lunes, 26 de marzo de 2012

¡LOS HABITANTES DE LA CALLE!


"El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir".
Mt. 20, 28

Son seres que se miran con indiferencia por los harapos roídos que les cubre la piel y el temor que reflejan con su apariencia… pero lo que nadie sospecha, es que en esa humilde apariencia hay un DIOS haciendo presencia.

¡LOS HABITANTES DE LA CALLE!

Llevan surcos profundos en sus miserables humanidades, surcos marcados por la dureza del
destino que escogieron o/ al que se vieron obligados a fuerza de no emplear la razón, perdidos en los laberintos del consumo… apurando sin control las copas repletas de ambrosia, copas que pronto se quedaron vacías por el infortunio de una mala decisión que los llevó a la ruina, a quedarse con las arcas vacías.

Hay quienes no se repusieron de su quebranto y a la calle fueron a parar de rato en rato. Otros
desgajando como racimos las amarguras, los dolores del corazón en lenta agonía, por las desilusiones sufridas de mal de amores.

Otros ni siquiera conocieron el amor, sólo el abandono y la orfandad de aquellas personas que no les quisieron amar... y llenos de rencor se perdieron en las lejanías de la amargura y la desilusión.

Otros con sus hogares felices, hogares bien constituidos, se dejaron arrastrar por el vicio de la droga maldita; La droga que asesinó sus mentes, la que embruteció sus sentidos, les hizo palidecer el alma, los convirtió en seres inertes tirándolos al abismo de la fatalidad.

Otros menos afortunados son los que abandonaron en una cuna de asfalto, sin posibilidades
de elegir una cuna en un hogar feliz… ¡Estos son los niños de la calle! los que maduraron a golpes y se hicieron grandes a destiempo, les robaron la inocencia y el derecho a vivir su infancia, el derecho a unos padres, hermanos, tíos, abuelos y a una estancia.

¡LOS HABITANTES DE LA CALLE!

No tienen con quien soñar, sus sueños son oscuros sumergidos en una oquedad sombría. Su nostálgica mirada esta pérdida ausente de recuerdos no tiene en el alma recuerdos de un hogar.
Sus manos mugrientas llenas de grietas, no conocen el jabón, no conocen la caricia, ellas sólo desenredan las marañas que tejieron en la desolación.

¡LOS HABITANTES DE LA CALLE!

Sólo esperan las sombras de la noche para refugiarse en su melancolía. Todos los días son iguales; no tienen fecha en el calendario ven pasar el tiempo sin prisa, todo les da igual, lo mismo dá que esté de noche o que esté de día.

¡LOS HABITANTES DE LA CALLE!

No tienen ilusiones, no tienen amores, no tienen brazos que los esperen al llegar. Van sin
rumbo a donde el destino les lleve con la soledad, que para ellos es su compañía. Su lento
andar los va llevando por la vida sin ninguna preocupación, no dejan atrás dolor, para el dolor no hay medicamento alguno, han aprendido a vivir con él y a llevarlo acuestas, como también el hambre que los acosa y desespera les retuerce el intestino… pero al no haber alimento se ven obligados a comer mendrugos de pan que deja el rico caer en el desván de algún hotel.

¡LOS
HABITANTES DE LA CALLE!

Son seres que se miran con indiferencia por los harapos roídos que les cubre la piel y el temor que reflejan con su apariencia… pero lo que nadie sospecha, es que en esa humilde apariencia hay un DIOS haciendo presencia.

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