viernes, 2 de marzo de 2012

RELIGIOSAS QUE CONFUNDEN EL CARISMA CON EL ACTIVISMO


Aunque el post aplica también para los religiosos, me voy a concentrar en la vida religiosa femenina, por ser muy numerosa en el contexto eclesial. Siempre he admirado y reconocido el papel que tienen las religiosas en el aquí y el ahora. De hecho, gran parte de mi formación se las debo a ellas, sin embargo, la mejor manera que encuentro para darles las gracias, es siendo muy claro y sincero en mis apreciaciones. Aunque no es el caso de todas las religiosas que hay en el mundo, una porción significativa que se encuentra asentada en los Estados Unidos y en América Latina ha llegado al colmo de confundir la identidad carismática con el activismo social.
Algunos se preguntarán ¿qué es un carisma?, sin embargo, para poder entenderlo hay que tener en cuenta la rica fisonomía espiritual de Jesús. El carisma parte de uno de los muchos rasgos que lo distinguieron y que, a su vez, se ha convertido en la base de una nueva institución o movimiento aprobado por la Iglesia. Por ejemplo, la Orden de Predicadores, mejor conocidos como Dominicos, surge a partir de aquel Jesús que vivió como predicador itinerante. Cada carisma brinda identidad a un instituto, pues surge de la acción del Espíritu Santo.

La dimensión psicológica de la mayoría de las religiosas se encuentra en un proceso de restructuración a partir de las reformas que han ido trabajando en materia de formación, sin embargo, aunque se han dado pasos en lo que se refiere a la dimensión afectiva y a la sana
integración de la sexualidad, no hay que olvidar que se tienen muchos problemas sobre la manera en la que se concibe actualmente el sentido de la misión. Todo esto tiene una serie de síntomas muy importantes. Piensan que con vestirse como si fueran hippies, eso las vuelve cercanas a los problemas de los marginados, sin embargo, la realidad de las cosas, es que al pobre no le interesan las excentricidades de las monjas, sino el hecho de tener acceso a los servicios
básicos como luz y agua. Si antes llevaban una cruz con los signos característicos de la congregación, ahora prefieren quitársela, pues consideran que puede ser una ostentación de riqueza, sin embargo, cuando se suprime la identidad carismática, para colgarse cualquier otro signo, lejos de ayudar al pobre, se convierten en un grupo de mujeres desencarnadas del espíritu
fundacional. No es que la cruz característica sea la clave de todo, pero si ayuda a resaltar que no sólo buscan el bienestar material, sino también la transformación de las conciencias a través de los valores evangélicos.

Algunas congregaciones parecen una suerte de ONGs, ya que no se interesan en aquello que les es propio. Se dan el lujo de faltar a las reuniones que se organizan para impulsar los apostolados que están en sus manos, pero no se pierden ni una sola conferencia de aquellos teólogos que promueven la lucha entre clases sociales, así como la necesidad de materializar el evangelio. Le tienen alergia a los colegios, universidades, hospitales, etcétera pues les resulta mucho más profético (¡cómodo!) desligarse del ámbito institucional, para caer en una pastoral informal y de fines de semana.

Claro que también hay buenas noticias. Religiosas que no confunden las cosas y que, a su vez, se esfuerzan por vivir con fidelidad y creatividad el sentido del espíritu fundacional. Es urgente volver a las raíces y, desde ahí, renovar las obras apostólicas que se tengan. Sin duda todo esto permitirá un nuevo despertar vocacional.

Carlos J. Díaz Rodríguez

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