantes apenas llegaban a su cumpleaños numero 50.

Citemos algunos: Santo Tomás de Aquino, que falleció a los 49 años o San Francisco de Asís que murió a los 44, o Ricardo Corazón de León, que desapareció a los 42.

En aquel tiempo valoraban la vejez, entre otras cosas, porque era inusual, eran pocos los que llegaban a la ancianidad.

El mundo medieval estaba gobernado por gente muy joven: San Luis rey de Francia, heredó el trono a los 12 años: Fernando de Castilla fue rey a los 16: Carlos V de Francia subió al trono a los 17 y murió a los 42, y a Eduardo III de Inglaterra, que murió a los 65, lo consideraban tan viejo como Matusalén.

Juan XI fue elegido Papa a los 19 años y Juan XII a los 20. Gregorio V un Papa de 25 años coronó al emperador germánico Otón III de 16 años.

Todo ello son escenas juveniles difíciles de imaginar en el mundo de hoy.

Lo singular del caso es que, aunque no se dejaban deslumbrar por el ser joven, para los estudiosos de aquel tiempo, la Edad Media, la juventud, lo que ellos consideraban la etapa juvenil, era más prolongada de lo que pensamos actualmente.

Para San Isidoro de Sevilla, por ejemplo, se extendía nada menos que hasta los 49 años. Ellos consideraban que se era joven hasta los 49. Desde los 71 en adelante, se ingresaba en la senectud y luego se desembocaba en la eternidad.

Antes se rendía culto a la vejez, no solamente porque eran pocos los que llegaban a viejos, sino porque eran la fuente del saber, eran el archivo vivo de los sucesos y hechos con los cuales se fue armando la historia.

Cuando yo era chico, --hace más de 75 años-- mi abuelo era quien nos contaba sus relatos vividos e imaginados. El abuelo fue nuestro televisor de hoy. De ahí el gran valor de llegar a viejo, se tenía mucho que contar y era valorado el saber de los que habían vivido años.

No había otra fuente.
Cuando apareció la imprenta, los viejos empezaron a ser menos necesarios, empezaron
a perder el lugar que tenían. Eso, cuando aparecieron los libros: no les digo nada, ahora, que tenemos televisión.

¿Quien cuenta con los viejos?
Hay que estar agradecidos de nuestra edad, pues la vejez es el precio de estar vivos.

Salvador Casadevall

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